"No es de recibo que el volcán del Teneguía estuviese en 1971 mucho mejor estudiado en el momento que éste [de El Hierro] cuarenta años después con todos los avances técnicos, y aún con todos los impedimentos que tiene estudiar un volcán submarino, que es más complejo". Así de rotundo se mostró ayer el catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad grancanaria, Francisco José Pérez Torrado, interrogado sobre la actualidad del fenómeno herreño. "Como no soy adivino, no puedo decir cuándo cesará el volcán de El Hierro su actividad. A día de hoy, con los conocimientos científicos actuales, ni se puede predecir cuándo empieza ni cuándo acaba una erupción". Torrado, al propio tiempo, subrayó que el volcán "ha superado las expectativas de duración habituales en el registro histórico de erupciones en las Islas".

"El volcán está durante más de la cuenta, aunque durará lo que le toque durar, obviamente, pero en el sentido de que está rebasando nuestras expectativas iniciales". agregó. "El registro histórico [de volcanes] en Canarias es de quinientos años; en ese tiempo hemos tenido catorce erupciones y, salvo la de Timanfaya, que fue larga, las demás han sido más cortas que éste del Hierro. Por eso, en principio todos le dábamos un mes o dos, pero va camino de tres. Claro que estamos basándonos en una referencia meramente estadística".

"Ya sabemos", añadió Pérez torrado, "cómo ha sido el proceso: el 19 de julio empezó la crisis sísmica, que estaba claro que estaba ligada a un ascenso de magma, y tres días si nos hubiesen preguntado si iba a comenzar la erupción en rigor tendríamos que haber dicho que no sabíamos, porque las probabilidades eran las mismas que las de que el magma se quedase dentro, ya que toda la sismicidad está a quince kilómetros de profundidad [en el mar]". Sin embargo, agregó, "si nos hubiesen vuelto a hacer esa pregunta el 8 y 9 de octubre, que hubo un terremoto de magnitud 4,4, habríamos dicho que las probabilidades de erupción eran altas pero nunca podríamos haber dicho "empezará mañana".

El tremor sigue

En relación con el hecho de que la mancha de materiales eruptivos ha vuelto a alcanzar al Puerto de La Restinga y que prosigue la expulsión de piroclastos a la superficie, Pérez Torrado quiso recordar que "la actividad nunca se ha ido, sólo que la intensidad varía. La lástima es que nunca hemos tenido una imagen directa de lo que está pasando allá abajo, no estamos siendo testigos directos de lo que ha pasado, todo lo tenemos que deducir de la morfometría y la sismicidad, pero en principio el tremor no se ha quitado, está fijo: como es el único dato, porque no nos dan otro, desgraciadamente no han bajado cámaras a mirar ni nada, lo único que se puede decir es que la erupción lleva desde el 10 de octubre hasta la fecha en marcha, con épocas de mayor o menor intensidad, mayor o menor expulsión de piroclastos y de lava". A su entender, "es cierto que el tremor se ha ido atenuando y parecía que se iba a acabar, pero el tremor sólo mide el ruido del conducto [por el que se mueve el magma] pero también dicho ruido puede ser por los gases con lo que en rigor hasta que el magma no deje de aflorar en la superficie no podremos decir que el volcán ha concluido. Sin embargo, en el Teneguía se ve el día que salió el magma y el día que acabó [el volcán terrestre que hizo erupción en La Palma en 1971], pero en éste no".

Escasos datos

Interrogado acerca del número y la posición de las distintas bocas submarinas del volcán, sobre los que hay variedad de opiniones, Pérez Torrado se quejó de "los escasos datos" que "nos ha ofrecido" el buque oceanográfico Ramón Margalef, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), destacado en la zona para estudiar el fenómeno sísmico. "Los datos los ha dado a cuentagotas y en tres meses sólo ha hecho cuatro campañas morfométricas, habiendo habido hasta una evacuación de la isla de por medio", dijo. Y con sus resultados "casi se podría decir cualquier cosa. Lo enseñado pone de manifiesto que hay un volcán principal y en alguna de las morfometrías se observaba que tenía pequeños conos adventicios, es decir, una erupción fisural -como lo son todas en Canarias- con varias bocas, que a veces han estado expulsando magma, pero por las manchas que se ven en superficie en ningún caso se puede deducir su número, pues no lo refleja. De entrada las corrientes marinas inevitablemente desplazan y dividen lo que sale a quince kilómetros de profundidad".

En este punto Torrado hizo hincapié en que a diferencia de lo que sucede con la predicción, hoy en día imposible, de inicio y fin de una actividad volcánica, sí es posible determinar el número y la ubicación de las bocas de un volcán submarino. "Es tan sencillo como bajar un robot con una cámara de vídeo. Si no se ha hecho es algo que debe preguntárserle al IEO, que bajó un robot la primera vez, y colgaron en su página de Internet los vídeos con gran publicidad, y decían incluso que el robot se había acercado a la distancia de un metro de la lava, lo cual no es creíble en absoluto, porque en esos vídeos se veía polvo sedimentario por todas partes y eso es imposible si se trata de la lava. Pero el volcán no ha vuelto a bajar". A juicio de Pérez Torrado es fundamental conocer "el número y la distribución de las bocas es determinar la evolución de la erupción: Si el volcán, que nació a 300 metros de profundidad, está ya a 130, y la erupción genera un nuevo cono a 100 metros, éste se comportaría de una forma mucho más explosiva".

"En el volcán del Teneguía, por ejemplo, día a día se conocía la composición del magma, se tomaban muestras de los gases", subrayó, "y aquí el único seguimiento serio es el que hace el Instituto Geográfico Nacional (IGN) de la sismicidad y la formación del terreno, desde el pasado 19 de julio, con vigilancia de veinticuatro horas". Pero, a su juicio, el seguimiento por parte del barco Margalef "ha dejado mucho que desear".