El éxito mediático de películas como The Artist y La invención de Hugo transporta al espectador a los años en que la fotografía cobró vida, a ese frenético cambio de siglo entre el XIX y XX donde los ingenios patentados por los hermanos Lumière y Thomas Alva Edison, entre otros, permitieron captar escenas de la vida en movimiento para su exhibición pública, y favorecer un nuevo lenguaje, un nuevo arte que bien supo entender un "mago del cine" como Georges Méliès. La sociedad canaria tuvo a su alcance este revolucionario artilugio meses después de su presentación en sociedad del cinematógrafo por parte de los hermanos Lumière.

Patentado en 1894, en diciembre de 1895 en París se presentó en sociedad con la exhibición de diez películas con un metraje no superior a los 20 minutos, entre ellas La salida de los obreros de la fábrica Lumière y La llegada de un tren. Esto ocurría en París. En Estados Unidos, Thomas Alva Edison había diseñado años antes el fonógrafo y se afanaba en idear una máquina que emitiera sonidos y proyectara imágenes a la vez.

Una guerra de patentes que permitiría al público canario conocer cada uno de ellos en su tránsito por las Islas. Determinar cuándo se celebró la primera proyección en las Islas es complejo. Al palmero Miguel Brito se le atribuye haber realizado las primeras proyecciones en Canarias en abril de 1898, si bien hubo otros acontecimientos previos en la capital grancanaria que anticipaban el advenimiento del séptimo arte. En junio de 1896 se anunció en Diario de Las Palmas que llegaba una compañía dramática inglesa para presentar el animatógrafo inventado por Edison, y que "representa con maravillosa exactitud escenas de la vida real por medio de fotografías animadas".

Podía haberse tratado de un quinetoscopio, visor en el que se echaban monedas y corría la película, como explica María Calímano, directora de Filmoteca Canaria. "Se confundían unos equipos con otros, y era normal en la época", asegura. Al año siguiente, en 1897, en Diario de Las Palmas se daba cuenta de un hecho histórico: la llegada a la ciudad de "un señor que trae un perfeccionado animatógrafo o maravilla de la fotografía instantánea, el mismo aparato que acaba de exhibirse en los teatros de Lisboa y Madeira".

Proyecciones

Un aparato que solo podía proyectar y que trajo Anacleto Rodríguez para ser instalado en un local en las inmediaciones de la Alameda de Colón y para el que se necesitaba un alumbrado de "1.500 bujías". Del programa que se pudo ver, quien quiso hacerlo y no rehuyó del acto con el grito de "invento del demonio", las típicas tomas de llegada del tren, gente saliendo de la iglesia y escenas playeras.

El cine en una concepción próxima a lo que estilaba en Europa en aquellos años y próximo al modelo de sala de exhibición no llegaría a la capital grancanaria hasta 1899. Su impulsor fue Francisco Carbonell, quien solicitó el uso de los salones del Casino sito en el Gabinete Literario para instalar un "cinematógrafo público" y "uno de los arcos voltaicos que prestan servicio en la Alameda".

Según refleja Diario de Las Palmas, se proyectaron piezas como Montañas rusas, El cochero dormido o Lección de bicicletas. La nueva atracción y espectáculo comenzaba a publicitarse en prensa con la denominación de "cuadros". Así, se podían leer sueltos como: "Según nos comunica el dueño del Cinematógrafo instalado en el Gabinete Literario, mañana sábado se exhibirá el nuevo cuadro La mesa revuelta y el domingo siguiente La voladura del Merrinac, episodio de la guerra hispanoamericana".

Esta sala mantuvo una programación regular hasta el cambio de siglo, con horario entre las 19.00 y 23.30, y títulos como El castillo encantado, Pescador en el torrente, Baño de negros o Las mariposas.

El cine se convertía en el nuevo escaparate donde lo cotidiano era acontecimiento en pantalla grande. Proyecciones que mayormente acompañaban de música de fonógrafo, y en ocasiones, de un músico preferentemente pianista que interpretaba una banda sonora de las imágenes en movimiento.

Servida la exhibición, se vislumbraba una industria del cine de cuño canario. Las posibilidades del invento de los Lumière hizo que una filmación en Santa Cruz de Tenerife se convirtiera en la primera hecha en Canarias. Fue en noviembre de 1896, cuando un operador de los Lumière en tránsito a Sudamérica rodaría Mujeres isleñas abasteciendo carbón a los barcos de la escuadra. "Esta película se proyectó en diciembre en México y se perdió en un incendio", explica Calímano.

La industria

Las primeras producciones de cine canario no llegarían hasta 1926, El ladrón de guantes blancos, de José González Rivero, y 1928 con La hija del mestre, de Carlos Luis Monzón, la primera cinta de temática canaria. Una producción que el Festival de Cine en colaboración con Filmoteca recuperó en su IX edición con motivo del 80º aniversario con música del pianista José Luis Castillo.

Con anterioridad, se filmaron piezas como Procesión del Corpus, de 1906, de Francisco González Padrón, las múltiples producciones documentales de la Casa Gaumont y curiosidades como la familia Navarro Nieto de sobremesa en Las Canteras.