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La huella canaria en EE UU

Los vínculos históricos entre el Archipiélago y el Nuevo Mundo se forjaron, desde el siglo XV, a través del comercio y la emigración

La huella canaria en EE UU

Para conocer y entender la relación que existe entre el Archipiélago canario y el país que pronto dirigirá Donald Trump, hay que remontarse, nada más y nada menos, que a los tiempos de Cristóbal Colón. El vínculo entre las Islas y el continente americano se tejió casi al instante del descubrimiento con los hilos del comercio. Pero poco a poco también se forjó gracias a emigración que pisó por primera vez la tierra yanki en el siglo XVIII y que, de haber llegado ahora, se habría encontrado con las puertas cerradas gracias a la política proteccionista del flamante presidente electo. No obstante, de la historia no se puede renegar y la huella de aquellos inmigrantes isleños pervive todavía en el territorio norteamericano donde se asentaron y fundaron varias ciudades que llegan hasta nuestros días. San Bernardo o Baton Rouge, en el estado de Luisiana, San Agustín de La Florida o San Antonio de Texas, son algunas de ellas.

Antes de dirigirse hacia el Nuevo Mundo, al almirante arribó desde el puerto onubense de Palos a Gran Canaria. Si bien fue San Sebastián de La Gomera desde donde partió el Colón el 6 de septiembre de 1492 en un periplo que le llevó, en primer lugar, hasta una pequeña isla de Las Bahamas conocida por los autóctonos como Guanahani y que más tarde fue bautizada como San Salvador, tal y como recuerda el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Juan Manuel Santana. Fue en su segundo viaje a América (25 de septiembre de 1493- 11 de junio de 1496), cuando "Colón se llevó a un guanche para que le hiciera de intérprete con los indios", asevera Santana. También se transportaron en aquella ocasión desde el Archipiélago, plantas como la caña de azúcar o animales como el cerdo, según apunta el catedrático de Historia de América en la Universidad de La Laguna (ULL), Manuel de Paz.

Monopolio sevillano

Y es que a pesar de que era Sevilla quien "tenía el monopolio" de la Corona para comerciar directamente con las colonias, Canarias era la excepción que también contaba con ese privilegio. Fue así como se inició el negocio de la exportación de una amplia variedad de productos como el azúcar, el vinagre, la barrilla, la cochinilla, o el vino (este último, generalmente, de manera clandestina), entre otros. Así como se importaban otros como cacao, cueros o plata a partir del Reglamento de 1718, que dotó de un marco legal esta actividad.

El tráfico de esclavos también estuvo relacionado con las Islas. De hecho, en el libro Crónicas de Arucas, San Agustín de la Florida y Cuba del historiador y abogado, Armando Curbelo, se hace mención a un negrero canario de Puerto Rico llamado Ignacio Marrero. La esclavitud estaba arraigada en la sociedad americana de la que miles de canarios formaban parte desde el siglo XVIII. La nueva normativa que llegó con los borbones trajo consigo el conocido como tributo de sangre, una forma de emigración basada en la obligación de llevar en los barcos que iban hasta América a cincuenta familias de cinco personas por cada mil tonelada de carga, so pena de pago de un impuesto en caso de negarse a tal transporte. Los isleños que llegaban a las colonias vivían, sobre todo, del cultivo de la tierra y del tabaco.

A pesar de que Cuba era el principal destino, así como Venezuela y Puerto Rico, la inmigración canaria también llegó a Texas, donde 16 familias procedentes de Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote fundaron la ciudad de San Antonio de Texas, que hasta entonces había sido una misión para la evangelización de los indios, tras una larga expedición por tierra a lo largo de un año desde Veracruz, relata Manuel de Paz. Ellos fueron los creadores del Ayuntamiento de San Fernando de Béjar, cuyo "primer alcalde fue el lanzaroteño Juan Leal Goraz". En total, fueron 110 los munícipes canarios que dirigieron la localidad, como así recordó en mayo durante su visita a Gran Canaria su actual regidora municipal, Ivy Taylor. Asimismo, aquellos colonos "realizaron importantes obras hidráulicas y crearon la parroquia bajo la advocación de la Virgen de La Candelaria", añade en su artículo el catedrático de la ULL.

A través de la Real Compañía de La Habana, los isleños también recalaron en el estado de Florida, y allá por 1763 eran ya casi 250 los que se habían instalado en San Agustín. Asimismo, en 1777, la Corona decide poblar Luisiana y para ello manda a 4.000 canarios de los que tan solo llega la mitad al destino. Allí, constituyeron cuatro poblaciones: Barataria, Gálvez Town, Valenzuela y San Bernardo. Esta última fue tan solo la que prosperó y tanto la cultura como el habla canaria se mantuvo hasta casi nuestro días, explica Manuel Hernández. Muchos pescadores de origen canario también se trasladaron hasta Tampa y Cayo Hueso (Key West) desde donde abastecían a Cuba. Estos lugares se convirtieron además "en centros tabaqueros favorecido por los norteamericanos".

A finales del siglo XIX la población canaria también se vio envuelta por la Guerra de Cuba. No solo aquellos que allí vivían por aquel entonces, también las miles de personas que fueron reclutadas en 1895 las Islas para formar el Batallón Regional de Canarias, con el objetivo de perpetuar el rechazado dominio colonial español. La mayoría lucharon contra la insurrección comandados por el general Valeriano Weyler, a quien se le atribuye la antesala de los campos de concentración fascistas. No obstante, y a pesar de que el 90% de los isleños desertó y se dirigió a Venezuela, como apunta Hernández, muchos también lucharon del lado de los rebeldes independentistas del ejército mambí.

Acorazado 'Maine'

En 1898, los métodos de Weyler que aniquilaron por hambruna y enfermedades de miles de campesinos que fueron reconcentrados en aldeas vigiladas, provocaron la entrada de Estados Unidos que reclamaba que el enfrentamiento afectaba a sus intereses económicos. Fue ese el motivo por el que mandaron a La Habana el acorazado Maine que estalló, sin previo aviso en su había el 1898. El conflicto hispanoamericano que acabó con la victoria de EE.UU., sumado al Tratado de París, hizo que ese año España perdiera definitivamente Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Pero esto no hizo que decayese la presencia canaria en América. De hecho, en 1902, dos grancanarios se lanzaron al nuevo continente "en busca de la prosperidad que le negaba su tierra", según relata en un reportaje para este periódico Daniel Millet. El periodista narra la resalta la historia de Antonio y María Cruz porque son, precisamente, los bisabuelos del senador republicano norteamericano Rafael Edward Cruz, más conocido como Ted Cruz. El representante del Tea Party, tal vez se podría haber mudado a la Casa Blanca de no haber sucumbido en las primarias ante su contrincante por la candidatura republicana, el actual ganador de las elecciones de Estados Unidos, Donald Trump.

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