Hablar antes (o después) del Maestro es un ejercicio de alto riesgo. Confío en su benevolencia y les ruego sean indulgentes.

Precisamente por eso, no encuentro mejor forma de comenzar que utilizando sus propias palabras. Concretamente aquellas con las que definió magistralmente a la Literatura al recibir su Premio Nobel en diciembre de 2010: "Es aquella que tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan".

Pero, no les parece que bien podía haberse estado refiriendo a Las Palmas de Gran Canaria. Si me aceptan el guiño, creo que no me equivoco al afirmar que eso es precisamente nuestra ciudad, un lugar que tiende puentes, un lugar capaz de unir a pesar de las lenguas, religiones o costumbres. Un lugar en mitad del Atlántico, cuyas aguas han sido capaces, a lo largo de nuestra historia, de conectarnos con territorios tan distantes en el mapa, pero tan cerca en el corazón, como el propio continente americano que vio nacer a nuestro ilustre Hijo Adoptivo [...].

Estoy seguro de que algo de este carácter abierto al mundo, distendido y exento de prejuicios, supo ya ver y reflejar Vargas Llosa en El sueño del celta. Una obra, basada en hechos reales, en la que el cónsul británico Roger Casement recala en nuestro puerto de La Luz para descubrir una ciudad de principios del siglo XX que, pese a distar mucho de esta Las Palmas de Gran Canaria de nuestros días, sí demostraba ya su afán de libertad vital y pensamiento.

Cuando en enero de 1913, Casement pasea por el Parque de Santa Catalina, lo percibe [...] como un "barrio lleno de tabernas, bares y hotelitos prostibularios". No seré yo quien entre a discutir si esta afirmación se correspondía con la realidad de la época o si se trata de un recurso estilístico de la obra. Lo que sí me atrevo asegurar es que el diplomático británico [...] pudo sentirse libre en nuestras calles; pudo reencontrarse consigo mismo, con sus más profundos sentimientos y comenzó otro viaje muy distinto al que le había movido hasta llegar a nuestra tierra: un viaje hacia su interior, alumbrado por la Luz de nuestro Puerto, siempre protagonista en la historia de nuestra ciudad.

Porque esa es Las Palmas de Gran Canaria, la que ha sido siempre y la que seguirá siendo: una ciudad de Luz, capaz de iluminar el camino tanto de propios como de foráneos.

Sin embargo, 100 años han dado para mucho y, desde aquella Ciudad que conoció Casement hasta la de nuestros días, esta capital insular no solo ha multiplicado por diez su población, sino que además ha evolucionado hasta convertirse en un referente para el mundo: en una capital abierta, cosmopolita, crisol de razas y de culturas que, desde todos los confines de la tierra, han arribado a nuestras costas [...]. Una ciudad que aspira, en este complicado siglo XXI y siguiendo esa estela de hospitalidad a convertirse en un lugar estratégico en las nuevas relaciones internacionales en las que el desarrollo de África constituye uno de los grandes objetivos.

[...] Personajes ilustres, como el cónsul que inspiró El sueño del celta, o como Agatha Christie, Churchill y otros muchos quizá menos conocidos [...] contribuyeron a sentar las bases de esta ciudad que hoy conocemos, de su turismo, de su amplitud de miras [...]. Una ciudad a la que si hoy regresara Casement, quizás no habría podido abandonarla nunca.

Aunque, echando la vista atrás, fueron probablemente los años en los que por primera vez recaló Vargas Llosa en nuestra tierra, entre los 60 y los 70, cuando comenzaba una de las etapas de mayor crecimiento de esta ciudad. Estoy seguro de que nuestro invitado recuerda aquellos años de despertar turístico de Las Palmas de Gran Canaria y, en sus muchos regresos a ella, pudo comprobar por sí mismo cómo ha crecido y evolucionado. Quizás, incluso, -¿por qué no?- algún día nos honre haciendo viajar a otro de sus personajes a estas tierras y nos haga disfrutar con él tanto como hemos disfrutado desde que descubriéramos sus novelas.[... ]

Y, por todo ello, debemos sentirnos tremendamente orgullosos de tener a Mario Vargas Llosa como Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria. Su ejemplo de vida, superación y perseverancia son un regalo para cualquiera que tenga la suerte de acercarse a sus obras. Del mismo modo, merece toda nuestra admiración Ángel Luis Tadeo, que se convirtió en hijo predilecto de Las Palmas de Gran Canaria, junto a Cristóbal Corrales, Andrés Megías, José Alemán, Elsa Chelala, Yolanda Graziani y Sergio Alonso.