Qué poco queda de los primeros y breves álbumes de boda. Una foto y poco más. Lo que se lleva ahora es convertir este momento en una película con todas las de la ley.

La intención es que esos soporíferos vídeos que se emiten en cualquier enlace matrimonial se convierta en un acontecimiento que no suponga una tortura para el que ve el vídeo de la boda.

Para conseguir treinta y cinco minutos dignos de pantalla grande hay que currárselo. Y grabar hasta seis días si es necesario.

La grabación empieza con antelación, porque la familia también tiene sus minutitos de gloria. Tirar la casa por la ventana de esta manera tiene un precio. A partir de 2 mil quinientos euros y el alquiler de una sala. Y es que ser actriz por un día no tiene precio.