No hay ninguna duda. Somos hijos de las estrellas, en el sentido más literal". Una reflexión tan poética como contrastada de Artemio Herrero, investigador del Instituto Astrofísico de Canarias (IAC). Él y otros científicos estudian cómo nacen y mueren estos faroles que han fascinado a los seres humanos desde el principio de los tiempos. Esta semana han recibido la buena noticia de que su trabajo se verá reforzado por los fondos de la distinción Severo Ochoa a la excelencia investigadora, que el Ministerio de Ciencia e Innovación ha concedido al centro.

"La mayor parte del Universo es hidrógeno y helio. Y si eso es así, ¿de dónde sale todo el resto? Pues, del interior de las estrellas", asegura Herrero. "Las estrellas, en su interior, alcanzan temperaturas capaces de iniciar reacciones nucleares que van transformando el hidrógeno en helio, el helio en carbono, éste en neón y oxígeno y, dependiendo de las características de la estrella, estos en otros materiales. La composición química del interior las estrellas va cambiando".

Por una serie de procesos físicos, esos materiales salen a la superficie de la estrella y, finalmente, por otros mecanismos, estalla en una supernova y los lanza al espacio. "Cuando esos componentes se dispersan en el espacio, contaminan el material original, y cada vez se va acumulando mayor cantidad de esos elementos nuevos. Al final, gracias a ellos, se forman otras estrellas; y alrededor de ellas surgen sistemas planetarios", enumera el experto.

Es decir, que de la explosión de estos inquietantes astros y de su ciclo vital nacen las nuevas estrellas y sus planetas, que están compuestos por esos elementos que, en su día, estuvieron en el interior de una hermana mayor. "No nos cabe la menor duda de que, aparte del hidrógenos que contienen nuestros cuerpos, todo lo demás, con seguridad ha estado en el interior de una estrella hace mucho tiempo", asevera el astrofísico, que está convencido de que "la ciencia tiene un gran componente poético". Y lo demuestra. "Usted seguramente ha estudiado en el colegio que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pues las estrellas nacen, crecen, mueren y se reproducen. Es decir, que dejan su impronta al morir para la siguiente generación". Pura lírica.

Las estrellas, además de haber regalado la vida a los terrícolas, les permiten observar el espacio. "Son los componentes básicos del Universo que observamos, porque generan la luz detectamos con los telescopios". Ese efecto linterna se aprecia de distintas maneras. "Puede ser una luz que nos venga directamente de la estrella, o que ilumine con su energía una determinada región, y gracias a eso la veamos. En otras ocasiones su campo gravitatorio hace que la materia caiga sobre ellas haciéndose visible para nosotros... En cualquier caso, son los grandes motores del Universo que conocemos, porque producen la energía que da lugar a todo lo que vemos, y hacen evolucionar el Universo", aclara Herrero.

El origen de algunas estrellas es aún una incógnita, sobre todo, el de las más grandes. "Sabemos que hay algunas que son 100 veces más masivas que el sol. Son las más grandes, las más potentes y las más escasas". Estas gigantescas bolas de fuego son escurridizas, porque, aunque parezca paradójico, cuanto más masiva es una estrella, menos tiempo vive y, por tanto, más difícil es de observar.

Aun así, Artemio Herrero cree que "aún no hemos tropezado con una puerta infranqueable en la investigación de las estrellas", y por eso, se ha propuesto no dejar de mirarlas.