A un lado de las aguas del Bósforo se adentra Asia. Hacia el otro, se extiende Europa. Y alrededor se asienta Estambul. Así, más o menos con estas palabras, el dramaturgo José de Espronceda la describe en su célebre poema 'La canción del pirata'.

Es la única urbe del mundo que vive en dos continentes. Antes conocida como Constantinopla y, mucho tiempo atrás como Bizancio, es una ciudad monumental e inmemorial, capital de imperios y el puente de unión entre Oriente y Occidente.

A su vez, dentro del lado europeo, la ciudad la atraviesa el Cuerno de Oro, un estuario que divide la Estambul más antigua, que vive aún en los recuerdos y encantos del Imperio Bizantino y Otomano de Justiniano y Solimán, del Estambul más moderno y europeo: de los túrísticos minaretes y cúpulas de la Mezquita de Santa Sofía y la Mezquita Azul, la Cisterna Basílica, el Palacio de Topkapi o el bullicioso y único Gran Bazar hasta la moderna Torre de Galata, o la transitada y céntrica plaza Taksim.

Pero, sin duda, uno de los grandes atractivos es atravesar el Bósforo en barco para aventurarse en la cara asiática de la ciudad. La más exótica y a su vez la más extensa, única y desconocida que se aleja de todo canon turístico y muestra un lado más real y auténtico de su cultura y sus gentes.

Además, mientras más alejado del epicentro turístico, se podrá vivir una experiencia más propia del lugar. Y en cuanto a la gastronomía, el perderse entre la multitud de callejuelas permitirá subir las probabilidades de encontrarse con algún local que permita conocer las delicias y placeres autóctonos.

Hoy en día Estambul se alza como una metrópolis que mira con tanto orgullo al pasado como al futuro, y cuya pluralidad histórica explica la diversidad de su gente, en donde conviven turcos, griegos, armenios, musulmanes, cristianos, judíos..., y dan validez a las palabras de Napoleón Bonaparte, y es que, "si la Tierra fuese un solo Estado, Estambul sería su capital".