Cuando el sábado 1 de julio Manolo Márquez recibió la llamada de la UD Las Palmas, el ahora entrenador del primer equipo se encontraba de vacaciones y planificando la temporada con el filial en Segunda División B. Su candidatura, que había estado sobre la mesa unos meses antes, ya había sido descartada en detrimento de Roberto De Zerbi. El italiano era el hombre elegido pero su litigio con el Palermo se alargó tanto que desesperó a la entidad. Fue, en la práctica, una destitución porque el italiano ya ejercía. Un culebrón de esperpento del que la UD salió recurriendo a la lógica. Miró hacia abajo y encontró a Manolo Márquez, que había completado una de las mejores temporadas en la historia del filial en Tercera División.

Sus virtudes -el sentido común, la coherencia, el conocimiento del club y la honestidad- le hacían el hombre adecuado en semejante contexto, a pesar de ser un 'rookie', para continuar con el modelo de Quique Setién. Para tapar sus defectos, sobre todo el de la falta de experiencia en la élite y, con ello, la autoridad en un vestuario de estrellas, el club reclutó a Juan Carlos Valerón y Paquito Ortiz, dos leyendas del club y nexos perfectos con el grupo. Con el de Arguineguín, además, ya había trabajado codo con codo durante muchas horas el año pasado, por lo que debería ayudarle en la tarea de manejar el vestuario. De esa improvisación la UD creó, con decisiones tomadas en cuestión de horas, un cuerpo técnico repleto de novatos al mando de un equipo de Primera División.

Quedaba tan solo una semana para el inicio de la pretemporada y esa llamada inesperada obligó a Manolo Márquez a cambiar sus planes. El comienzo no fue, ni será, nada fácil. Es el mayor rival del catalán -descendiente de canarios-, que necesitará buenos resultados en las primeras jornadas que avalen su figura. Por muchos motivos. Porque llegó con la etiqueta de segunda opción, porque tiene la sombra alargada de Quique Setién en el cogote, porque el calendario no le ayuda y porque hereda un equipo con poco equilibrio táctico que ha perdido su pieza clave en el centro del campo.

Esa ha sido su principal misión desde el primer entrenamiento. Encontrar un sustituto para Roque Mesa, algo que el club no le ha proporcionado en el mercado, al menos de momento. Por eso el nuevo entrenador ha estado obsesionado durante la pretemporada con el equilibrio. Tiene asumido, como todos, que la UD tendrá facilidades para marcar goles, que jugadores como Jonathan Viera, Vitolo, Tana, Halilovic o Calleri garantizan juego de toque, ocasiones y goles. La entidad le ha dado un talento ofensivo de los mejores de la zona media de la tabla, a pesar de la marcha de Kevin-Prince Boateng, pero tendrá que sudar para sostenerlo y alimentarlo.

El debate del mediocentro

Por eso en su libreta la mayor parte de las notas la ocupa todo lo relativo con el centro del campo. Sustituir a Roque Mesa, el traspaso más caro en la historia del club, es el gran quebradero de cabeza. Para ello ha hecho numerosas pruebas. A nivel táctico el debate ha sido si fortalecer el medio con un doble pivote o mantener el sistema de 4-1-4-1. Han probado Mauricio Lemos, Aythami Artiles y Fabio González, del filial, así como Javi Castellano y Hernán Santana, recuperados para la causa tras un par de temporadas plagadas de lesiones. A la espera de la recuperación de Vicente Gómez y el cierre del mercado, el mediocentro y el rigor defensivo es la principal duda que deja esta UD Las Palmas, que en la defensa y en la portería cuenta con individualidades de alto nivel.

Y es que la plantilla está más que cualificada para lograr el objetivo de la permanencia pero Márquez hereda los mismos problemas, incluso más acuciados, que tuvo la UD en la temporada pasada. Todo ello ha provocado que en los partidos de pretemporada se haya visto a una UD más pragmática. Mantiene la intención de hacer daño a través del balón pero no es tan metódico. Renuncia a un punto de elegancia y perfección en la búsqueda de seriedad defensiva. No le cuesta tanto pegar un pelotazo y en el día a día trabaja más el orden táctico y el balón parado. No habrá broncas para los que se quiten el balón de encima en caso de presión.

Con esa pócima buscará Manolo Márquez asentarse en la élite. A sus 48 años cuenta con una larga trayectoria en conjuntos de Segunda B y Tercera de Cataluña. Su vínculo con Gran Canaria y sus conocimientos hicieron que el club amarillo se fijara en él desde hace años, cuando hizo un cásting en el que se decantó por Sergio Lobera. El abuelo de Manolo Márquez fue presidente del Real Club Victoria, uno de los cinco equipos fundadores de la UD Las Palmas, y él pasó algunos años de su infancia en la Isla, por lo que siempre ha sido aficionado del club amarillo y su sueño sincero era estar al cargo del equipo.

Ahora le llega la oportunidad. De rebote, sin experiencia previa en la élite, con un vestuario repleto de vacas sagradas, deberes tácticos por delante y la sombra de Quique Setién. Pero lo hubiera firmado en esa mañana del 1 de julio.