Hemos leído un trabajo firmado por Sol Rincón y F. del Rosal aparecido el día 29 de Julio en el periódico LA PROVINCIA/DIARIO DE LAS PALMAS, titulado "El drama de una heroica gesta" y como nos consta que dicha supuesta gesta no fue tan heroica y terminó en una Capitulación aceptada por ambas partes contendientes, lo que viene a significar que no hubo vencedores ni vencidos. El mentado artículo se refiere a los ataques y desembarco de tropas inglesas por el pequeño muelle y cercanas playas del Lugar de Santa Cruz en los días 21 y 24 de Julio de 1797. Luego de consultar documentos fidedignos, pasamos a hacer las siguientes puntualizaciones: Por la parte española el mando supremo los ostentaba el Capitán General Antonio Gutiérrez. El británico, el entonces Capitán de Navío en funciones de Contralmirante (no Almirante y mucho menos corsario), Horacio Nelson, que ya era un marino muy destacado pero que aún no se había ganado la fama y la gloria que consiguió en la famosa batalla del Nilo, el 1 de Agosto de 1798, en la que derrotó estruendosamente a las fuerzas navales de Napoleón evitando con ello que los franceses siguieran adelante para conseguir su objetivo que era la India. Esta fama la mantuvo e incluso incrementó al derrotar nuevamente a la flota francesa aliada de la española, en el combate naval conocido como "Batalla de Trafalgar", el 21 de Octubre de 1805, en cuya acción murió a consecuencia de heridas recibidas.

Puntualicemos que Santa Cruz, en el momento de los ataques ingleses no era más que el barrio portuario de la Ciudad de La Laguna, Capital de la isla de Tenerife. Había surgido al amparo del pequeño muelle que formaba puerto y lo integraba un caserío de pescadores, marineros y algunos comerciantes. Aquella costa estaba defendida por un Castillo que se consideraba el principal de la isla y que en el momento del ataque de los ingleses servía de residencia al Capitán General de Canarias, máxima Autoridad militar en el Archipiélago. También queremos puntualizar que un Capitán General anterior, en 1656, desacatando Real Cédula del Rey Felipe V, había trasladado la sede de la Capitanía General desde Las Palmas de Gran Canaria, primero a La Laguna y tiempo después a Santa Cruz. A dicho pequeño puerto, que fue declarado habilitado para ello, arribaban para hacer aguada, reponer alimentos y reparar averías entre otros menesteres, las naves que desde las Américas, regularmente, transportaban las cargas de metales preciosos y otras riquezas que eran remitidos al Tesoro de España. El intento de hacerse con uno de esos barcos que, por razón de espionaje, se creía que venía o ya había arribado a Santa Cruz y que allí estaba o había dejado su valiosa carga, fue la razón de los ataques a los que nos referimos y no la otra que equivocadamente alegan los articulistas de "apoderarse de la isla de Tenerife" lo que, en todo caso, hubiera sido un intento demasiado pretencioso para una flota tan poco importante y un tan exiguo número de hombres "de guerra". Además, según un comentarista inglés, era un hecho el que durante doscientos años la Royal Navy había "considerado, ponderado e imaginado la posibilidad de capturar el barco español que transportaba los tesoros de las ricas minas de la América española a la Península, tocando forzosamente en Tenerife para repostar y hacer aguada en el camino a Cádiz".

La flota inglesa que atacó a Santa Cruz, estaba compuesta por ocho barcos. Tres de porte: "Theseus" "Culloden" y "Zealous", cada uno con 200 hombres entre tripulantes y soldados; cuatro fragatas más pequeñas: "Leander", "Seahorse". "Terpsichore" con 100 hombres cada una y "Emerald" con 75 hombres y, además el lanchón "Fox Cutter" con 25 hombres.

