El Calígula de Albert Camus no resiste la idea de su mortalidad y es precisamente este conflicto lo que convierte al personaje del emperador romano en eterno, así como su angustia existencial en una cuestión terriblemente vigente.

"Calígula es una obra adecuadísima para este momento", declaró ayer Mario Gas en el Teatro Cuyás, al que regresa después de su imprescindible versión de Incendios, de Wajdi Mouawad, el pasado enero, para inaugurar la primera parte de la temporada 2017/18 en el recinto capitalino. En esta ocasión, el dramaturgo catalán pone en pie una versión fiel a la primera pieza teatral del Premio Nobel de Literatura, que ahonda en el absurdo existencial a través de la figura destructiva del emperador romano y la constatación de nuestra finitud en un mundo eterno.

"Los hombres mueren y no son felices", reza la verdad absurda a la que se enfrenta Calígula -a quien presta voz y gesto un aplaudidísimo Pablo Derqui- tras la muerte de su hermana y amante Drusila, que lo embarcará en una búsqueda de la libertad y lo absoluto en la que pervierte y arrolla todos los valores, a todos los hombres y mujeres, y sobre todo, a sí mismo.

Una obra de este tiempo

"Calígula es una obra de un marcado acento ideológico, con un tirano que, pese a ser destructivo, arbitrario y flagelador, incide sobre toda una ente de corruptos", señala Mario Gas. "La obra, por un lado, aborda la reflexión existencial del ser humano en torno a su finitud, a la felicidad y al compromiso a partir del absurdo de la existencia; y por otro lado, habla de una escritura torcida o no de los que detentan y abusan del poder".

"Calígula al final se da cuenta de que su camino es erróneo, porque se ha dedicado a destruir, a arrasar y a asesinar, así que dígame usted si esa angustia existencial no está presente en nuestros días y si esa especie de tirano aparentemente descerebrado -aunque en Calígula es producto de un dolor existencial- no está presente hoy, cuando miras a derecha y a izquierda, todos los días, en nuestra sociedad occidental", concluye el dramaturgo catalán.

Teatro de las ideas

La dramaturgia de Calígula se inscribe en la estela existencialista camusiana de la novela El extranjero (1942) y el ensayo filosófico El mito de Sísifo (1942), en el que plantea, ante el non-sense de que vivimos para morir, que "sólo existe un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio; juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía".

En este sentido, Gas acomete el desafío de plasmar en escena el imaginario del absurdo y se propone que, además, cale de forma limpia y directa en el corazón de los espectadores.

"Calígula es teatro; aunque sea teatro de las ideas es teatro y nosotros tenemos la obligación de hacer teatro", defiende. "Camus era un gran pensador, novelista, ensayista y dramaturgo, que en este texto sabe ir desgranando muy bien los conceptos para que sean teatrales y no un tratado filosófico sobre la existencia. Por lo tanto, hablamos de un texto denso, pero explicado y vehiculado con unos personajes muy potentes que calan en el espectador de forma nítida -no confundir este concepto con esquemático- y que transmita bien el sentir y pensar de los personajes".

A este respecto, Pablo Derqui sostiene que "el texto es lo suficientemente potente como para confiar ciegamente en que, si se transmite con claridad, llega al público, y ese es el trabajo que hemos hecho cada noche". La contemporaneidad de este "texto irresistible", en palabras de Gas, se hace patente no sólo a través de las palabras de Camus, sino también de la puesta en escena del montaje.

Sin togas romanas

Una de las premisas de Camus fue evitar la representación de Calígula con togas romanas para reforzar la contemporaneidad de la obra y así lo acató el dramaturgo catalán.

"Y son contadas las ocasiones a lo largo de la historia, desde su estreno mismo en París en 1945, con el mítico Gérard Philipe, entre otros, en las que no se ha hecho con togas romanas", apunta Gas. "Pero nosotros partimos de un cromatismo que puede recordar a las togas, pero que es un vestuario absolutamente contemporáneo y atemporal, cuya ubicación geográfica o histórica podría situarse en las modas de los años 30, en el contexto de los fascismos europeos".

En cuanto a su escenografía, que no requiere cambios especiales para su representación en el Cuyás, cabe destacar que este fin de semana Calígula se desenvuelve por primera vez en un recinto cerrado. Después de su estreno en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, que siguió su recorrido en el Teatre Romea de Murcia y en el Grec 2017 Festival de Barcelona, el montaje inicia su gira por teatros en la capital grancanaria, de tal manera que Calígula y el Cuyás combinan hoy un doble arranque.

"En Canarias será la primera vez que representemos esta obra en espacios cerrados", destaca Derqui. "Hasta ahora lo habíamos hecho en festivales de verano, en teatros romanos abiertos, así que venimos a Canarias con mucha curiosidad por ver cómo respira la obra en un sitio cerrado".

El Calígula de Derqui

El personaje destructor que construye Pablo Derqui a las órdenes de Mario Gas rehuye de "el error es presentar a Calígula como un loquito patológico al que simplemente hay que aniquilar, porque el problema es transmitir justamente lo contrario, que Calígula es un hombre afectado por el dolor y eso le hace entrar en una actitud vital absoluta y radicalmente equivocada y que siembra el mal. Eso nos sonará de mucho. Y eso es fundamental que lo den los actores y, sobre todo, Calígula", apunta el dramaturgo.

La obra se articula en "un monólogo de nueve voces", que sustenta en escena un plantel integrado por Borja Espinosa, Mia Esteve, Bernat Quintana, David Vert, Pep Ferrer, Pep Molina, Anabel Moreno y Ricardo Moya, pero que encabeza el monologuista central, en la piel de Derqui.

"El personaje de Calígula, que tiene el 85% de intervenciones de la obra, requiere a un actor que sea capaz de convertir el texto de Camus en un personaje escénico, dotándole de un alma y una potencialidad que viaje hacia el espectador y que asuma todo eso que se dice en palabras, que vienen de las ideas, con una corporeidad, un sentimiento y una claridad hacia el público", explica Gas. "Para eso hace falta un gran actor capaz de transmitir todos esos colores y registros, y yo lo tenía. Sin Pablo Derqui, no hubiese montado esta obra. Hay obras en que, si no tienes al personaje masculino o femenino, es mejor no hacerlas. Calígula es una de ellas".

A este respecto, Derqui confiesa su propio conflicto: "Al principio estaba asustad, por si iba a ser capaz de hacer un personaje como Calígula, pero con la salvaguarda de Mario me siento, sobre todo, motivado. Calígula es de estas oportunidades que te regala la profesión, porque hay personajes que son potencialmente infinitos", apunta el actor, que trabajó con anterioridad a las órdenes de Gas en La muerte de un viajante, de Arthur Miller.

"Mario es implacable: cuando algo le gusta, no es de medias tintas y eso es algo que me encanta. Yo aprendo mucho con él, porque me considero un neófito de esto. Al fin y al cabo, la carrera del actor es de largo recorrido", señala, antes de invitar al público a visionar Calígula en los teatros. "Sí, la obra es densa, filosófica y retórica, pero lo perturbador es que se puede entender muy bien", concluye.