Un lujoso Cadillac abandonado en un camino vecinal de Tinoca (Arucas) acabó en Gran Canaria con la leyenda de que Franco había dejado todo atado y bien atado. Era el coche del industrial tabaquero Eufemiano Fuentes Díaz, de 65 años, que en la madrugada del 2 de junio de 1976 había sido raptado de su mansión de Las Meleguinas (Santa Brígida). El secuestro ha vuelto al torbellino informativo tras la reciente detención de otro Eufemiano Fuentes, sobrino del empresario asesinado, presuntamente implicado en la operación Galgo contra el dopaje. El caso del doctor y de su tío no tienen nada que ver, pero tanto uno como otro están en la esfera de los asuntos que tienen un expediente especial en los archivos públicos. Ambos hechos están separado por más de dos décadas, pero podrían estar unidos por lo que se llama la seducción por el poder: al sobrino le estimula controlar y modificar a través de la medicina el rendimiento de los deportistas de alta competición, y al tío le apasionaba mandar y ordenar desde la superioridad de su imperio económico.

Francisco Laína García (Ávila, 1936) fue designado en 1976 gobernador civil de Las Palmas. El letrado era el máximo responsable político de las investigaciones del secuestro de Eufemiano Fuentes, y de paso de su hijuela más preocupante, por lo menos para Madrid: el supuesto vinculo del suceso con el independentismo del Mpaiac. Desde su retiro abulense reúne papeles e informes para acabar la redacción de sus memorias, en las que se extenderá sobre lo ocurrido la noche del golpe de Estado del 23-F. Laína, por encargo del Rey, presidió la comisión de secretarios y subsecretarios creada para evitar el vacío de poder.

El asalto a la mansión dejó tras sí el pánico de Antonia Naranjo, esposa del industrial, y una nota confusa, firmada por "Comando Rojo 13", donde se exigía un rescate de 56 millones de pesetas (336.566 euros). Fuentes era el dueño del emporio tabaquero La Favorita, fabricante de labores como Vencedor y Condal. Había fundado en los 50 la Unión Deportiva y se adentraba en el negocio turístico con Pasito Blanco. Sobre él pesaba un pasado activo en la represión posterior al golpe de Estado de 1936. Su perfil de cacique contemporáneo podía dar respuesta al móvil del secuestro.

"El Mpaiac se descartó enseguida. Fue un tema de delincuencia común, protagonizado por Ángel Cabrera Batista, el Rubio. El cadáver aparece en un pozo; un trozo de pijama de la víctima es identificado por la familia", afirma Francisco Laína. El cuerpo extraído en La Dehesa está mutilado, no tiene cabeza y se encuentra en avanzado estado de descomposición. "Bien, dicho reconocimiento inicial de la tela y el color es poco científico, y lo que se hizo, con posterioridad, es un análisis más exacto a través de unas radiografías bucodentales que estaban en un despacho de Barcelona, donde era tratado", añade el ex gobernador civil.

El trabajo policial, que obtiene una gran cobertura mediática, no está exento de compartimentos incontrolables. Uno de ellos es el nacimiento de una relación entre la única hija del industrial, Teresa Fuentes, y un policía del caso, el inspector Ledesma. Laína sólo se atreve a decir del hecho que crea una situación "muy delicada". El yerno de Eufemiano Fuentes, el mexicano Carlos de la Torre, entretanto, está siempre en el escenario de la búsqueda de cadáver. "Otro personaje muy complejo", subraya el que fuese hombre de confianza del ministro Martín Villa.

Los teléfonos intervenidos y las pesquisas empiezan a dar sus frutos. Los Cuerpos de Seguridad del Estado comienzan en torno a Arucas, Tenoya, Bañaderos y Tamaraceite un safari con un objetivo: encontrar a el Rubio, el principal sospechoso, en su guarida. Se peinan fanegadas y fanegadas de plataneras y gallanías de animales. La familia del conocido delincuente es encarcelada, y una de sus hermanas denuncia presuntos abusos sexuales por parte de un policía. Crece la incredulidad social sobre la identidad de cadáver. "Yo tenía en 1976 la seguridad absoluta de que la persona que enterrábamos era Eufemiano Fuentes, sin duda alguna", afirma Francisco Laína.

A la vez que se ampliaba el rastreo por barrancos y fincas, el imaginario colectivo levantaba un portento de leyendas. La supuesta paternidad de Eufemiano Fuentes vengada por Ángel Batista; la pista del narcotráfico; la mafia mexicana; el autosecuestro del industrial para obtener un exilio ante la incertidumbre política; las dificultades económicas; la compra de La Favorita por una multinacional... Y todo ello bajo el paraguas de los efectos de la descolonización del Sahara sobre la isla de Gran Canaria, el sarampión nacionalista y la incógnita del futuro político de España.

