La vecina de la segunda planta del bloque III del edificio Guaydil de Jinámar, Yanely Hernandéz, cada vez que llueve teme por su vida. Si cae una de las piedras que se pueden ver desde la ventana de su dormitorio, puede que luego no sobreviva para contarlo. "Llevamos años denunciando esta situación y nadie nos hace caso. No entiendo por qué una persona debe vivir aterrada cada vez que caen dos gotas. No es vida para nadie y nosotros nos merecemos una vivienda digna y segura", explicó Hernández desde la ventana de su habitación. Al ubicarse su vivienda en un segundo nivel de altura, esta vecina en principio no forma parte de la lista de vecinos realojados por las lluvias. Sin embargo, Hernández prefiere pasar la noche en un hotel que en vela, "sin pegar ojo", y rezando porque una piedra no entre precipitadamente por su ventana y atraviese los escasos 40 metros cuadrados de superficie que tiene su apartamento.

El matrimonio de jubilados compuesto por Cristóbal y Fela tuvo que "hacer de tripas corazón" y salir a la calle sin destino garantizado con solo un bolso de mano. "¡Pero Fela, no llores, que no es el fin del mundo. Ya verás como todo se soluciona!", le susurraba Cristóbal a su mujer tras enterarse por la Policía Local que aquella noche y algunas otras más debía dormir en un hotel. Sin prisa pero sin pausa, Cristóbal dejó claro a los agentes que él primero iba a comerse el almuerzo que la mujer le había preparado en el caldero, "por eso de que no eran horas para estar haciendo la maleta", luego se cambiaría de ropa y ya después saldría de su casa. "Fela, con las prisas solo espero que no se me olviden las medicinas. En estos casos de emergencia, la cartera, el teléfono móvil y el tratamiento es lo primordial, lo demás carece de importancia", repetía en voz alta Cristóbal a su esposa desde el salón mientras enseñaba a los agentes la "tonga" de pastillas que debe tomarse a diario.