Sátira

"No queremos hacer gracia. Hacemos sátira, no humor"

La irreverencia de 'Mongolia' llega este fin de semana a Canarias con 'El Musical 2.0'. Carteles con Soria vestido de futbolista y alegorías a la Virgen del Pino anuncian la llegada de la incorrección hecha verbo.

"No queremos hacer gracia. Hacemos sátira, no humor"

V ivimos un momento contradictorio. La realidad da juego para ser crítico a través de la sátira, pero la gente cada día se ofende más y por más cosas. ¿Lo perciben así tras publicar un número de la revista o representar el musical?

La gente tiene la piel más fina. Vivimos en un momento en el que impera lo políticamente correcto. No puedes hacer chistes de nada. No puedes tocar a ciertos grupos, porque enseguida salta alguien para acusarte de crueldad o de lo que sea. ¡Como si ese grupo, ya sea de una tendencia política determinada, minoritario o marginado, no fuera capaz de defenderse! Vivimos una realidad convulsa, sobre todo en España. Aquí, la derecha ha creada una identidad nacional vinculada al catolicismo. Y a partir de ahí, de esa frontera, parece que nadie se puede pasar. Entiendo que cuando te dedicas a esto de manera profesional te veas en medio y dudes, pero nosotros no. Nosotros tiramos para adelante aunque eso genere problemas. Hay que jugar con eso, porque al final la ofensa es infinita y siempre hay alguien que se ofende.

Apunta que la gente tiene la piel muy fina. A colación de eso, recuerdo un artículo de Arturo Pérez-Reverte, en el que daba forma a un grupo de amigos en el que figuraba usted y que hablaba sobre las curvas de Christina Hendricks - actriz pelirroja con notable presencia en la trama de Mad Men - . Les cayeron palos por todos lados.

Es que la gente ve las cosas de forma literal. No se para a pensar para hacer un análisis de un texto que es ficción. ¡Todo es literal! Aquello fue un artículo cómico, que entre lo que suele hacer Arturo [Pérez-Reverte], para mí, es normalito, no es de los mejores. Pero se convierte en un experimento perfecto para analizar a la gente, a su reacción en las redes sociales. Arturo utiliza a personajes que no estaban para dale forma. Y en mi caso, el cabrón me pone bebiendo un Frangelico. ¡Eso sí que fue intolerante, una ofensa! En serio, creo que fue un experimento perfecto porque hay gente que ni siquiera permite la libertad de expresión en la ficción. Y eso es algo muy estúpido. La ficción tiene que ser libre. Cada uno debe decidir qué pone o qué utiliza. Creo que es algo de 1º de EGB.

La semana pasada, aquí, en Gran Canaria, Drag Sethlas tuvo que declarar en un juzgado por una denuncia en la que se le acusa de herir los sentimientos religiosos de los creyentes durante un acto del Carnaval, cuando el origen del Carnaval está vinculado al catolicismo.

Es lo que apuntaba antes de la libertad de expresión. Él apunta que no quiso herir ningún sentimiento religioso y que lo único que pretendía era hacer arte, pero da igual. La religión marca los límites. En este país siempre ha sido así. En Almería organizaron una misa de desagravio por un cartel anunciador de nuestro cartel, algo que nos hizo muy felices, por cierto. En el caso de Drag Sethlas el escarnio para esa gente que le denuncia debería ser doble, porque subraya su ignorancia. Fue la Iglesia la que permitió el Carnaval. Y en su origen era un periodo de permisividad. El problema es que con la aparición de las redes sociales los mensajes llegan a todas partes y, sin embargo, no están dirigidos a todo el mundo. Cuando sucede algo así, cuando alguien se molesta por algo que no va dirigido a él, siempre recuerdo una frase de Jorge Ilegal: "si no te gusta, mira para otra parte".

Con este panorama, con tanto fanatismo, ¿tiene miedo?

Trato de no tener miedo. Durante diez años fui árbitro en Asturias. Si superé eso, espero que no me pase nada sobre un escenario. Va en el sueldo. Tendrán miedo los que no saben cuánto cuestan las cosas. Es como los cargos públicos que han puesto en marcha el proceso independentista en Cataluña. Si accionas esa maquinaria tienes que asumir unos costes: la policía en los colegios electorales, la ejecución del artículo 155 de la Constitución o la fuga de empresas. Nosotros somos satíricos y hay gente que se puede ofender con nosotros. De eso se trata. Si un día, antes de una función en Murcia, te encuentras con 400 personas enfadadas por unos carteles tuyos y cuatro lecheras de la Policía Nacional, pues lo asumes porque juegas con eso.

En estos días que se usan los sentimientos más bajos para enarbolar el patriotismo y que se habla tanto de los afectos, ¿no echa de menos la racionalidad?

