La implantación de los dispositivos electrónicos de detección de proximidad de agresores por violencia de género, las llamadas pulseras antimaltrato, ha experimentado un aumento progresivo en el último año, aunque su demanda sigue siendo baja: de los 3.000 disponibles en España, sólo hay instalados unos 800, de los cuales 33 están activos en Canarias.

Una de las causas de esta infrautilización es la percepción negativa de vulneración de libertad por parte de algunas usuarias, tal como expresó a este periódico la abogada víctima de violencia de género Josefina Navarrete. "El aparato GPS tiene unas cosas muy buenas y una segunda parte bastante mala. Por una parte, uno se siente protegido porque la función policial funciona perfectamente, pero también es cierto que te impide pasar página, que es lo que los psiquiatras aconsejan para cambiar de aires, pero constantemente está el pitidito avisándome de que él está cerca", indicó.

Ruth García Orozco, responsable de la Unidad de Coordinación Contra la Violencia sobre las Mujeres de la Delegación del Gobierno en Canarias, ha analizado los pros y contras de esta tecnología GPS de control de las medidas de alejamiento de maltratadores, que se implantó en España en 2009.

Seguridad

García afirma que el principal objetivo de esta tecnología es el de proporcionar seguridad y tranquilidad a las víctimas de violencia de género y, por extensión, a sus familiares o personas allegadas a ellas; así como ofrecerles todo tipo de apoyo e información, dado que facilita la comunicación directa, las 24 horas del día, con la central de apoyo. "Pero sobre todo, la función de estos GPS es intentar que las víctimas de violencia de género puedan tener su vida normalizada de la forma más segura posible, porque se trata de un dispositivo que alerta de cualquier intromisión por parte del agresor y ella puede tener una mayor libertad de movimiento".

Otra de las ventajas del sistema es que proporciona un registro de todas las veces que la orden de alejamiento se puede vulnerar de forma deliberada por parte del agresor. A pesar de las ventajas, García Orozco matiza que las pulseras antimaltrato son un elemento más de toda una serie de medidas de protección, válido siempre y cuando la usuaria se sienta a gusto y protegida con él. "Evidentemente, no todas las mujeres son iguales, hay a quienes el sistema les sirve de absoluta seguridad y así lo manifiestan, que están mucho más tranquilas y seguras, y hay personas en las que tiene un efecto contrario, dicen que ese tipo de alarma les genera más un sobresalto que una tranquilidad".

En la actualidad, éste es el único dispositivo tecnológico que controla tanto al agresor como a la víctima de violencia de género, y su fiabilidad está garantizada. Los dispositivos están disponibles, de forma gratuita, una vez que son concedidos por orden judicial. No obstante, se trata de una tecnología costosa, su precio asciende a unos 5.000 euros por cada instalación, que comprende tres dispositivos, dos para el maltratador y uno para la mujer.

"La valoración en Canarias, desde que se implantó en 2009, es muy positiva, aunque siempre hay casos puntuales de víctimas de violencia de género que admiten no sentirse cómodas con los GPS. Lo más importante es que esto tiene que servir para mejorar la situación de la víctima desde todos los puntos de vista. Estos dispositivos son válidos para la inmensa mayoría de los usuarios, pero también es lógico que haya personas que no se sientan bien con ellos", concluye Ruth García Orozco.

Una condena que, sin duda, salva vidas.