- ¿Qué periodo histórico del Sahara aborda en su libro?

- Hago un breve recorrido por la mezcla de tribus beréberes y árabes a partir del siglo VIII, pero me centro en el conjunto de la historia del Sahara, a la que abordo como un metarrelato, no es una investigación histórica.

- ¿Con metarrelato hace referencia al desciframiento de los significados que subyacen a los discursos sobre el Sahara?

- Hago referencia al discurso hegemónico sobre el Sahara, una narrativa sobre una historia del Sahara que tiene un pasado y un fin ineluctable, forzoso, que es la independencia. El metarrelato tiene la estructura de un mito, así que todas las partes, incluso las no sucedidas o ocurridas en la historia tienen esa función, la de acabar en esa consecuencia ineluctable, que sería la de una nación autónoma.

- Pero ese desciframiento puede aplicarse a cualquier metarrelato. Y en sí todo discurso preconcebido sobre cualquier cuestión política lo es, ¿no?

- Llevo muchos años viviendo en Canarias, y no he tenido la oportunidad de conocer a ningún saharaui promarroquí. Tampoco conozco asociaciones ni personalidades españolas, quitando a José María Ridao y a Juan Goytisolo, que se desmarquen un ápice de lo que es ese consenso básico popular español, que sostienen las cuatrocientas asociaciones de ayudas al Sahara, y que es el de una solidaridad muy enfocada a una única salida al conflicto. Esas redes se han organizado sobre la base de una especie de mito saharaui, que es el que sostiene Willy Toledo, los Bardem, etcétera. Y hay mucha gente que elabora esa narrativa: ex militares españoles, periodistas, algún jurista internacional [Baltasar Garzón] o novelistas como Luis Leante [Premio Alfaguara 2007]. Es un discurso que no deja margen por supuesto para la contingencia, la aleatoriedad de la historia, porque se aferra a un resultado prescrito.

- ¿Dice usted que esa narrativa es ajena al sentir saharaui?

- Yo distingo entre los saharauis en general y esta gente que los apoya. Los primeros son una cosa y los segundos otra. La solidaridad española es un apoyo a cambio de: si se llegase a una solución distinta a las que defienden esas asociaciones se acabaría ese día cualquier apoyo [a la causa saharaui]. Estas asociaciones no tienen nada que negociar, no hacen política, se mueven a nivel de principios inamovibles, como los monárquicos, en base a resoluciones internacionales; y eso, aún cuando la propia praxis de Naciones Unidas ha cambiado. Los saharauis tienen que hacer política, pero estas asociaciones no tienen en cuenta que la praxis internacional es dinámica, y que la política está por encima de cualquier resolución.

- Lo mismo cabría decir del discurso irredentista del Gran Marruecos; hay una narrativa elaborada por mucha gente, un final preestablecido, intocable...

- No lo creo, como no creo tampoco en las equidistancias. Valoro mucho más la democracia que su contrario. Y, aunque nunca podría ser fan de Marruecos, al menos tienen democracia y hay cierto debate, cierta pluralidad, con las limitaciones que se quieran, mientras que el Polisario se ha convertido en la última gerontocracia de África. No he dicho en ningún momento que los saharauis sean marroquíes, que no lo son, pero éste es un asunto confuso, desde el punto de vista étnico son pueblos muy variados, muy ricos... Sin embargo, lo del Gran Marruecos era una pretensión del Istiquial [partido nacionalista marroquí] en el inicio [los años 40 del siglo XX], que luego Hassan II intentó por todos los medios, pero creí que ya habían renunciado. Igual el Istiquial sigue siendo mayoritario y no desaparecerá por el peso de los islamistas... Pero no conozco en la actualidad un metarrelato del Gran Marruecos, con autores, libros, asociaciones, festivales, como el que existe sobre el Sahara entre prosaharauis.