Cualquiera que esté familiarizado con el cine chino conoce el sufrimiento vivido por este pueblo durante la revolución cultural, pero Jiabiangou (La zanja) de Wang Bing se remonta a otra persecución casi desconocida en Occidente, la que siguió a la denominada Campaña de las cien flores de 1956 y 1957 cuando Mao Tse-tung animó las críticas sobre los problemas del país como artimaña para ver quiénes estaban contra su política para luego eliminarlos.

Las víctimas de esta trampa son un grupo condenado a trabajos forzados en un campo de reeducación en el desierto de Gobi que da nombre a la película. La acción se reduce al invierno de 1960. Los presos políticos van muriendo a diario por la malnutrición, el agotamiento y la enfermedad. La película no oculta nada, vemos cómo unos comen ratas y otros devoran con placer los vómitos de sus compañeros. Incluso los diálogos son lentos, cansados, como corresponden a hombres agotados, sin ni siquiera fuerza para hablar.

La película no cuenta con una banda sonora compuesta por música triste tocada por una magnífica orquesta al modo de La lista de Schindler, ni vemos a ningún guarda capturado por los remordimientos, porque Wang Bing ha realizado una película tan minimalista como el paisaje del Gobi, que no busca la lágrima fácil sino servir de testimonio de cómo en nombre de la ideología el hombre es capaz de todo.