Si algo quedó claro el jueves pasado en la presentación de la sexta edición del catálogo Canarias en Corto 2010-2011, iniciativa de difusión del cine en formato breve promovida por la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, es que el cortometraje canario nunca ha necesitado de presupuestos desorbitados para encandilar. El corto canario se ha ganado a pulso la confianza de un público ya consolidado, lo que garantiza su supervivencia incluso en estos malos tiempos. Uno de los éxitos de este Catálogo reside en haberse convertido en el lugar de encuentro donde se citan los grandes talentos de nuestro cine año tras año.

Que el cortometraje canario mantiene su línea de creatividad pese a las dificultades económicas en que se desenvuelve queda demostrado una vez más en los siete trabajos presentados: Dirty Friday, de Tenesor Cruz y Adrián M. Delgado; La bombilla, de Aarón J. Melián; Hibernando, de David Pantaleón; Things in common, de Nayra Sanz; Paseando por un cielo sin estrella, de Emilio Alonso; Cama Blanca, de Diego Betancor; y El chola, de Guillermo Ríos, cuyo cortometraje anterior Nasija lleva acumulados una cincuentena de premios durante su exitoso recorrido por festivales de dentro y fuera de España.

En El chola, Guillermo Ríos vuelve a explicarnos una historia mínima tomada de la realidad. El argumento gira en torno a un joven descerebrado de un barrio marginal que encuentra en Internet el medio apropiado para convertirse en una celebridad haciendo lo único que sabe hacer: pelear con los puños. El chola es un corto de realismo ruidoso, que abre un interrogante sobre el presente que habitamos y nos emplaza también a todos a una incómoda responsabilidad.

De la corta filmografía de David Pantaleón, Hibernando es sin duda su mejor obra. A diferencia de sus trabajos anteriores, destaca por su contención al aproximarse a la historia de un hombre suramericano que lleva cuarenta años trabajando en una compañía de helados en Estados Unidos. Durante los meses de invierno, mientras los camiones de reparto "hibernan", recuerda su pasado como bailarín. La virtud de Hibernando está fundamentada en la concisión, la austeridad y la precisión misma. Es el suyo un estilo afirmativo y claro, que siempre busca lo que encuentra sin alardes ni escondites.

No me gustaría terminar sin referirme, aunque sea brevemente, a los excelentes diálogos de Cama blanca, de Diego Betancor, a la carga poética de Paseando por un cielo sin estrella de Emilio Alonso, a la dureza del trazo de Dirty Friday, de Tenesor Cruz y Adrián M. Delgado, al pausado equilibrio de Things in common, de Nayra Sanz, y a la desnudez del relato de La bombilla de Aarón J. Melián. Historias mínimas que harían asentir convencido a Carlos Sorín.