Un descubrimiento casual para un hito arqueológico sin precedentes. Un hallazgo excepcional, único en años de trabajos alrededor del patrimonio de la muerte. La pala de un tractor abrió un surco en un terreno de Finca Clavijo, en el municipio de Santa María de Guía, que conectó con el túnel del tiempo hasta el siglo XVI, un periodo de asentamiento de la sociedad que trajo la conquista de Gran Canaria, y donde la colonización no había impuesto el culto religioso.

En esta finca del noroeste de Gran Canaria, localizada a un kilómetro del casco urbano de Guía, y en medio de unas obras rutinarias para una canalización de aguas, una obra lineal que se ejecutaba en septiembre del pasado año, aparecieron restos óseos que en primera instancia se pensaron que podrían ser individuos aborígenes. No era descabellada la hipótesis, si se toman como referencia otros yacimientos de la época moderna localizados en la Cueva Pintada e iglesia de Santiago, en Gáldar; y Las Candelarias y en el entorno de la ermita de las Nieves, en Agaete.

No existían evidencias arqueológicas documentadas en esta zona, pero el hallazgo era mucho más que un puñado de restos aborígenes. La Guardia Civil alertó a la Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo, la cual ordenó la paralización de las obras. A su vez, se contrató a la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio para que determinara la identidad de los cuerpos, algunos de ellos fracturados por el desmonte de tierras.

"Fue algo asombroso", relata José Guillén, arqueólogo y director de Tibicena, quien realizó el trabajo de campo entre octubre y diciembre de 1999 junto a Martha Alamón Núñez, Rita Marrero Romero, Félix Mendoza Medina, Cristina Ojeda Oliva, Tinguaro Mendoza García y Óscar Placín López.

"El gesto funerario era distinto al mundo aborigen, normalmente aparecen dispuestos boca arriba y con los brazos en cruz, y aquí estaban de costado, unos a izquierda y otros a derecha", explica José Guillén. Se localizaron 14 individuos, ocho de ellos en fosas, y otros seis sesgados por la pala del tractor. "No eran todos aborígenes, las mujeres tenían pulseras, collares, una disposición que no encajaba ni en rituales cristianos ni musulmanes", concluye Martha Alamón.

La analítica del ADN mitocondrial fue determinante. Uno de los individuos, una mujer, tenía una incisión en los dientes, lo que hacía intuir de su procedencia subsahariana, y que es frecuente en la población esclava americana. Y así fue. La fosa era el recinto funerario de una población de esclavos, del norte de África y subsaharianos, mano de obra de un ingenio azucarero, una práctica agrícola e industrial que se erigió en una de las grandes empresas tras la conquista. Tierras que, según los cotejos históricos realizados por Tibicena, reunían todas las bondades para ello y que fueron adjudicadas a la burguesía comercial que financió la expansión en Canarias del Reino de Castilla. Clanes familiares como los Riberol o Sobrani. Éstos últimos mantenían ingenios azucareros en Guía y Gáldar, junto a la familia Cairasco. Igualmente, la memoria de la intervención arqueológica incide en que figuras como el capitán Lope Hernández de la Guerra "poseía en momentos muy tempranos dos ingenios en Guía que traspasa en 16.000 mil ducados para ayudar a Alonso Fernández de Lugo en la conquista de Tenerife, finalizada en 1496".

Durante el siglo XVI se tiene igualmente constancia de varios ingenios que se levantaban en el barranco de Valerón y en la zona de El Palmital. Conforme avanzaba el siglo, la actividad azucarera fue a menos.

Dice José Guillén: "Que en una muestra de 14 haya cuatro subsaharianos dice mucho de qué tipo de necrópolis tenemos, ningún subsahariano en el siglo XVI era libre; una población marginal que fue enterrada en un lugar no sacro se sale totalmente de la norma social y cultural de entonces".

A estos individuos se le respetaron los ritos, con un ritual de varias culturas, y su identificación permitirá abundar en la trata de esclavos, en un tiempo donde Gran Canaria y Azores se erigían como mercado de mano de obra. "Algunos de los norteafricanos estaban enterrados en una postura que no es la habitual, se conformó una identidad temprana", subraya Guillén. Además, no hay constancia documental de la existencia de esclavos como tales, y su presencia en la Isla sí está patente en contratos de compraventa, herencias y en algunas de la actas que levantó el tribunal de la Inquisición en aquellos años.

Según el arqueólogo, es una oportunidad histórica para abundar en la sociedad grancanaria del siglo XVI, en sus manifestaciones culturales, hábitos de vida, enfermedades y otras cuestiones que arrojan el análisis genético. "Nos gustaría seguir trabajando, y que se ampliara la excavación a raíz de los resultados genéticos, y el Cabildo de Gran Canaria ha mostrado su interés".

El Cabildo es igualmente consciente de la importancia de este hallazgo. Se han tomado medidas preventivas en una zona de dos hectáreas por si pudieran localizarse yacimientos de este tipo, y este lugar está considerado como zona de prevención arqueológica, teniendo en cuenta que es "el emplazamiento de uno de los tantos ingenios azucareros que se construyeron en Canarias desde finales del siglo XVI", asegura Javier Velasco, arqueólogo y técnico de la Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo. El problema es el dinero. Sostiene Velasco que "habrá que ver si podemos habilitar partidas económicas para acometer este trabajo, en medio de la incertidumbre de cara al año que viene, aunque entendemos que la inversión está más que justificada para hacer sondeos en esta superficie".

Queda mucho por hacer en Finca Clavijo. "Hay que seguir trabajando en los archivos parroquiales e históricos, para avanzar en todo lo que nos ha aportado este proyecto, y continuar con la excavación tanto en el campo como en documentos de la época, ya que la información es muy valiosa". El avance de la ciencia es fundamental en el campo de la arqueología porque "si esto hubiera ocurrido hace 20 años, el resultado de esta excavación no sería el mismo".