Ni rastro de erupción en El Golfo. Hasta el momento, los científicos a bordo del Ramón Margalef no han constatado la salida de gases o material magmático en el norte de la Isla, pero siguen alerta, ya que la sismicidad hace tiempo que cogió su epicentro y se mudó a Frontera. Ésta es una de las últimas aportaciones del buque, una maravilla tecnológica del Instituto Español de Oceanografía (IEO), recién sacada del astillero, que ha regalado a la ciencia y la posteridad las primeras imágenes del álbum sumergido de la erupción herreña.

La campaña se ha dividido en cinco partes. Unas se han referido a la cartografía del proceso eruptivo, otras a la toma de imágenes reales y el resto a la toma de muestras. En la fase actual, los científicos trabajan tanto en el sur como en el norte de la Isla, donde los sismógrafos señalan la posibilidad de que se abra otra boca. "Cuando el Pevolca nos pidió que fuésemos a El Golfo no detectamos ninguna anomalía, ni fisura ni salida de lava. Luego hemos repetido las prospecciones y tampoco hemos encontrado señal de actividad en este sentido", señala Juan Acosta, geólogo del IEO, con 39 años de experiencia, "ilusionadísimo" con la oportunidad que le ha brindado la naturaleza. En su jefatura de campaña se tomaron las imágenes de ecosonda que dieron la vuelta al país. "Estamos encantados, porque el barco y los equipos han funcionado a las mil maravillas, a pesar de que algunos buques de este tipo tienen que estar meses haciendo pruebas antes de emprender una misión". Acosta cree que el Ramón Margalef llegó "cuando tenía que llegar". "Hemos tenido la posibilidad de navegar sobre el cono en varias ocasiones. Tenemos el modelo digital de un volcán de 14 días de vida, no conozco literatura de ningún otro caso en el mundo. Además, en los momentos del burbujeo no podíamos trabajar en la zona", afirma el geólogo, muy satisfecho con las medidas de seguridad que se han ido tomando. "Lo único que se ha notado es que la pintura del buque se ha corroído, pero eso no es nada. En todo momento estamos en contacto con el Pevolca, Protección Civil y la Marina por el canal 16 de la radio y, en cualquier situación de riesgo, nos avisan para salir del área afectada", agrega.

La búsqueda

Los primeros días -el Margalef llegó a la isla el día 24 de octubre- se trataba de buscar el edificio volcánico. "Los fondos de Canarias están plagados de pequeños conos como el que está activo en el Mar de las Calmas, pero pudimos encontrarlo gracias a la comparación, con un sistema informático, de la batimetría que hicimos en 1998 con el Instituto Hidrográfico de la Marina, a bordo del Hespérides", detalla Acosta.

La primera imagen que salió a la luz venía con la valiosa información de las medidas del volcancito. 100 metros de altura, a 300 metros de profundidad, con una base de 600 metros de diámetro y un cráter de 120 metros de ancho. Estos datos fueron captados con la ecosonda, pero luego vino el turno de la joya de la corona, el Liropus 2000, un robot que permite tomar fotos y vídeo, que ha luchado con lo que Acosta define como "sopa de sedimentos". "Llegamos a posar tanto el Liropus como el trineo en el fondo y no se veía nada". Lo que sí ha podido captar es un manto de restingolitas que cubren toda la zona. "Los piroclastos salen a flote, porque son muy porosos y están muy cargados de gases, pero, una vez que se liberan, se hunden y tapizan grandes áreas alrededor del cono", aclara el investigador.

En cuanto a la morfología del volcán, los cambios no son demasiado apreciables en cuanto al edificio principal. Además del pequeño colapso que anunciaron los científicos días atrás y la salida de gran cantidad de metros cúbicos de lava, más de 5,5 entre el 24 y el 28 de octubre, lo más apreciable en estos momentos es un derrumbe de una de las paredes del valle donde se asienta. "En cuanto a la altura, no parece que haya cambiado demasiado, lo que sí hemos visto es que ha cedido parte del bloque del oeste de la fisura sobre la lengua de lava", indicó el científico.

El Golfo

Las dificultades en la campaña del norte son distintas. Si en el Mar de las Calmas el hándicap es la propia actividad volcánica y la consiguiente turbidez, en El Golfo el problema es el enorme abismo que se aprecia en la batimetría. "Las profundidades de todas las islas canarias son enormes, enseguida se cogen los 1.000 metros. Las ecosondas que llevamos en el Ramón Margalef van de los cuatro a los 2.000 metros, y necesitamos aparatos que alcancen mayores profundidades. Habría que pensar en un reconocimiento con barcos que sí llevan sondas de mayor profundidad, por ejemplo, el Sarmiento de Gamboa o el Hespérides, que, aunque no logran la gran precisión que dan estos nuevos equipos, sí pueden aportar información valiosa", agrega Juan Acosta.

El geólogo está muy satisfecho con la oportunidad que se ha presentado y con la manera en la que se ha gestionado la parte científica. "El volcán ha tenido un seguimiento previo sismológico tremendo. El re- conocimiento submarino se ha hecho con 15 días del vol-cán. La metodología y los equipos son los mejores disponi- bles hoy día. No conozco un caso tan bien seguido, tan bien monitorizado y de tanta calidad. Todos los datos que saquemos de aquí serán extrapolables al resto del volcanismo submarino de Canarias".

Juan Acosta suena optimista al otro lado del teléfono. Se nota que le apasiona lo que hace, pero no sólo de piedras vive el geólogo. Sus últimas palabras en la conversación son para la población herreña. "Han demostrado un comportamiento que es para quitarse el sombrero. Es un drama económico y sentimental. Merecen todo nuestro respeto".