El principio y el fin poseen límites imprecisos. Los fondos de La Restinga, en el mismo lugar donde una erupción volcánica ha reducido a escorias y cenizas un paradisiaco mundo submarino, se han convertido en un viaje al pasado que puede aportar pistas sobre el origen de la vida en el planeta. La astrobiología, ciencia que rastrea el eco de los primeros latidos de vida en los tiempos primitivos y su posible existencia en el Universo, ha fijado sus ojos en El Hierro a través del geólogo José Antonio Rodríguez Losada, del grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad de La Laguna, y el investigador del Centro de Astrobiología Jesús Martínez Frías. "Se podría estar reproduciendo uno de los escenarios del origen de la vida", comentó ayer este último, con unas palabras que sumergen la imaginación en una especie de charca originaria en la que comenzó a fraguarse el mundo que conocemos.

La clave procede de las entrañas de la tierra y ha terminado flotando en la superficie del mar de Las Calmas. "La idea surge de la recepción de estos materiales flotantes y que están siendo objeto de cierta polémica acerca de si se trata de traquitas o riolitas. Lo cierto es que se trata de recopilar estos materiales sumamente porosos y recién sacados del horno, por así decirlo", ex- plica a este diario Rodríguez Losada. "Una de las hipótesis sobre el origen de la vida es que tuvo lugar en un entorno volcánico, presumiblemente de naturaleza submarina y aprovechando precisamente materiales de esta naturaleza, con estas texturas y con la superficie de reacción más alta del mundo", destaca.

Hay varios aspectos que convierten a estas pumitas (similares a piedras pómez de suma ligereza) en posibles portadoras de una de las varitas mágicas de la vida en la Tierra. "Posee una gran cantidad de cavidades que pueden convertirse en nichos para la inclusión de materia orgánica", indica Martínez Frías. A esto se suma el hecho de que tienen una gran capacidad de absorción de metales, fosfatos y otros compuestos de distinta naturaleza, así que cada una de ellas podría ser el escenario perfecto para la interacción entre elementos orgánicos e inorgánicos. "Es un material idóneo para realizar experimentos de tipo astrobiológico y hacer simulaciones sobre ellos que permitan un mejor conocimiento de cuál pudo haber sido el entorno primigenio del origen de la vida", concluye Rodríguez Losada.

Diversas teorías apuntan a que los primeros habitantes de la Tierra, hace alrededor de 4.000 millones de años, eran capaces de sobrevivir en condiciones aparentemente infernales. "Esto pone a nuestra disposición unos materiales sobre los que se pueden simular experimentos de naturaleza astrobiológica e incluso literalmente ponerlos como alimentos de bacterias litófagas que realmente son unos organismos extremófilos como los que debieron existir en etapas muy primigenias y que no tuvieron otro alimento que el propio entorno volcánico o rocoso", agrega Rodríguez Losada.

"No queremos decir que estos materiales sean roca huésped de flora bacteriana extremófila", matiza el científico, "pero investigaremos esta posibilidad, así como que pudiera contener restos orgánicos. Pero hay que tener en cuenta que este material ha sido recalentado en exceso, así que si el magma ha recogido o engullido restos orgánicos durante su ascenso es posible que se hayan desintegrado o que queden restos, y en esto se basa esta línea de investigación".

Martínez Frías, además, re- calca que El Hierro se ha transformado en un laboratorio natural de primer orden para la ciencia. La Isla del Meridiano tiembla y se siente cercada por el fuego al mismo tiempo que se convierte en un banco de pruebas en pleno océano.