"Es lógico, la crisis afecta a los bolsillos de todos, no suben los sueldos, sube la canasta familiar y hay que recortar gastos", explica Jorgelina Sosa, secretaria adjunta de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR).

"Antes, en un día, con dos o tres horas de trabajo nos íbamos con algo a casa. Ahora, a veces hay que esperar hasta una semana", lamenta en una entrevista con Efe en las oficinas de la organización en Buenos Aires.

El cliente medio de las trabajadoras sexuales de la calle "es obrero, a nosotras no nos buscan los empresarios", y "va a priorizar su casa, su familia, y luego, los servicios", añade Sosa.

La asociación -que aglutina a unas 2.500 trabajadoras sexuales de todo el país- estima que, desde diciembre, la demanda ha caído alrededor de un 50 por ciento a nivel nacional en relación al mismo periodo del pasado año.

La crisis, apunta Sosa, afecta por igual a las trabajadoras de la calle y quienes ejercen la prostitución puertas adentro, en sus casas o en locales.

La situación se agrava porque mientras caen los clientes sigue subiendo el coste de la vida para las trabajadoras sexuales, que cobran entre 30 y 50 pesos de media (de 10 a 15 dólares) por servicios en la calle.

"Suben los alquileres, la comida, los colegios, y la mayoría somos solas y mantenemos a nuestras familias, no hay otra entrada de salarios en nuestras casas", explica.

El mismo problema está detectando la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTA), que agrupa a unas mil personas en Buenos Aires.

"El trabajo cayó. Sabemos que si hay una recesión, el consumo baja y en nuestra comunidad afecta muchísimo, porque nosotras en Argentina no tenemos otra opción laboral porque las leyes en el país nos discriminan por nuestra identidad de género", afirma Marcela Romero, presidenta de la asociación.

El parón en la actividad, que Romero cifra también en torno a un 50 por ciento, obliga a muchas trabajadoras de puertas adentro a ejercer en la calle y provoca un problema añadido.

"Al haber más chicas en la calle, hay más violencia de parte de la policía y hay más persecución", asegura.

"La policía sigue controlando sus vidas, siguen haciendo actas y coimeando (pidiendo sobornos) a las chicas para poder ejercer su trabajo sexual", denuncia.

Este año "va a ser muy duro", reconoce Marcela Romero, convencida de que la única opción de las trabajadoras de la calle es tratar de "fidelizar" clientela.

Pero no son ellas las únicas que se quejan: también los clientes lamentan la crisis en foros de internet especializados.

En una página local frecuentada por clientes masculinos de Buenos Aires no pocos coinciden en que en los últimos años han subido los precios y ha caído la "cantidad y la calidad", pero aún así, apuestan por el servicio y no dudan en hacer recomendaciones a posibles interesados.

Algunos ofrecen guías de las zonas de prostitución, detallan el ambiente, los servicios y los precios e incluso alertan sobre la presencia de policías y cómo esquivarlos.

En opinión de Sosa, este tipo de páginas puede ayudar a mejorar la actividad de las trabajadoras sexuales.

"Existen ellos, sino no existiríamos nosotras. Si hay oferta es porque hay demanda", afirma, y se congratula de que los clientes se quejen también de las "molestias" de la policía.

"Nosotras no somos ilegales, ejercemos un trabajo como cualquier otro", recuerda Sosa, que no ahorra críticas contra la actitud de la policía y la corrupción pero reconoce que "nadie quiere hablar por miedo a la represión".

"Necesitamos que el Estado deje de mirar a un costado y empecemos a trabajar en conjunto", insiste.

"Nosotras no somos el problema, somos parte de la solución, pero si nos siguen reprimiendo no podemos trabajar en conjunto para solucionar problemas de inserción laboral", concluye Marcela Romero.