Munich o München, como dicen los nativos, es para muchos la capital mundial de la cerveza. Acoge durante los meses de septiembre y octubre tres semanas dedicadas al noble arte del 'bebercio', el Oktoberfest. Replicada en todo el mundo, desde Manila hasta San Mateo.

Sus hombres con bigotes y tirantes y sus mujeres con trajes bávaros de apretado corsé con enormes jarras de cerveza es un evento que hay que experimentar al menos una vez en la vida. Pero no todo el mundo puede viajar a la capital de Baviera en esas fechas. Por suerte, la ciudad está repleta de cervecerías, pero hay una, donde se celebra la Fiesta de la Cerveza a diario; la Staatliches Hoftbräuhaus, siuada en la céntrica Marienplatz.

Fundada en 1589 por el duque Wilhem para suministrar 'pan líquido' a la Casa Real y solo los miembros de la nobleza tenían permitido la entrada a este templo cervecero. Poco a poco, iría adquiriendo un aspecto más popular.

Todos estos años de historia hacen que por este establecimiento hayan pasado personajes ilustres del discurrir de la humanidad. Un genio como Wolfgang Amadeus Mozart llegó a componer algunas de sus piezas maestras en este lugar, la emperatriz Sissi escapaba de la rutina de palacio y un desconocido Vladimir Ilich Uliánov, conocido posteriormente como Lenin, llegó a idear la Revolución Bolchevique, que este año celebra su centenario, entre estas cuatro paredes.

Tal era la importancia de este recinto que llegó a ser una de las prioridades de los bombarderos aliados durante la II Guerra Mundial, ya que Adolf Hitler era muy aficionado al lúpulo y cebada de este lugar, en el que se sentaron las bases del Partido Nazi.

A pesar de este episodio tan negro, el líder soviético dejó constancia de lo siguiente y es que"una buena cerveza, acaba con toda lucha de clases".