La noche está serena. Son las 2.30 horas. De repente se oyen disparos de metralleta. Kioni se sobresalta. Algo pasa fuera. Al parecer, un hombre lleva un cuchillo y las fuerzas militares han tenido que reducirlo y encerrarlo. La pequeña de 12 años sólo habla suajili y el resto de ocupantes de su tienda no la entienden, tiene miedo, ha perdido a sus padres, pero al menos la médico le ha dado algo para la diarrea. Kioni Kiplagat, natural de Malí, es una identidad imaginada, es en realidad el rol que ha asumido el fin de semana pasado el estudiante de la Universidad grancanaria David Quintana, uno de los 50 voluntarios que han participado en la simulación de un campamento de refugiados que se ha realizado en La Isleta para estimular en ellos el gusanillo de la cooperación.

David, de 24 años, está estudiando Pedagogía. "Antes de vivir esta experiencia veía lejos el poder irme a un país en dificultades para ayudar, pero ahora lo veo posible, porque he conocido gente que lo ha hecho y me ha abierto unas expectativas distintas", señala. Misión cumplida, por tanto, de los organizadores de esta iniciativa, como Josefa de la Rosa, gerente del Centro Universitario de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Cucid), de la ULPGC y la Fundación Universitaria, que esperaba ayer que hubiera servido para que "de aquí nos salga algún cooperante".

Los chicos, que pasaron 30 horas en la piel de un refugiado, llegaron el sábado, a las ocho de la mañana, ya con sus papeles asignados. Laura Santana, de 23 años, que cursa Ingeniería Química, era somalí, una pequeña de 11 años, de nombre Abulele Davu Alenbi, de la etnia bantú. "No te puedes meter en la piel de una niña a la que han violado junto a su madre, pero sí puedes hacerte consciente de lo que puede llegar a sufrir", afirma la joven, que recibió el correo del Cucid y no se lo pensó dos veces porque afirma ser "muy en plan rollo África".

Lo primero fue pasar los controles militares, absolutamente necesarios en este tipo de situaciones. En el camino al campamento, se situó un check point con cuatro efectivos. Uno de ellos sobre un vehículo y el dedo en el gatillo de una ametralladora MG4, apuntando a la comitiva. Los demás, con fusiles HK. Para evitar una acelerada inesperada se pusieron dos alambradas de espino en zigzag.

Ya identificados estos refugiados especiales, entraban en acción las ONG, en este caso Médicos del Mundo, Cruz Roja, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y Acnur, que permitió una conexión muy especial con el campamento kenyata de Daadar, que lleva 20 años en pie. Los facultativos se encargaban de hacerles los chequeos correspondientes para determinar dónde se les ubicaría. "Nos dijeron dónde estaban el agua y las letrinas, muy importante", explica David. Los mismos voluntarios se ocuparon después de levantar las tiendas. Se agrupó a sus roles por familias, aunque en el caso de menores no acompañados, como Kioni/David se le asignó una tienda en la que ya había una familia de cinco miembros. Les repartieron packs de comida de los militares. "No pasé hambre, pero es verdad que hay que ser racional con los alimentos", afirma David.

Entre los 50 voluntarios había tres infiltrados, dos militares y un civil que pusieron a los chicos en situaciones complicadas. El primero, a la entrada, un hombre que se ponía nervioso y había que meterle en la cárcel, una tienda en forma de jaima rodeada por alambre de espino y vigilada constantemente por un soldado armado. El otro momento tenso fue el de la madrugada, cuando los militares redujeron al hombre del arma blanca. "La idea es que se den cuenta de que estas cosas pueden pasar", señala Josefa de la Rosa. "Pero no se trata solo de eso. El fin principal es la formación, que ellos se puedan acercar a la ayuda de emergencia y la ayuda humanitaria", continúa la gerente. "Hemos podido ver cuáles son las problemáticas de salud, cuáles son las de logística, telecomunicaciones, agua y saneamiento... Que entiendan cómo se monta un campo, por qué fases tiene que pasar un refugiado, que sepan lo que se siente cuando te cachean, cuando llegas a la filiación y no sabes si ha llegado tu familia o no, cuando eres un niño no acompañado, muchas veces mutilado, una mujer embarazada... Muchas veces no está montado el hospital de campaña, no llega la vacunación, que vean a qué problemas se enfrenta la población", agrega, y remata: "No se trata de una especie de Gran Hermano".

José Regidor, rector de la ULPGC, se acercó también ayer al campamento, al igual que la vicerrectora de Relaciones Internacionales, Rosario Berriel, y el presidente de la Fundación Universitaria, Manuel Campos. Regidor destacó que esta iniciativa, que se enmarca dentro del mes temático África, desarrollo sostenible, "forma parte de la responsabilidad social de la Universidad y es una oportunidad de formación excelente para los alumnos".

El general Alfonso García Vaquero, general jefe de la Brigada de Infantería de Canarias y comandante militar de la provincia de Las Palmas, reconoció que la convivencia con los cooperantes de las ONG ha sido un valor añadido para ellos, puesto que, normalmente, en este tipo de ejercicios de simulación, son ellos mismos los que hacen de "figurantes".

Un campamento similar al que se ha montado este fin de semana se levantó para acoger a los inmigrantes africanos llegados hace unos años. "En estos momentos no tenemos ninguno de estas características en las misiones que desempeñamos en Afganistán, Líbano y contra la piratería en Somalia", aclaró el general, que hizo hincapié en que las medidas de seguridad salvan vidas y benefician al grupo. "Dentro de los refugiados hay buena gente y gente menos buena. Tenemos a los terroristas, que se infiltran aprovechando los grandes movimientos de población para alcanzar otros objetivos", agregó el militar, que advirtió de que para 60 personas se deben desplegar un mínimo de 150 efectivos.

Los refugiados son, según la ONU, "aquellas personas que huyen legalmente de su país debido a un temor bien fundado de ser perseguidos por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas". En el mundo hay, al menos, 22.500.000.