Casi se extinguieron hace 50 años, tras haber sido básicas en la economía y alimentación de los auaritas, los aborígenes palmeros. Con su fabulosa cornamenta espiral, dominaron valles y barrancos de La Palma, pero la creencia de que todas las cabras canarias pertenecían a una sola raza, argumentando así el cruce entre la palmera y la majorera y la tinerfeña, propició su desaparición hasta que hace unos años se desarrolló un trabajo para depurar la raza en una iniciativa muy complicada. Hoy la isla recoge sus frutos con un censo de casi 11.000 animales, de los cuales 8.000 están inscritos en la Asociación de Criadores de Cabras de Raza Palmera, que son quienes han impulsado un estudio para dar a conocer el valor de este animal.

De origen prehispánico, los últimos ejemplares salvajes se extinguieron hace 50 años en la isla de La Palma: hasta entonces eran frecuentes los cruces entre cabras silvestres, denominadas jairas, y domésticas, también conocidas como guaniles, lo que ha influido en el carácter y nivel de jerarquización de la raza. Cuando la isla se incorpora a la Corona de Castilla en 1543 se tiene constancia de la existencia 20.000 ovejas y cabras en La Palma.

Según el informe de la Asociación de Criadores de Cabras de Raza Palmera, cuyo presidente es Moisés Carmona Fernández, se prevé el aumento del censo actual de 11.000 ejemplares, ya que se observa el gran esfuerzo de los ganaderos por lograr una buena reposición para ir mejorando los niveles productivos: dejando la recría de sus mejores animales para ir sustituyendo los adultos menos productivos. En total están registradas en La Palma 57 ganaderías con un total de 263 ejemplares machos y 7.767 hembras de raza palmera.

En la actualidad, la explotación tipo de cabra palmera es una explotación familiar pequeña con una media de 104 animales en régimen semiextensivo, con una miniquesería artesanal asociada. Existe dedicación exclusiva y se compatibilizan varias actividades profesionales, la de ganadero, la de quesero, la de distribuidor del producto final a punto de venta, y la de recolector de forrajes autóctonos de alto valor nutritivo. Según el número de personas de la unidad familiar que se dediquen al negocio se pueden tener mayor o menor número de animales, y normalmente el límite de animales adultos para ser atendido por una sola persona suele estar entre 120-150, más un mínimo de 20% de animales de recría.

La jaira se adapta peor que otras razas canarias y peninsulares al sistema intensivo de producción. Por su gran rusticidad, jerarquía y temperamento, es un animal que requiere de un sistema de explotación semiextensivo para ofrecer su máximo potencial.

Dada la calidad excepcional de su leche, al poseer el mejor porcentaje de proteína conocido en las razas caprinas de aptitud lechera del mundo, y un muy buen nivel de grasa, podríamos considerarlo el animal ideal para todo aquel ganadero que esté interesado en la explotación de animales en semiextensivo, con aprovechamiento de recursos forrajeros locales en zonas no agrícolas, con producción enfocada a la elaboración de queso o cualquier otro producto lácteo para satisfacer la demanda de un consumo a nivel local de productos de máxima calidad.

De cabeza pequeña, la cabra palmera tiene cráneo triangular, con tupé más o menos desarrollado en algunos ejemplares, sobre todo en los de más pelo. Fino, sin mamellas y cubierto de pelo en los machos. Tiene tronco cilíndrico, con costillares redondeados, y gran anchura de pecho en los machos. Cuenta con grupa ancha y redondeada.

Sus extremidades no muy largas, con buenos aplomos, como corresponde a una cabra característica de montaña, un buen arqueamiento en las nalgas y piernas descarnadas.

El plato fuerte llega en las mamas: de forma globosa y piel fina, con pigmentación que oscila desde un pardo moteado al negro. En algunos ejemplares, donde aparece el blanco en la capa, la mama puede presentar despigmentaciones. Pezones generalmente pequeños. En los machos, los testículos están bien proporcionados, siempre recogidos y muchas veces acabados en punta.

La cornamenta es de tipo espiral heterónima, abierta desde su nacimiento, adquiriendo caracteres espectaculares en los machos. En función de la abertura, la inclinación hacia delante y la forma de la espiral, los podemos clasificar en: empinada y velera; abiertas y esmarañadas y carabuca y brocas (que son los cuernos inclinados hacia adelante).