Cuando estaba allí me sentía un privilegiado, no sólo por los documentos que tenía en mis manos, sino porque entre aquellas paredes también investigó Viera y Clavijo". Es la impresión que tiene grabada en la memoria Juan Carlos Arencibia de su estancia de 23 días en medio del tesoro que acumula el Archivo Secreto del Vaticano. La semana pasada se inauguró una exposición que saca a la luz los papeles más llamativos de este templo de la Historia: el proceso a Galileo, las actas de Giordano Bruno, la carta de Enrique VIII para lograr su primer divorcio y casarse así con Ana Bolena... Pero también hay legajos que consignan el pasado de las Islas Canarias, por ejemplo, el paso por la Diócesis del obispo Antonio Tavira y Almazán, objeto de la tesis de Arencibia.

Para que un historiador pueda acceder al Archivo es necesario acreditarse. "Se pide un permiso a la secretaría en el que, además del objeto de estudio, debes incluir una carta de una institución o persona autorizada que avale tu propuesta, ya sea una universidad, un profesor, etc. En mi caso fue el director de mi tesis, Fidel González, de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, donde yo estudié", señala el sacerdote y profesor de Historia de la Iglesia en el Instituto Superior de Teología de Canarias, que realizó su visita al corazón documental del Vaticano en 2001.

Los papeles que quería consultar eran de dos tipos. "Por un lado, lo que se llaman visitas ad limina apostolorum, que son los textos en los que los obispos explicaban a la Santa Sede cuál era la situación de su Diócesis. Por otro lado, el Archivo de la Nunciatura de Madrid, que también se conserva allí", detalla el historiador. Una vez obtenido el permiso, los responsables del Archivo calculan cuántos días puede necesitar el investigador y le dan la autorización. "Cuando llegas allí, le explicas al guardia suizo que vas al Archivo y él te señala hacia un pasillo. Al final hay una oficina en la que presentas la documentación y donde te hacen el carné válido para toda la estancia", indica Arencibia, que era consciente de que "si quieres investigar a algún obispo tienes que ir al Archivo Vaticano, porque allí hay documentos o copias de todo lo que concierne a la Iglesia católica".

Quienes acceden a este mastodonte con 85 kilómetros de estanterías no pueden llevar ningún bolso, por razones obvias. "Yo llevaba un ordenador y papeles", recuerda el sacerdote grancanario.

En la sala en la que se sientan los investigadores no hay más de una treintena. "La verdad es que el hecho de que estuviera allí Viera y Clavijo y luego otro buen número de investigadores canarios hace pensar que aquellos documentos han servido para reconstruir una parte muy importante de la Historia del Archipiélago", reflexiona.

Y es que el valor del patrimonio documental que atesora la Iglesia es incalculable, ya que durante muchos siglos fue depositaria de la huella escrita de la humanidad. En el caso del Archivo Secreto Vaticano, "que no se refiere a que sea desconocido, sino al carácter privado del Pontífice", hay documentos de los últimos 800 años, que se pueden consultar si se demuestran sanas y académicas intenciones.

Juan Carlos Arencibia encontró allí todo lo que iba buscando y se trajo fotocopias para seguir trabajando en casa. El recuerdo de aquellos 23 días le hace sonreír, debe ser impresionante tanto pasado junto.