¡Es que es un disparate absoluto! Es terrible, por ejemplo, oír a Borrell hablar sobre los afectos en Cataluña. ¡Hay que mejorar la racionalidad! ¡Pero todos! Para solucionar esto, no hay otra. El problema es que en España lo de los afectos funciona muy bien política, porque la política de este país es cortoplacista. Cuando oigo a alguien de izquierda decir "me siento mucho de Cataluña", sospecho. Sospecho porque me parece que quiere tapar sus miserias. Y del otro lado, aunque sea súper impopular en el movimiento independentistas, hay que decirles que han logrado que se tapen los casos de corrupción, que se marchen las empresas o que el PP, un partido corrupto, aparezca como el salvador de la patria. Me parece tan lamentable el boicot a los productos catalanes como la discriminación a los hijos de no nacionalistas en los colegios de Cataluña. Siempre me he sentido un perdedor. Desde que tengo uso de razón huyo de los movimientos mayoritarios. Sospecho de ellos. Por eso creo que la sátira es perfecta para analizar a la sociedad. En el musical, hay un momento en el Darío (Adanti) hace una especie de balance de las miserias del hombre, tal y cómo es. ¡Y es un ser asqueroso!

En la sociedad, ¿pesa más aparentar que ser?

Se valora mucho que te posiciones. Si eres de izquierda, por ejemplo, tienes que aparentar estar de acuerdo en todo. Porque en el momento que discrepes en un punto, parece que ya eres un traidor. En el musical hay un momento que hacemos una parodia con eso. Para ser de izquierdas tienes que ser animalista, antitaurino, etcétera, pero como no apoyes la eco-economía, entonces eres un traidor.

El otro día, a Paco Frutos, que fue secretario general del PCE, le llamaron traidor por participar en la marcha por la unidad de España que se celebró en Barcelona.

Eso mismo! Aunque hubiera estado genial que al final del discurso se hubiera ciscado, en plan "me cago en la bandera, me cago en el rey y me cago en la religión católica". Hubiera sido muy él. Sin embargo, ese día fue my triste ver el selfie de Iceta con García Albiol. Iceta me gusta muchísimo, pero verlo con uno de los tipos que ha causado esta situación fue muy triste.

La gente se acerca a ustedes porque les ven como humoristas, pero luego algunos no encajan muy bien lo que hacen. ¿Sabe la gente que la sátira no es humor?

Nosotros no queremos hacer gracia. Somos satíricos, no somos cómicos. Básicamente, estamos más cercanos a los columnistas de un periódico que a los cómicos. Un satírico utiliza el humor y aun tiempo la ironía, la grosería y hasta el defecto físico del otro. En el espectáculo, por ejemplo, hablamos de la mofeta que lleva ahora Bono en la cabeza. Eso es sátira. En la antigua Grecia se pintaba a los políticos como tipos gordos, se utilizaba el insulto. Eso es sátira. Y eso es lo que hacemos.

Pasó algo parecido con Charlie Hebdo . Tras los atentados, todos éramos Charlie Hebdo . Luego, cuando muchos descubrieron que la revista daba palos a diestro y siniestro, ya no les hizo tanta gracia.

Dan a todas las partes. Y en muchos momentos son groseros. Lo mejor de Charlie Hebdo es que dan a diestro y siniestro. Por ejemplo, en una de sus últimas portadas se reían del independentismo catalán y la derecha lo utilizó para mofarse del proceso. Tranquilos, dejen que la derecha aplauda durante una semana, porque en el siguiente número se mofarán de ellos. Eso es Charlie Hebdo.

¿En algún momento han sentido que se han pasado, que han cruzado algún límite que no debían haber superado?

No. Seguro. Normalmente me he arrepentido de no haber dado más duro. Tal vez, en alguno de los 700.000 tuits que hemos escrito con el perfil de Mongolia, nos hemos metido un pasote. Pero no me acuerdo de nada, en la revista o en el musical, de lo que luego me haya arrepentido. Es lo que comentaba antes, esa sociedad mayoritaria, que se cree correcta, me asquea. Por eso cada día admiro más a tipos como Albert Pla o Ignatius Farray.

Ignatius Farray, el autoproclamado mencey en el exilio. Muchos le han descubierto ahora con La vida moderna en la Cadena Ser.

Es buenísimo. Lo conozco desde hace diez años o más. Es maravilloso. Pero lo es porque se ha currado cada bolo que ha dado. Es un currante, y su serie, El fin de la comedia, es un proyecto mayúsculo.

Frente a la realidad que vivimos, ante periodistas que cuentan el mundo según ciertos intereses - como Marhuenda o Inda - , ¿son imprescindibles pirómanos como Ignatius Farray o Mongolia?

Sí. La sátira me recuerda a una escena de El club de la lucha, en la que empiezan a caer los rascacielos. Yo disfruto viendo caer las cosas. Marhuenda se lo cree, pero Inda es más peligroso.

En un momento del musical, usted aparece en el escenario disfrazado de yihadista.

Sí. Se llama Salil Al-Salil. Es de Paquistán y acaba de salir de Guantánamo. Y claro, se ha dado cuenta que prefiere seguir en el Caribe en lugar de vivir en un sitio de mierda de Paquistán. Sufre esa contradicción.

Mañana representarán su espectáculo en Telde, ciudad de nacimiento de José Manuel Soria.

¡Sí, lo sabemos! Soria ya apareció en el número 2 de la revista, cuando amenazó a Argentina por nacionalizar el petróleo. ¿Qué puedes esperar de alguien que se quiere parecer físicamente a Aznar? Eso solo lo puede desear un tarado mental.

Compartir el artículo

stats