Murió masacrado. Y su cráneo, roto en la zona superior por una limpia y profunda fractura, era la prueba más evidente de ello. Se trataba del cráneo de un aborigen grancanario de entre 20 y 30 años que habitaba entre los siglos XIV y XVI la zona de Agaete, en el noreste de la Isla, y todo indica que su muerte se produjo debido a las heridas sufridas a consecuencia del brutal ataque que recibió de, al menos, dos personas armadas con largas espadas y lanzas con punta de metal, seguramente conquistadores castellanos. "El individuo presenta en su esqueleto un total de 13 heridas que van desde el cráneo hasta la cintura pélvica, afectando a diferentes unidades óseas: cráneo, mandíbula, vértebras, escápulas, costillas, esternón, húmero y pelvis", explica este trabajo elaborado por Jonathan Santana-Cabrera, Amelia Rodríguez Rodríguez, María del Cristo González Marrero y Javier Velasco Vázquez (del grupo de Investigación Tarha, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) y Teresa Delgado Darias, de El Museo Canario, autores de este estudio sobre el que se considera como el primer homicidio del cual hay registro y pruebas en la historia de Canarias.

Todas las lesiones identificadas en el esqueleto de este aborigen grancanario, localizado en una cueva de la necrópolis de Los Acarreaderos, pueden clasificarse muy probablemente atribuidas a golpes propinados con armas de filo y hoja larga. Aunque no se ha podido establecer claramente si se trataba de una o varias espadas las usadas por sus atacantes, las heridas fueron provocadas desde diferentes posiciones y con distintos ángulos de ataque, afectando al sujeto en un único episodio de violencia, lo que se traduciría en un evidente ensañamiento hacia un isleño que, con probabilidad, iría semidesnudo, cubierto con tejidos vegetales, y armado únicamente con un garrote o un magado (una especie de espada de madera como la describen las fuentes). Incluso podría llevar un rudimentario escudo para cubrirse. Ninguna de las lesiones presenta signos de recuperación y la gravedad de algunas permite afirmar que fueron la causa directa de su muerte.

Hablamos de una época convulsa. Sumamente violenta. Tras el fracaso de algunos intentos anteriores, en el período que comprende entre 1478 y 1483, la Corona de Castilla acometió la definitiva conquista de Gran Canaria. Fue tiempo de cruenta guerra que diezmó a la población insular: enfrentamientos armados, deportaciones, esclavitud, muertes por transmisión de nuevas enfermedades o por la inanición provocada por la destrucción de las cosechas indígenas. Según algunos cálculos, este proceso supuso la pérdida de entre un 65% y un 85% de la población de Gran Canaria. Las consecuencias negativas de todos estos acontecimientos fueron sufridas especialmente por los hombres, como así han demostrado, entre otras pruebas, los estudios genéticos. En efecto, sólo en torno a un 10% de la población canaria actual desciende de los indígenas varones, mientras que este porcentaje se eleva al 50% cuando se trata del linaje materno. El número de heridas identificadas es más elevado del que suele ser habitual en otros ejemplos bélicos medievales y modernos, tanto en contextos europeos, como los conocidos para el proceso de conquista de territorios americanos. La víctima fue amortajada con la ayuda de envolturas funerarias confeccionadas en tejido vegetal.