El alcalde de Campillo de Ranas, Francisco Maroto, de 43 años, decidió promover las bodas y en tres años ha casado casi a tantos "forasteros" que acuden allí como gente como tiene el pueblo: 78 parejas, de ellas 23 homosexuales.

Campillo de Ranas es, según Time, "una suerte de Las Vegas ibérica de casas de piedra y tejados de pizarra".

"La industria de las bodas ha sido el tónico que Maroto esperaba, generando negocio en las casas rurales y los restaurantes de la zona y atrayendo a parejas jóvenes -gays y heterosexuales- deseosas de instalarse fuera de la ciudad", señala el reportaje que publica Time.

"Oficiando bodas gays y heterosexuales, el alcalde cree que puede salvar a su pueblo. Hasta fecha reciente, Campillo necesitaba esa ayuda, ya que la caída de la población rural en España llevaba a éste y a otros muchos pueblos pequeños a la desesperación económica.

Cuando la ley de matrimonio gay fue aprobada, Maroto vio ahí una oportunidad".

En sus declaraciones a la revista, el alcalde de Campillo de Ranas, que aparece fotografiado en una casa de pizarra ante la que se lee la pintada "Viva Campillo", explica que a muchas parejas no les gusta la atmósfera fría de un juzgado para casarse, y que en su pueblo, a unos 125 kilómetros al noreste de Madrid, "saben que va a ser personal".

El desarrollo logrado en este enclave de la ruta de la arquitectura negra en los últimos años, se ejemplifica con la reapertura de la escuela, que llevaba cerrada 30 años, y con el reciente logro de la cobertura para los teléfonos móviles, según Time.

El artículo de Time coincide con el lanzamiento internacional de un documental titulado "Campillo sí, quiero", que, dirigido por el periodista Andrés Rubio y con el tema de las bodas civiles como tema, fue estrenado el pasado 28 de septiembre en el Festival Internacional de Cine de Reikjavik, en Islandia.