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ZIGURAT

Extraña religión americana

Extraña la religión americana: Dios sigue bendiciendo a América. Aparte de las especulaciones sobre el simbolismo de los billetes de dólar, las estrecha vinculación con la masonería, la paradigmática alineación de los monumentos y edificios públicos en Washington o las más de mil confesiones o iglesias que aparecen en cada esquina, porque la línea directa que establece el yo de la persona, con la escritura, y esta con el supremo, hace posible que con un libro, una casa y un atril, se constituya una iglesia. A la ausencia de magisterio o tradición, les queda la escritura, que la utilizan como un libro de autoayuda y no como una aprehensión de la compasión y la equidad, cuya consecuencia debe ser la justicia o verdad.

El presidente es protestante presbiteriano, hija legitima del calvinismo más severo, que tiene sus raíces doctrinales en la reforma protestante en Escocia y que atravesó el atlántico para encontrar la Jerusalén celestial. Trump dice que tiene una religión maravillosa, que como decía antes es de él solo y no comunitaria.

Aunque el presidente se diga creyente y por lo tanto con guion, actúa como el emperador que ha unificado el poder terrenal con el celestial. Y es que en cada toma de posesión de un presidente electo de los EE UU aparece un predicador de la iglesia a la que pertenece el candidato elegido y lo bendice para que su trabajo, dedicación, sacrificio y coherencia den a su empleo el fin que persigue para su pueblo y su cultura, esto es la supremacía o wasp -blanco, anglosajón, protestante- contra católico, mestizo, europeo e inmigrante animal latinoamericano.

Pero si faltaba una figura que concitara en su persona todas las características de un sabio, santo, predicador y profeta, ahí tienen al recientemente fallecido Bill Graham, que fue el predicador por excelencia de la América profunda y que fue el encargado del motu proprio que declaraba santa la guerra contra Irak o Afganistán.

Trump ya ha bendecido a los suyos, a aquellos que siguieron el canto de sirenas del todopoderoso ejecutivo, que volvía por sus fueros nacionalistas y populistas, contando con la premisa de que iba a ganar las elecciones porque tenía el capital suficiente para hacerlo, con el consentimiento de su Dios.

Los despropósitos de este descendiente de emigrantes, casado con una inmigrante, con familia variopinta en credos, su yerno judío, sin ir más lejos y al que envío con su hija a la infausta inauguración del traslado de la embajada a Jerusalén, que ha perpetuado la tragedia palestina.

En su corto pero agresivo mandato, hasta ahora, ha cometido todo tipo de delitos tipificados por los propios tribunales estatales y la Constitución de los EE UU. Entre tramas rusas, guerras comerciales, injerencias en FBI, con destitución incluida, acusaciones de agresiones sexuales y juegos peligrosos con la política nuclear, va por un camino que puede conducir a una investigación pública, o juicio político, aquel tipificado impeachment tan conocido por el escándalo de Clinton, puede estar a la vuelta de la esquina política republicana, pero no es lo probable; tiene amplia base popular.

El último acto de vesania ha sido nombrar jefa de la CIA a una mujer que ha prometido no cometer más torturas ilegales ejerciendo sus funciones -como si alguna forma de tortura fuera legal- y se ha erigido en el poder omnímodo que perdona y condena con la misma facilidad con la que compra a cualquiera que lo acuse o señale.

Lo han coronado con la triple corona, con la tiara que representa los poderes -cual brujo-, de la tierra y el cielo. Y su reciente recado a Kim Jong-un lo demuestra: le ha dicho que si sigue su doctrina y desmonta su arsenal nuclear podrá seguir gobernando como tirano Corea del Norte.

Pero parece que Europa despierta de sus demasías domésticas para apuntalarse ante el emperador. Esta Europa que dio razón de existir a América, por encima de nativos y esclavos negros; la que permitió con la ilustración los Derechos Humanos, la que elabora el pensamiento humanista cristiano, ha contestado por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, diciendo que con amigos así, ¿quién quiere enemigos? Pues a las puertas está, como en aquella ocasión que las huestes musulmanas cercaron la libertad en Europa y que están dispuestos a repetir.

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