El cine que predica el director chileno Théo Court se alimenta de personajes cuyo presente es un lastre de un pasado derruido que nunca volverá a repetirse. Individuos anclados en la soledad de su rutina, sobre los que la cámara clava una foto fija que se integra en un paisaje igual de sombrío que él. Cine sin trama aparente, con argumento fragmentado y donde se esquiva la palabra en favor de la imagen.

"No quise tocar ni puntualizar nada, quería que el espectador participase de lo subjetivo, porque el cine tiende a señalarlo todo y quería hacer todo lo contrario", sostiene Théo Court a propósito de su primer largometraje, Ocaso (2010), una producción que concursa en la sección oficial y en el apartado de nuevos directores del XII Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.

Su debut en el largo es un ejercicio de nostalgia y de memoria, de encrucijada vital de un anciano mayordomo, al que solo le queda continuar sirviendo al patrón en "un gesto de lealtad" con el que el joven realizador quiso exorcizar los demonios del feudalismo chileno y de la dictadura que castigó al país, a la vez que trenzar un "retrato de personajes exiliados en el tiempo".

Próximo al lenguaje de cineastas latinos como el argentino Lisandro Alonso, autor de Los muertos (2004) o Liverpool (2008), y del ruso Andréi Tarkovski, que según dijo "siempre es una especie de sombra y un referente indudable", Ocaso es un ejemplo del llamado "cine anónimo", concepto que ayer reivindicó Court para definir su obra. "Me interesan los personajes sin nombre, sin lenguaje, su descomposición material", dijo ayer acerca de la desesperante quietud de la película.

Su fijación por la pintura queda bien patente en la película. Planos abiertos donde la fotografía se tuerce en lienzo animado con una estética próxima al barroco holandés o al imaginario de Francisco de Goya.

Con Rafael Vázquez, antiguo trabajador de la finca como protagonista en tres cuartos del metraje de Ocaso, y Álvaro Bustamante y Nano Vázquez en roles secundarios, el largo de Théo Court es también "cine sin género", donde las fronteras del documental y la ficción se difuminan. Ayer, el realizador chileno defendió un cine sin género ya que "no me gusta separar el cine del documental". En su opinión, en Ocaso no se ha dejado nada al azar. "Es una película muy construida, con actos reales pero muy estudiados y que permiten construir lo objetivo".

La película se filmó en la que era la finca o hacienda de sus abuelos hace 30 años, a la que quiso volver su mirada para ambientar otra historia muy cercana a aquella. El regreso a Villa Alegre no deja de ser una paradoja del destino que Court reserva a sus anónimos. Según cuenta, para buscar a Rafael, el mayordomo, "tuve que hacer muchos castings, y era asombroso, sus pausas, sus gestos, mantenía muy bien la imagen". Para Rafael Vázquez, según el testimonio de Théo Court, "fue bastante fuerte volver al lugar" en él había dejado media vida e hipotecada la otra media. "Se ponía a llorar por todas las esquinas", aseveró el director.

El cineasta tiene en proyecto una nueva película que no alterará en exceso el registro de Ocaso. "El guión es distinto, más barroco, pero habla de personajes anónimos, que no se separan de la imagen".