E l posible futuro geológico de Canarias crece sigiloso bajo el mar. La boca eruptiva que muestra sus fauces frente a La Restinga se encuentra en aguas someras, pero tiene un antecedente que permanece a casi 4.000 metros de profundidad, prácticamente a medio camino de la planicie submarina entre Gran Canaria y Tenerife. Este silencioso y misterioso promontorio recibe el nombre de Volcán de Enmedio y supera los cuatrocientos metros de altura, medida aproximada de la promesa de una nueva isla que en cualquier caso surgiría pasados varios millones de años, en realidad tampoco demasiado tiempo dentro de los parámetros del tiempo geológico, tan distinto al humano. Otras generaciones son las llamadas a comprobar qué efecto tendría la irrupción de un nuevo territorio en el pleito insular.

El científico Juan Carlos Carracedo, de la Estación Volcanológica de Canarias, explicó ayer que la presencia de este volcán fue detectada a finales de los años ochenta por el buque oceanográfico alemán Meteor y que de hecho ha sido la ciencia alemana la que mejor ha estudiado esta espectacular estructura geológica de las profundidades del archipiélago. No obstante, el Hespérides, perteneciente a la Armada pero utilizado para investigaciones del Ministerio de Ciencia e Innovación, también ha barrido la zona. Más allá de todo esto, la presencia del volcán submarino es una realidad de cientos de metros con una forma cónica bien conservada que hace pensar a la ciencia que se ha mantenido activo, pues de lo contrario su figura se habría visto mucho más afectada e incluso habría desaparecido por la erosión.

Sin embargo, la enorme profundidad donde está el Volcán de Enmedio impide corroborar al cien por cien si se mantiene en actividad habida cuenta de que no es posible verificar a esa profundidad la existencia de una señal de tremor, la señal que se asocia a las erupciones volcánicas y un palabra que se ha convertido en moneda de uso común en Canarias de la mano del volcán herreño, junto a otros muchos términos.

El mayor seísmo canario

El corredor entre Gran Canaria y Tenerife ha concentrado también un gran número de episodios sísmicos. Las aguas entre ambas islas fueron el epicentro el cinco de mayo de 1989 del terremoto de mayor magnitud registrado en el archipiélago en los últimos setenta años, pues alcanzó los 5,2 grados en la escala de Richter y se situó a treinta y seis kilómetros de profundidad, según los datos aportados ayer sobre este hito por parte de la Red de Vigilancia Sísmica del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Científicos como el propio Carracedo no descartan que este tipo de terremotos hayan guardado alguna relación directa o indirecta con el volcán, producto en principio no de una fisura sino de un afloramiento aislado de gases y material magmático.

Este San Borondón de edad no precisada aunque en principio no demasiado antiguo que se esconde bajo un abismo de aguas atlánticas evoca el mito de las islas imaginadas y, sobre todo, supone un indicador más de que, nos demos cuenta o no, Canarias es un animal volcánico que respira fuego, en su mayor parte a través de 'branquias' submarinas. Según Carracedo, "hay miles de volcanes" bajo el manto azul insular. Este volcán es uno de los ejemplos más espectaculares, pero no el único.

Carracedo recordó ayer que a un centenar de kilómetros al sur de El Hierro crece otro titán de fuego sobre un lecho marino situado también a unos cuatro kilómetros de profundidad que, según todos los indicios, apunta con lentitud pero con seguridad hacia la superficie con la intención de formar parte de la aventura atlántica canaria en un futuro geológico. "Está creciendo y sigue en erupción de vez en cuando. Ahí sí que se está formando una nueva isla", corroboró ayer Carracedo.

Las aguas de Canarias esconden más de lo que pueda imaginarse. Haría falta de hecho más imaginación de la necesaria para creer en el mito de San Borondón. Algunos deberían creer más a los científicos. Canarias, sin duda, es territorio volcánico. En El Hierro ya nadie lo duda.