Los herreños parecen aferrarse a su historia, a sus esencias, a aquellos tiempos en los que tras la isla del Meridiano no se adivinaba otra cosa que seres monstruosos y un abismo infinito. Eusebio Gutiérrez Padrón, de 50 años, se despertó ayer con uno de los seísmos de más de 3,6 grados en la escala de Richter que tuvieron lugar ayer. "Los herre-ños seguiremos aquí pase lo que pase en el mundo". Lo comenta todo con absoluta calma mientras apura una cerveza en un restaurante chino de La Frontera.

A su lado se encuentra, algo más nerviosa, la colombiana Paola, que no tiene ningún inconveniente en mostrar el billete de avión que ha comprado desde que la cosa se ha animado más de la cuenta en la isla que le ha servido de acogida y donde ha trabajado en los últimos meses.

"Esto ya se está pasando de rosca. A mí me encanta esta isla y adoro a su gente, pero me marcho a mi tierra", explica mientras se abanica con el citado billete. Y eso que a esa hora todavía no se habían decidido las evacuaciones por parte de Gobierno de Canarias.

En otro restaurante, que se encuentra apenas unos pasos más abajo, tiene por seguro que son expertos en hacer la mejor carne. Es lo que pregona su propietario, Antonio Padrón, que considera, sin ser experto, tal y como pone por delante antes de comentar que "el volcán puede hasta llegar a ser bueno para el turismo". Su sobrino, Antonio Padrón, se acoda en la barra y está privado porque ha llegado de Tenerife y hasta tiene la oportunidad, quién sabe, de poder ver una erupción. De momento se encuentra un poco contrariado consigo mismo porque asegura que no tiene geito para encontrarse con los temblores. "A mí es que mira que se me da mal esto de los seísmos, porque no cojo ninguno, oye..." La mujer de Antonio Padrón, María Fontes, desea que si pasa algo al menos sirva "para que crezca la isla". En varios puntos de El Hierro se comenta, sobre todo en Frontera, que todo esto puede ser una estratagema más de la gente de El Pinar, segregado de La Frontera hace cuatro años, para ganar terreno al mar, pues es allí donde según los científicos habría más posibilidades de que emergiera un eventual volcán. A pesar de todo, los hombres y mujeres del meridiano siguen fieles a la estoicidad propia de quien vive al fin del mundo.