Bien plantado, nunca mejor dicho, y con un dominio de la oratoria que ya quisiera más de un cargo público, Félix Finkbeiner, el niño alemán de 14 años que ha logrado plantar cuatro millones de árboles en cinco años, le lanzó un órdago ayer, en Infecar, al presidente del Cabildo, José Miguel Bravo de Laguna. "Les sugiero que apliquen una tasa a los turistas que visitan la isla, que cada uno pague, por ejemplo, 50 euros, que servirán para proteger la vegetación de la isla", dijo. Y Bravo, tomando notas. Félix, con una sonrisa de ángel: "Quizá algunos no vuelvan, pero vendrán muchos otros que saben que hay que luchar contra el cambio climático por nuestra supervivencia".

Ésta es una de las medidas que planteó ayer para la Isla el pequeño ecologista, que tiene la ambición de plantar un billón de árboles en diez años para compensar los efectos del calentamiento global y ha sido invitado por la corporación insular con motivo del Día del Árbol, que se celebra hoy, y que concluye con la plantación de 2.500 ejemplares, hoy, durante la mañana en Los Chorros de Firgas.

Las otras dos propuestas son también muy ambiciosas, la primera, es que se planten 110 millones de árboles en la Isla. "Ya sé que no caben, pero se puede implicar a otros territorios cercanos", aclaró el niño. La última sugerencia tiene que ver con el uso de energías renovables, "por ejemplo con extender el uso de coches eléctricos. Serían la única Isla del mundo con estas características y eso atraería el turismo sostenible", agregó.

José Miguel Bravo de Laguna recogió el guante y prometió pensar en la ecotasa, "que podría convertirnos en la punta de lanza de la sostenibilidad en Canarias", aunque "las cosas hay que hacerlas paso a paso".

Félix hizo un recorrido por la historia de Plan for de Planet, su Fundación, que nació como un proyecto en su colegio de Baviera, para proteger al oso polar. "Tras ahondar un poco en el tema, los niños de la clase nos dimos cuenta de que, al final, si no hacemos nada, va a ser el oso polar el que nos salve a nosotros". señaló. El adolescente siguió el ejemplo de la keniata Wanweri Maathai, que promueve la lucha contra el cambio climático con la plantación de árboles... y comenzó a trabajar.

El niño ha viajado a más de 160 países, a plantar su semilla, y su discurso no es, en absoluto, utópico. Maneja una gran cantidad de datos y está al filo de la actualidad, porque hizo alusión a la lacra de la especulación, al reparto desigual de la riqueza, a la pobreza y a la primavera árabe. Un prodigio.