José Díaz (Las Palmas de Gran Canaria, 1966) es el fundador de la ONG Educanepal, que, desde 2003, ha logrado liberar de la explotación laboral y sexual a más de 8.000 niños de Nepal y escolarizarlos. Sus 11 años de experiencia en ese país se recogen en el libro 'Dibujando sonrisas. Mi vida al pie de los Himalayas', que presenta el jueves en el Gabinete Literario.

- El próximo jueves, a las 19.30 horas, presenta en el Gabinete Literario Dibujando sonrisas. Mi vida al pie de los Himalayas, de Anroart Ediciones. ¿Qué va a encontrar el lector en esta obra?

- Recoge mis experiencias en Nepal desde que llegué allí hace 11 años. Está basado en un diario que siempre he llevado conmigo y que nunca pensé que fuese a publicar, de hecho no lo escribí con ese objetivo, simplemente porque estaba solo en Nepal y no podía expresar sentimientos con la gente que me rodea allí, que no saben de dónde vengo, dónde me he criado y cómo me puedo sentir allá. El lector se va a encontrar con mis sentimientos, porque cuando yo llego en 2000, no sabía el idioma y fue duro aprenderlo, el verme en la zona donde iba a trabajar, un mundo tan extraño... y sobre todo cuando empiezo a ver a muchos niños con unas vidas tan precarias, picando piedras desde muy pequeños, conocía a niñas que habían traficado con ellas para trabajar en burdeles o en circos en la India...

- En 2000 fue a Nepal con una ONG británica durante dos años como voluntario para formar a profesores de inglés y terminó creando su propia organización en 2003. ¿Qué le impulsó a dar ese paso?

- Ver a los niños picando piedra, recogiendo basura por vertederos o trabajando en cantinas con apenas seis años. No puedes mirar para otro lado cuando ves a niñas víctimas de tráfico sexual, forzadas y violadas a diario en burdeles, con quemaduras de cigarro, y experiencias muy dramáticas. Además, había muchísimos niños que no iban a la escuela porque no tenían ni siquiera un lápiz. Por otra parte, me enriquecí tanto personalmente durante esos dos años, significó tanto ver la vida de otra manera al compartir con ellos y ver sonrisas en un ambiente tan precario, que quise echarles una mano y ahí nació Educanepal, para ayudar a estos niños.

- ¿Qué balance hace de estos años al frente de la ONG?

- Empecé con mucho entusiasmo e ilusión pero enseguida me di cuenta de que era una historia que yo había vivido y que era difícil que la gente entendiese, por eso el principio fue duro y nunca pensé que podría hacer lo que hemos hecho, ayudado a más de 15.000 personas, entre ellas 8.000 niños escolarizados, programas de formación, la construcción y rehabilitación de una docena de escuelas y residencias de acogida para niñas en riesgo de tráfico de personas para ser prostituidas o sometidas a explotación laboral, financiamos cooperativas de mujeres para generar recursos en las zonas más desfavorecidas... Cuando empecé no imaginé verme hoy con la posibilidad de escolarizar a 4.000 niños, tener dos casas de acogida... ni en mis mejores sueños hubiese pensado que iba a encontrar el apoyo para llevar esto adelante tal como ha sido.

- ¿De todas las sonrisas que ha visto dibujar en estos 11 años, con cuáles se queda?

- Dibujar sonrisas ha sido siempre el motor de Educanepal, ver a esos miles de niños que con tan poco son tan felices. Pero elegí ese título para el libro en parte porque la mía fue la primera sonrisa que se dibujó ya que en esos primeros años en Nepal tenía la sensación de estar viviendo por primera vez. Ese contacto con la naturaleza, campesinos que vivían de lo que plantaban, y ver que no tenían nada de lo que aquí tenemos. Comprendí que lo que yo vivía como ocio, ir a un cine, salir con amigos, ir a comer fuera... todo eso era totalmente insignificante. Compartiendo la vida con esta gente me doy cuenta de que lo que necesitaba para ser feliz era estar en armonía con la vida, con los árboles, las flores, el aire que respiro, la gente que tengo a mi alrededor, y sentir que es algo maravilloso simplemente estar vivo.

- ¿Qué pasa por su cabeza cuando llega a Canarias y ve que la mayoría de los niños tienen videoconsolas, ordenadores, móviles...?

- Pasan dos cosas fundamentalmente. Por una parte me entristece muchísimo que, viviendo con tanta opulencia comparado con estos países, y teniéndolo todo, muchísimo más de lo que necesita un ser humano para vivir, veo a la gente triste. Allí, en Nepal, veo sonrisas llenas de felicidad y aquí rara vez las veo, son sonrisas tristes, vacías, ansiosas... La ingenuidad y el desparpajo de los niños allá no existen aquí. Allí cuando ves a un niño sonreír se te hincha el corazón. Por otra parte ves que este nivel de vida es insostenible, y creo que deberíamos reflexionar sobre qué nos hace feliz, y ver que sobran muchas cosas que están acabando con el planeta. Deberíamos valorar más a la familia, la comunidad, contar con gente para expresar nuestros sentimientos, ser afectivos los unos con los otros. Son cosas que nos llevan a la felicidad y son gratis.

- ¿Cuál es el reto más inmediato de Educanepal?

- Tal como están las cosas en estos momentos, mantener lo que tenemos e intentar conseguir los fondos para seguir adelante. Me gustaría alcanzar una estabilidad económica, que hubiera más tranquilidad, sobre todo porque hay mucha gente aquí, en Gran Canaria, que hace una esfuerzo increíble por recaudar los fondos necesarios, por todas las labores de los voluntarios, me gustaría que algún día tuviéramos el número necesario de socios o padrinos de niños que nos permitiese vivir más tranquilos.

- ¿Alguna vez se ha planteado tirar la toalla y regresar definitivamente?

- Sí, tengo dudas, sobre todo a medida que mis padres van envejeciendo, pero la responsabilidad que tengo con estos niños es muy grande, sacarlos de las calles y darles un futuro.