Situada en la castiza calle de Dazhalan, al sur de la Plaza de Tiananmen, la farmacia original de la compañía, hoy con decenas de sucursales, es punto de peregrinación de turistas, pacientes que van a su consulta y compradores de remedios fabricados con ginseng, cuernos de ciervo o caballitos de mar, entre otras materias.

Flanqueada por tiendas de té, seda y restaurantes que también llevan abiertos desde la época imperial, la farmacia no sólo es un monumento histórico, sino también una de las principales impulsoras de la medicina tradicional china, que sigue siendo popular en el país asiático pese al auge de la occidental.

"El los últimos 100 años ha habido una tendencia a imitar a Occidente, y pocos chinos entienden las teorías de la medicina China, pero en los últimos años se está recuperando esta cultura", señala en una entrevista a Efe Guan Qingwei, director de la medicina y reconocido doctor de esta disciplina.

Sentado en su despacho junto a un retrato de Mao saludando a uno de sus antecesores en el cargo, Guan es un apasionado de la filosofía médica china, que según él no es sustitutoria ni alternativa de la occidental, sino complementaria.

"La china es un sistema de equilibrios y balances, que estudia la relación entre la persona, la naturaleza y la sociedad. Enfatiza el reajuste de su propio cuerpo y está basada en la armonía, núcleo de nuestra cultura", explica.

"La occidental es un sistema de 'resistencia', que estudia la enfermedad y cómo puede matar los virus o bacterias. La china no sólo se basa en lo microscópico, es un reajuste completo", añade.

La leyenda dice que esta medicina nació hace dos milenios de mano de Shen Nong, mitad emperador, mitad héroe legendario, que empezó a probar distintas plantas y animales para curar.

La pura práctica fue la que con el paso de los siglos determinó qué medicinas valían para qué males, aunque sobre todo su carácter es preventivo: mantener la salud y evitar contraer enfermedades.

La medicina china ha mantenido en los últimos tiempos su popularidad: muchos chinos usan sus productos, menos agresivos para el organismo que los occidentales, para "mantenerse sanos", y sólo cuando llega la enfermedad deciden adoptar la vía "drástica" y tomar los occidentales.

Aunque el doctor Guan también defiende la validez de la medicina tradicional para las enfermedades que preocupan al planeta, como el sida o la gripe aviar, y China investiga estas aplicaciones.

Guan proclama el auge de la medicina china, pero lo cierto es que también surgen voces en su contra, como las de los ecologistas, que denuncian el uso de partes de animales en extinción para la fabricación de fármacos chinos, como los medicamentos hechos de osamentas de tigre para fortalecer los huesos.

El médico asegura que la medicina china ha evolucionado en los últimos 30 años, desde que se tomó conciencia del peligro de extinción de muchas especies, y "algunas ya está prohibido usarlas, mientras que en otros casos se han sustituido por animales domésticos".

A veces, sin embargo, el problema no acaba de solucionarse: sucede por ejemplo con la bilis de oso, usada en medicinas contra el cáncer y males digestivos y que es extraída ahora en animales recluidos en granjas, viviendo en penosas condiciones.

Al mismo tiempo, algunos científicos chinos cuestionan el futuro de la medicina tradicional: el doctor Fang Zhuozi y el académico He Zuoxiu generaron el pasado año una gran polémica, asegurando que el país debe eliminar esta disciplina, basada en supersticiones y prácticas ancestrales.

Guan no puede estar más en desacuerdo con ellos: "con el aumento de la influencia china, la medicina china será aceptada por el mundo", afirma.

La misma Tongrentang impulsa esta expansión, y ya ha abierto franquicias en el extranjero, ahora con 20 filiales en países como EEUU, Malasia, Tailandia, Singapur, Filipinas o Canadá.

Curiosamente, uno de los países que se resiste en aceptar la entrada de Tongrentang y su medicina tradicional, según reconoció el propio doctor, es Grecia, una de las cunas de la sabiduría médica occidental.