- ¿Por qué la Navidad se ha convertido en un sinónimo de consumismo?

- Es una época del año en la que se ensalzan valores tales como la solidaridad, la fraternidad, la unión familiar... La publicidad aprovecha estos momentos en los que afloran nuestros mejores deseos y sentimientos para reconducirlos hacia el consumo, sin tener en cuenta las repercusiones sociales ni ambientales. Prácticamente todo el mundo tiene asumido que celebrar la Navidad significa comprar, así que se decide a salir de compras justo en el momento del año en que todo está más caro.

- ¿Es la sociedad víctima de un marketing cada vez más agresivo?

- Sin duda. Hemos de ser conscientes de que hay un estudio psicológico tras las estrategias de venta, por lo que no somos tan libres de elegir como pueda parecernos en un principio. Nada queda al azar: la disposición de las estanterías, la colocación de los productos en las vitrinas, utilizar personajes famosos para promocionar determinados productos, la intensidad de la luz... Todos estos recursos se disponen con la intención de estimular el impulso comprador. A veces se nos olvida que no somos lo que tenemos.

- El exceso navideño es especialmente notable en el caso de los más pequeños. ¿Qué es lo que lleva a los mayores a caer en una práctica poco recomendable?

- Muchos padres y madres acaban por convencerse (a veces incluso por la presión de los propios hijos), de que para demostrar lo mucho que les quieren les tienen que comprar más regalos. También puede ser un intento por compensar el escaso tiempo que pasan con ellos; o bien por el deseo de darles lo que ellos no pudieron tener; y por miedo a que sus hijos queden aislados al no tener lo mismo que el resto. Es triste ver cómo los niños se preguntan por el número de regalos en lugar de por el contenido de los mismos.

- ¿Cuáles son las claves para recuperar la cordura en estas fechas?

- Si la crisis tiene alguna ventaja, tal vez es la de que nos replanteemos el modelo consumista y los excesos que se producen, especialmente en Navidad. No por recibir ni entregar muchos regalos nos sentiremos más felices, y probablemente suponga una sobrecarga económica que no podemos o no tenemos por qué asumir. Por otro lado, no estamos beneficiando en absoluto a los niños, sino fomentando su inmadurez emocional. Es importante que los padres sepan que ningún niño va a traumatizarse por no conseguir algo que desea en un momento dado. Debemos replantearnos los valores de las últimas décadas y cambiar nuestros hábitos al respecto o, al menos, plantearnos un consumo más razonable y satisfactorio. Hay una frase de Gandhi que todos deberíamos aplicar. "Sé el cambio que quieres ver en el mundo".

(*) Nieves Olivares - Psicoterapeuta de niños y adolescentes.