"Tenga usted en cuenta que cuando se produce un secuestro en un personaje como Eufemiano Fuentes, con un patrimonio importante y una personalidad fuerte, la hipótesis y las teorías, indudablemente, se desbocan por todos lados. Desde el Mpaiac a... Al final, claro está, sólo fue un tema de delincuencia común a la búsqueda de un rescate. Es la conclusión que yo tengo a día de hoy".

En una rocambolesca entrega del rescate en las cercanías del cementerio de San Lázaro hay un tiroteo en el que resulta herido un agente. El percance, en todo caso, queda reducido a una anécdota frente a la muerte del policía Rey Mariño en una finca de Arucas, durante la búsqueda de el Rubio. ¿Qué ocurrió? "Hubo ahí otro desgraciado accidente. Muere el policía, pero además el servicio policial se montó mal, en el sentido de que era un agente recién salido de la escuela. Es decir, estaba en su etapa de prácticas; el muchacho estuvo colocado en labores en las que no debía participar, en las que tenían que estar agentes más avezados. Y también estuvo la entrada en un piso, en el barrio de Somosierra, en La Laguna, con resultado de muerte de un joven".

Eran los efectos colaterales del intento de captura de el Rubio. La presión mediática de la Transición aumentaba, y Madrid exigía resultados para extirpar de raíz el fenómeno de simpatía popular por el delincuente, que además gozaba del apoyo de la izquierda nacionalista. Una evasión, como así fue, engordaría el mito, según el análisis ministerial. (El 9 de junio de 1980 se fijaba el juicio del caso con Ángel Batista en rebeldía). "Es indudable que el secuestro fue un quebradero de cabeza. El tema era que no sabíamos si había sido secuestrado y luego asesinado; tampoco se sabía quiénes eran los autores; estaban las hipótesis ya apuntadas, que circularon por Las Palmas y por fuera... En fin, todo ello nos llevó a una atención extraordinaria. Al final conseguimos que el secuestro no se convirtiese en un caso como fue después, en 1995, en Zaragoza, el del empresario Publio Cordón, cuya familia nunca supo de su paradero. Nosotros encontramos el cadáver y la investigación policial reconstruyó su itinerario hasta llegar al pozo".

Francisco Laína García no pudo detener a el Rubio, pero bajo su mandato se desarticuló el movimiento independentista Mpaiac (reivindicado desde Argel por Antonio Cubillo a través de su programa radiofónico La voz de Canarias Libre). "Me acuerdo especialmente del comandante Guetón [Guillermo Santana, detenido en 1977], que nos dio mucha guerra en una sublevación de presos que hubo en la cárcel. Claro, hay que tener en cuenta que estas posturas más radicales, próximas al Mpaiac, querían ligar de alguna manera el tema de el Rubio con el caso de el Corredera [Juan García Suárez fue ejecutado a garrote vil en 1959 por la represión franquista]. Se quiso hacer un mito de la evasión de Ángel Batista y el secuestro que llevó a cabo de Eufemiano Fuentes".

Uno de los momentos álgidos del rapto es la localización del cadáver. La extracción del cuerpo, según los testimonios gráficos, se hace bajo la mirada de los grupos de vecinos, que abandonan sus hogares y sus trabajos en las fincas de los alrededores para presenciar en directo las pesquisas. El morbo del posfranquismo está en su plenitud. El suceso reúne todos los ingredientes. "Todo el despliegue que hubo podría dar la impresión de que se mandaron efectivos, especialistas, desde Madrid. No es cierto. No hubo apoyo de los órganos centrales del Ministerio de la Gobernación, y la razón fundamental fue que para investigar hechos de este tipo lo mejores que lo pueden hacer son los que están sobre el terreno y conocen a la gente".

¿Cómo se traducía el interés de Madrid por las pesquisas del día a día sobre el suceso? "Diariamente se daba un informe sobre cómo iban las investigaciones al Ministerio de la Gobernación, al director general de Seguridad del momento [que lo redactaba el comisario Juan Zamora]. En cuanto a los contenidos políticos de la investigación, yo evacuaba informes al secretario o al ministro. Madrid estaba muy preocupado porque era un hecho que tenía su repercusión. La mejor prueba de que el tema quedó suficientemente aclarado es que ni los medios de comunicación de entonces ni los posteriores a los hechos abrieron una investigación con algo nuevo sobre el asesinato", concluye Francisco Laína.

Pero los expedientes especiales nunca duermen: en 1989 se entregaba el Rubio. Murió en 2005 de cáncer. Fue condenado a decenas de años de prisión. Muchos creyeron aún que el mito traía una carta escondida, o un pacto con el Gobierno socialista. Se había quedado mudo.