- Usted es coautor del libro Los niños y jóvenes del Tercer Milenio, ¿en qué se diferencian los menores de ahora con los de antes?

- Los niños y jóvenes actuales no son como éramos los padres antiguos. Los nacidos a partir del año 80 tienen unas características muy especiales. Entre otras cuestiones, tienen una gran empatía con el entorno, captan muy pronto los sentimientos de los demás. De ahí que sea frecuente encontrarnos con niños tímidos y retraídos. Además, tienen una rápida capacidad de comunicación, no sólo con internet, sino con el pensamiento. Otra característica es la capacidad multinivel, es decir, pueden trabajar en dos o tres cosas a la vez. También es relevante su amor a la verdad, de ahí se deduce que traguen a la política muy difícilmente, porque ven que las palabras y los hechos no van en sintonía.

- ¿Vamos a tener una sociedad más crítica entonces?

- Sí, gracias a Dios. Todos estos movimientos ya se veían venir. Esta generación va a dar mucha importancia a la verdad, en el sentido de honestidad. Los líderes para ellos son las personas que reúnen estas características, no buscan grandes lumbreras para dirigirnos.

- ¿Para padres y profesores es más complicado educar a niños con estas características?

- Una vez que se les conoce, no. En cuanto tú eres capaz de establecer una sintonía vibratoria, son unos niños abiertos, sencillos. No les gusta para nada las jerarquías sociales. Son conscientes de su propia potencia como persona. Los niños de ahora quieren aprender en comunidad y los padres tenemos que aprender de nuestros hijos.

- ¿Se puede educar sin jerarquía y autoridad?

- No necesitamos autoritarismo. Al niño hay que ponerle límites, que es distinto, y acompañarles. No entendemos la educación como el hecho de dar un molde porque ellos tienen el suyo propio. La educación es acompañamiento, sin imponer, sin machacar, sin insistir y ofreciendo ayuda.

- ¿Para ello es necesario cambiar la manera de entender la educación?

- Sí, se tiene que deconstruir. La igualdad no es renunciar del rol de padres, sino respetar a los hijos, ayudarlos, pero sin imponerse a él porque hay que respetar su propio pensamiento. Estos niños actuales se creen con derecho a todo. El auténtico padre es el que sabe decir no, cuando tiene que decir no. El gran fracaso de la educación es no poner límites, sobre todo, cuando son pequeños. La educación holística no distingue entre familia y escuela, todos aprendemos en común. Esto supone cambiar los papeles. Las experiencias de educación holística están basadas en la igualdad.

- ¿Para la educación holística es más importante, por ejemplo, el don de gentes que las matemáticas?

- Las categorías de superioridad o inferioridad o las etiquetas de mejor o peor no forman parte de esta educación. Solo se tiene en cuenta a la persona, es decir, hay que buscar los talentos y el desarrollo de cada persona. La escuela puede dar una enseñanza más uniforme pero después, en el futuro se van a desarrollar los talentos personales de cada uno de manera individual.

- ¿Cómo se detectan los beneficios de esta educación ?

- Cuando entro en un aula detecto fácilmente quienes son educadores holísticos. El tener empatía con los niños es fundamental y por eso recomiendo que hay que dejar que los alumnos organicen las cosas porque cuando se implican la felicidad llega a las aulas y eso se nota.