El doctor Manuel Monasterio fue presumiblemente arrojado al Tajo el 13 septiembre de 1936 por falangistas que antes habían ensayado con él un porrazo y un disparo. Un final ensañado de pólvora y fondo de río para alguien que llegó a ser conocido en Las Palmas como "el médico de los pobres" por su labor sanitaria en favor de los más desfavorecidos.

Ayer Maximiliano Paiser y los historiadores Agustín y Sergio Millares Cantero recuperaron y reivindicaron en el Club La Provincia la figura de Monasterio, uno de los diez republicanos que fueron embarcados en el carguero Dómine, junto a la primera bandera canaria de Falange, para ser eliminados en circunstancias nunca aclaradas oficialmente.

Monasterio, nacido en 1909, comenzó a forjar su conciencia social mientras estudiaba la carrera de medicina en Cádiz. "Fue un buen estudiante. En el 31 empieza a tomar conciencia política y a vincularse a movimientos estudiantiles", explicó Paiser. Ese mismo año Monasterio va a Madrid a ha-cer la especialidad en el instituto de Gregorio Marañón, que acabaría premiando su trabajo con un sobresaliente. En el 32 ya lo tenemos instalado en Las Palmas, con consulta en los bajos del número 19 de la Calle de los Reyes, en un inmueble que su familia compartía con la de Felo Monzón.

Mutualidad obrera

Participó en la creación de la mutualidad obrera. A pesar de tener consulta privada, su compromiso lo lleva a atender a los que menos tienen. "Se desvivía en los barrios pobres, en San José, La Isleta o San Juan, conocida como La Libertad, atendiendo a cientos de personas", dijo Paiser. Paralelamente crecía su compromiso político, que vehiculaba a través del partido de Manuel Azaña, Izquierda Republicana.

Tras el golpe de Estado aparecieron ocho falangistas en su casa preguntando por él, pero Monasterio tuvo tiempo de esconderse en la azotea. Aun así, el padre lo convence para que se presente en el Gobierno Militar, pues le habían prometido que no habría represalias. Así lo hizo, fue detenido, le sustrajeron el dinero de las cuentas corrientes y su coche, que fue a parar al servicio de María Ayala, jefa de la sección femenina de la Falange.

El 5 de septiembre partió en el carguero Dómine una primera expedición de 700 falangistas de Canarias que iban a luchar al frente. Junto a ellos llevan a diez republicanos, extraídos en su gran mayoría de campos de concentración. "Puede ser que los embarcaran como represalia por el asesinato en el norte de España de Leopoldo Matos, dirigente de derechas, o a modo de rehenes, para evitar que fuera hundido el barco, que iba camuflado como un paquebote inglés. Lo que sí está claro es que eran personas odiadas por el nuevo régimen, y que el objetivo era su eliminación física", explicó Sergio Millares.

Las circunstancias de esta eliminación no están claras y nunca se llegará a admitir oficialmente. "El falangista Jiménez Marrero insinúa que pudieron huir y pasar a los rojos", añadió Sergio Millares. Eufemiano Fuentes, que iba embarcado entre los falangistas, envió un revelador mensaje en clave: "Diez patos al agua".

Por distintos testimonios de los propios falangistas, todo apunta a que, al llegar la bandera falangista a Talavera de la Reina se arrojó a los diez al Tajo, previo porrazo en la cabeza y disparo. El encargado de apretar el gatillo fue el capitán Larrea.