El cineasta japonés, autor de transgresores documentales, ofreció ayer una master class o clase maestra, donde explicó a los asistentes sus estrategias para abolir la separación que existe entre el filmado y el que filma, entre el cámara y el protagonista del filme, una cuestión que se ha convertido en una marca de la casa de su trabajo.

Sobre este director se ha afirmado precisamente que, siguiendo la tradición del mejor cine documental japonés, reinventa sistemáticamente la relación del sujeto que filma y el sujeto que es filmado.

Los sujetos protagonistas del cine de Hara son individuos dispuestos, si es preciso, a la violencia en un país donde las buenas formas juegan un papel capital.

En el contexto del documental japonés, Hara funciona como bisagra entre la radicalidad política de los años 60 y la deriva intimista representada en los 90 por cineastas como Naomi Kawase o Hirokazu Kore-eda. Fuera de su país, él es ante todo el artífice de una película estremecedora sobre la que Susan Sontag se deshizo en elogios: The emperor's naker army marches on (1987). En cuatro décadas sólo ha rodado una obra de ficción Mata no hino chika, del año 2005.