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"Nos van a odiar"

Cuatro mujeres se sientan frente a sus tazas de café en el bar de la esquina. Es la pausa del mediodía y el tiempo apremia. Mientras remueven el edulcorante con energía, una de ellas exclama: "¡Mirad, qué chulo!" Levanta el móvil y enseña el cartel que se acaba de difundir en Twitter para la próxima Feria del Libro de Madrid. Sus compañeras contemplan la obra de Paula Bonet con gesto de avezado crítico de arte, mientras achican los ojos y se preguntan qué demonios significará ese abigarrado retablo de trazos donde despuntan el perfil de una vaca y un rostro sombrío de rasgos africanos. "¡Y está dedicado a las mujeres!", remata la dueña del móvil. "¿Otra vez con lo de las mujeres? Pues nos van a odiar...", responde a su lado una rubia de mediana edad, que alterna, a sorbos, café, escepticismo y cansancio.

No es la primera vez que los responsables de la Feria del Libro de Madrid seleccionan el cartel de una diseñadora para el evento, pero sí es la primera ocasión que está expresamente dedicado a las mujeres silenciadas en el arte y, especialmente, en la literatura. El cartel parte de una figura principal: la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, y a su alrededor se entrelazan símbolos que evocan novelas o poemas escritos por mujeres, como Luna de Miguel, Emily Dickinson o Elena Medel. "No son todas, pero sí hablan por todas", según la ilustradora valenciana. Paula Bonet quiere "que este cartel sirva para denunciar la diferencia de género que todavía es demasiado evidente y que las mujeres dejen de ser objetos para convertirse en sujetos en el arte".

"No digo que no sea importante lo que nos pasa", añade la rubia, mientras lee la explicación del cartel. "Pero es que ya cansa, está por todas partes, y es lo que os digo, nos van a odiar". Busca con los ojos la comprensión de sus compañeras, pero en todos hay dudas.

Las iniciativas donde las mujeres son protagonistas se suceden, una tras otra, y con más fuerza tras la gran movilización del 8 de marzo. Desde el lado público se promueven a medio camino entre la obligación de remediar una injusticia histórica y lo políticamente correcto. Del lado privado, se impulsan porque la nueva imagen del empoderamiento de las mujeres vende y da esplendor. El punto de equilibrio donde todas las iniciativas se encaucen, sin atosigar, parece lejano. El lugar donde todas confluyan para que los hombres no se sientan ninguneados y las mujeres no se vean desbordadas, parece también una utopía. Una más, como la propia igualdad de género, la eliminación de la brecha salarial o la verdadera conciliación. El camino ha sido lento y farragoso hasta ahora, pero el impulso que ha tenido este año, cuando se han abierto definitivamente las compuertas, amenaza con anegar el terreno sembrado que va floreciendo. ¿Quién marca los tiempos de una carrera donde cada uno pone su meta?

Con el último sorbo al café, la rubia recoge a toda prisa su bolso y se despide de sus compañeras. "No estamos tan mal las mujeres, no hay que exagerar, peor estaba mi abuela", dice a modo de despedida mientras camina, cada vez más rápido. Corre hacia el aula del curso de informática donde trata de ponerse al día de los diez años que perdió por cuidar a hijos, mientras hace el recuento de lo que tendrá que comprar en el súper y mientras reza para que no se ponga a llover con la ropa tendida. Ah, y que no se le olvide sellar la tarjeta del paro.

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