Que a mis empleados no les falte nunca el trabajo", dice que es una de las frases más pronunciadas por el empresario de negocios recreativos Juan Padrón. Otra frase suya curiosa por lo inusual es la de "tengo más de un millar de trabajadores y son como mis hijos". De la nada al todo.

Juan Padrón, 76 años, nacido en Tejeda, padre de diez hijos, tiene una vida de película. Tanto, que él mismo en 1998 decidió ponerla a su manera en un libro que tituló Juan Padrón. Trovador de Sueños. Es un personaje curioso que llega a la entrevista dispuesto a contar hasta lo que no le preguntas.

Para quien no lo conozca, Padrón es uno de los empresarios más importantes de Canarias y como muestra ahí van algunos botones en forma de firmas comerciales: Comercial Jupama, Bingos San José -que aglutina ocho salas-, el Gran Casino Las Palmas, Pama e Hijos, Holiday World o Pamali -firma de boleras que se extiende por todo el país-. Nadie le ha regalado nada y ha trabajado "como un negro", relata, porque no entiende la vida de otra manera.

En los jardines del Hotel Santa Catalina, luciendo camisa en tono rosa suave y corbata a juego, Juan Padrón habla y una, como corresponde, apunta.

Juan Padrón tiene diez hijos, "dos fuera del matrimonio", precisión que realiza con la máxima naturalidad. "Todos están reconocidos y todos son mis hijos". Su mujer, Matilde, le entiende y le quiere, asegura, "como yo a ella, claro. ¡Todas las mañanas le pego un beso que la asfixio...!" Se ríe.

Tiene ojos pícaros y justifica su vida de devaneos con un dato aplastante. "Es que yo con 26 años ya tenía cuatro hijos y estaba buscándome la vida en mil trabajos, en las islas, de acá para allá y... Apunta esto que digo ahora para que la gente lo sepa: he sido guagüero, mecánico, latonero, feriante, cuidador de animales... Trabajé en una tienda y muchas cosas más. Cojo filo en cualquier piedra. Así que cuando a mí me hablan de esfuerzo, de trabajo, de pasar miseria, me río..."

Coloca la cara entre sus manos, me mira y ordena: "Apunta ahora esto. Nací y me crié en Tejeda, con la segunda mujer de mi padre, porque mi madre murió en el parto. ¿Te imaginas como era aquello en los años treinta? Éramos en total siete hermanos, entre los hijos de mi padre y los de su nueva mujer. Nos criamos como gitanillos, en la calle, robando tunos o fruta para sacudirnos el hambre... Era como El Lute, vamos. Mi infancia fue muy triste, entre miseria y desconsuelo".

Cuando el niño Juanito Padrón tenía 13 ó 14 años comenzó a trabajar con el padre llevando cabras, fruta y verdura a Las Palmas de Gran Canaria para venderla. "Poca cosa, porque toda era pobre y todo era triste". El viaje lo hacían caminando. Pasó que un día Juanito vio que en Las Palmas de Gran Canaria había posibilidad de irse a Venezuela. El viaje costaba 7.000 pesetas en esa época y era un dineral. Su padre le ayudó, él reunió algo y se vino a la capital para meterse en el barco, pero la inexperiencia le pasó factura: "Pasó que unos trileros, con la habilidad que tienen esos jodidos, me ganaron las 7.000 pesetas jugando a las cartas y me quedé sin un solo duro..."

Su decepción fue tan grande que caminando volvió a Tejeda con la intención de quitarse la vida. "Sólo quería llegar y ahorcarme, te lo digo de verdad". Como Dios aprieta, pero no ahoga, un amigo que encontró por el camino le mostró otra vía. Descubrió a un empresario sagaz. "Montamos un ventorillo en San Telmo con máquinas que rifaban tabaco y ahí empezó todo". Con su apuesta por el juego hizo bingo.