Empieza a ser absolutamente preciso calificar a Riad Sattouf como una de las más importantes referencias del actual cómic francés: su celebridad hoy es absoluta gracias al retrato de su propia infancia en Libia y Siria, en El árabe del futuro, una de las novelas gráficas más celebradas de los últimos años y de la que se han publicado ya dos libros (vendrán más, la obra está inconclusa). También en España de la mano de Salamandra. Antes de este éxito que le ha valido comparaciones (quizá demasiado reduccionistas) con Marjane Satrapi, Sattouf ya era una celebridad en el cómic humorístico gracias a sagas como Pascal Brutal o sus desvergonzadas memorias onanistas. También es colaborador de Charlie Hebdo. Pero El árabe del futuro, poniendo una sordina de amargura a su humor, le ha catapultado al estrellato. Y desde ese podio ha entregado ahora Los cuadernos de Esther, más concretamente su primer álbum ( Historia de mis 10 años). En España lo edita Sapristi.

En esta serie cambia de dirección respecto a su autobiografía, y se ha puesto el reto de, a razón de un álbum por año, retratar el crecimiento de Esther, una niña de, claro, 10 años, a la que veremos crecer hasta los 18. En su primer año de vida historietística, en este álbum, Sattouf vuelve a demostrar algo que ya conocemos. Su enorme capacidad de observación, comprensión y empatía. Pocas veces se ha visto tan bien reflejada la compleja cabeza y el mundo propio de un niño o niña de diez años en un cómic. Los monólogos de Esther son tan naíf como desarmantes, la caracterización de los personajes, hasta el más circunstancial, precisos. Y el humor es casi balsámico, pero que nadie se engañe, esta amabilidad y cariño puestos por el autor en su retrato no enmascaran un representación ácida de la sociedad actual. Y del mundo infantil, con sus pequeñas-enormes crueldades.

Del dibujo de Sattouf y la fabulosa capacidad de construir sus páginas hay que recalcar una pericia a la que pocos autores alcanzan hoy, una economía y sabiduría al alcance de maestros. Riad Sattouf ya lo es, y Los cuadernos de Esther, álbum a álbum, año a año, va a aspirar a convertirse en referente del cómic de esta década y la próxima, ya que entre ambas se completará la saga del crecimiento de Esther.

Ah, Esther no es un personaje imaginario. Es la hija de una pareja de amigos, y este árabe del presente capaz de hacernos reír dibujando una mueca ha bordado ya un retrato de su niñez (y en el fondo, de toda niñez).

Un polvo, dos polvos, tres ...

Cambio de tercio: abandonamos el mundo de la infancia para adentrarnos en el de la edad adulta y el descubrimiento del sexo. Y el uso y loable abuso del sexo.

Pongamos Sex Criminals en su contexto. La editorial Image nació cuando un grupo de dibujantes decidieron, en 1992, abandonar la Marvel para crear sus propios personajes, en un acto de independencia valiente pero sin demasiado fundamento artístico detrás. Aquella Image de tebeos-desastre ha pasado a la historia y hoy es un grupo editorial que ofrece una vía alternativa de cómic blockbuster con cabeza, y con los pies bien asentados en el suelo. Nada de copias baratas y dobles páginas a gogó.

Sex Criminals es una serie del reputado Matt Fraction (guionista de Iron Man, los X Men o Los 4 Fantásticos) y el ilustrador Chip Zdarsky, dibujante de varias series Marvel como la nueva colección del pato Howard. Sin embargo en esta serie para Image se alejan de los personajes Marvel y plantean un thriller sobrenatural y, digamos, tórrido. Argumento del invento: Suzie y Jon tienen una habilidad única: cuando tienen un orgasmo, el tiempo se suspende a su alrededor, paralizándose el mundo entero salvo ellos mismos.

La serie tiene en Suzie a su narrador principal, que nos habla a los lectores rompiendo la cuarta pared -recurso poco original pero que aquí al menos se usa con salero-, relatando cómo descubre a su media naranja Jon, la única persona (que haya conocido ella) que comparte su "poder". A partir de aquí, Fraction y Zdarsky ofrecen un doble relato: el thriller en tiempo presente, qué acontece a partir de que ambas personas se conocen (que acontece además de varios encuentros sexuales, claro); y la confesión del pasado sexual de ambos, sus experiencias, descubrimientos, miedos y, si se quiere, vicios más o menos sanos.

Una premisa sin duda original para el cómic más comercial norteamericano, con un desarrollo en su primer tomo (que edita Astiberri con el subtítulo de Un truco sucio) interesante en su trama más "de thriller" y con cierta crítica socio cultural soterrada, muy conveniente para un siglo XXI cada vez más cómodo en la pacatería. Sin ser una obra fundamental ni acaso sobresaliente (el color efectista o ciertos trucos de trilero narrativo desmerecen a la ingeniosa premisa de la que se parte), Sex Criminals sí que ofrece una sorpresa pícara y cierto discurso de fondo sobre la sexualidad y nuestra sociedad ¿cerril?