Un muchacho que lee a Rilke y a T. S. Eliot y que estudia Filosofía pura me dijo anoche en un bar lo que pensaba del siglo XX, que estuvo mal hecho.

Toni Judt, el desafortunadamente fallecido filósofo de la historia del siglo XX, precisamente, dejó escrito un libro memorable (y por tanto víctima del olvido) sobre el olvidado siglo XX. No hubo más guerras nunca que en el siglo XX, y una de ellas, además, nos tocó a nosotros, se hizo entre hermanos. Bárbaro siglo XX.

Pero fue también el siglo de la penicilina, de Pablo Neruda y de Juan Ramón Jiménez, de madame Curie y de Virginia Woolf. El siglo de Bertrand Russell y de Albert Camus. El siglo de Di Stéfano y de Kubala. Y de Picasso.

Fue un siglo y no un vertedero, debo decir, y, como sugería Juan Marichal para contar la historia de España de modo que no se nos fuera la cabeza detrás de las catástrofes, fue un tiempo en el que se produjeron muchos secretos de enorme felicidad y nobleza. Uno de ellos, por cierto, la capacidad de los jóvenes para sumarse a proyectos solidarios; fue, también, el siglo de la igualdad entre las mujeres y los hombres (y aún queda tanto por hacer); fue el siglo del cine y la televisión, el siglo de la cultura para todos, o por lo menos el siglo en el que la alfabetización se hizo, en muchas zonas del mundo, una obligación de los estados. Y fue, también, el siglo de las desigualdades monstruosas entre pobres y ricos, y el siglo en el que los jueces juzgan antes de saber qué juzgan y el siglo en el que los delincuentes pueden más que la justicia. El siglo que dejó en el cajón del olvido el continente africano, el siglo de las catástrofes, entre ellas la catástrofe nuclear? Así que fue feliz e infeliz, y fue no sólo un siglo mal hecho sino, sin duda, un siglo maltrecho?

Así que hubo de todo, y también estuvo mal hecho, como me dijo aquel muchacho. Confieso que entonces no le dije al chico todas estas bondades y contradicciones del siglo en el que nacimos los que ahora seguimos mirando el siglo XX como si fuera el presente y no el pasado. Me quedé, ante su frase (el siglo XX estuvo mal hecho), bastante petrificado, pues jamás había sentido tan cerca de mi el pasado como una piedra inamovible. Ya fue el siglo XX, estamos en otra vida, parecía decir el muchacho del siglo XXI. Él estaba aquí y muchos, yo entre ellos, estamos ya en el pasado, de ahí no nos mueve ni Dios, somos una fotografía sepia, él está retratado en youtube, en twitter, forma parte de la nube, y nosotros estamos donde la nube es lluvia?

Claro, él tiene diecinueve años, casi tantos como el siglo en el que va viviendo, y nosotros, sus interlocutores viejos, ya tenemos menos porvenir en este tiempo que el tiempo que tenemos por detrás. De modo que a él le toca mirar hacia adelante pensando que lo que hay detrás fue peor (pues es cierto que todo tiempo pasado fue peor); y a nosotros nos toca mirar de otra manera (y cometer un enorme error), creyendo que el tiempo en el que estuvimos fue muchísimo mejor.

Ni es mejor este tiempo (es obvio) ni fue mejor el tiempo que ese muchacho no recuerda porque nació después? Lo que falla es, me parece, el gozne de la historia; los hombres tendemos a olvidar el pasado como si fuera inservible. Pero no es ese chico tan solo; cuando tuvimos su edad tendíamos a pensar que los que venían de antes eran perfectamente inservibles, su historia estaba mal hecha y nos dejaban herencias fraudulentas? Como decía Mika Waltari en Sinuhé el egipcio, así ha sido y será siempre? Un día el muchacho se encontrará, a otra edad, es decir, en otro tiempo, y se sentirá igual de desconcertado cuando le escuche decir al muchacho nuevo: "Tu tiempo estuvo mal hecho?" Tendrá razones para desconcertarse, pero tantas como el joven para decírselo?

Ahora, debo confesar que cuando escuché eso ("el siglo XX estuvo mal hecho") sentí de veras que yo era del siglo XX, que esa era mi patria o mi tiempo, y que tenía que salir a defenderlo un poco.