Como era su costumbre, Nelson planeó cuidadosamente el ataque y decidió que la flota arribara a las cercanías de Tenerife en la oscuridad de la noche para entonces arriar los botes con sus tripulaciones, que sumaban setecientos hombres entre oficiales, marineros y soldados y remando sigilosamente hacia el objetivo, al amanecer desembarcar y atacar por sorpresa. Pero, el plan no funcionó. Una marea fuerte y vientos contrarios dispersaron a los botes y solo unos pocos lograron llegar a la costa y, además, fueron descubiertos y tiroteados. Cuando Nelson conoció lo que había pasado ordenó a su buque insignia y a los otros barcos iniciar un bombardeo de las defensas del Lugar. Habían desembarcado pocos hombres para organizar un asalto y por otra parte, el elemento sorpresa había desaparecido, por lo que los atacantes decidieron retirarse. Pero Nelson, informado de que el lugar estaba mal defendido decidió llevar a cabo un segundo ataque. Planeó una nueva estrategia y comandar personalmente uno de los botes atacantes. Todos los hombres que tenía bajo su mando embarcarían de nuevo a la caída de la noche para tratar de conseguir su objetivo pero los defensores tinerfeños esta vez estaban preparados para defender sus posiciones. El ataque fue organizado en cuatro líneas. Los capitanes de navío Troubridge, Hood, Miller y Walle encabezando sus botes. Los capitanes Bowen, Thompson y Fremantle protegían al del Contralmirante con los suyos. Alrededor de la una de la madrugada el bote en que iba Nelson se dirigió hacia el punto de desembarco seguido por los demás. Los atacantes comenzaron a desembarcar en el arranque del muelle. Fueron descubiertos y tiroteados y la alarma en tierra se generalizó, comenzando fuego cruzado de cañón y mosquetería. Los hombres desembarcaban y muchos caían tan pronto ponían pie en tierra. Nelson aún en el bote, sable en mano, cayó herido en su brazo derecho por un disparo de mosquete. Salvó la vida porque su hijastro el Teniente Josiah Nistet, que le acompañaba, le recogió, le taponó la herida y le aplicó un torniquete, llevándole inmediatamente en el propio bote al "Theseus", donde en horas de la mañana el cirujano Thomas Eshelby le amputó el brazo. Parece claro que Nelson no llegó a pisar Tenerife. Mientras tanto, los atacantes formaron en la plaza mayor de la población: 80 infantes de marina; 80 piqueros y 180 marineros armados. Inmediatamente atacaron y tomaron posesión de un convento (el de San Francisco). Descubrieron que había unos 8.000 españoles en armas (1.700 según informe español) y 100 franceses que les ayudaban con cinco piezas de campaña que habían colocado estratégicamente. Viendo la imposibilidad de obtener ayuda de los barcos, a las siete de la mañana el capitán de Navío Hood envió un mensaje al gobernador (Capitán General?) proponiendo que si le permitía libremente y sin molestias reembarcar a su gente en la cabecera del muelle, el Escuadrón (naval) que estaba frente a la población cesaría en el cañoneo. El gobernador contestó a Hood que pensaba que debían rendirse como prisioneros de guerra a lo que éste respondió que si los términos que había ofrecido no se aceptaban, en cinco minutos pegaría fuego al pueblo y atacaría a los españoles a punta de bayoneta. El gobernador inmediatamente accedió a los términos de los británicos y horas después el capitán de Navío Troubridge desfiló con todos sus hombres, fusiles al hombro, a tambor batiente y enarbolando los colores ingleses, hasta el muelle, donde embarcaron en aquellos botes que no habían sido destrozados, facilitándole los españoles otras embarcaciones para transportar al resto de la tropa a sus barcos. Y aquí es justo que quede constancia de la noble y generosa conducta del Capitán General Don Antonio Gutiérrez que, desde el momento en que se aceptaron los términos de la Capitulación, ordenó que los heridos ingleses fuesen atendidos en hospital y que toda su gente fuera servida con las mejores provisiones que se pudieran obtener y envió oferta a los barcos de que estaban en plena libertad para venir a tierra y comprar cualquier provisión de la que tuvieran necesidad mientras estuvieran frente a la isla. Asimismo queremos puntualizar que los defensores de la isla, tanto militares como civiles en armas lucharon bravamente y aunque no consiguieron impedir el desembarco si lograron forzar a la mayoría de los ingleses a encerrarse en el Convento y que su Jefe pensara que lo mejor era proponer una Capitulación, que si se aceptaba significaría el cese de los ataques, como finalmente así fue.

Retirados los ingleses a sus barcos hubo intercambio de correspondencia entre el General Gutiérrez y los Capitanes de Navío Hood y Troubridge y finalmente de Nelson (solo la firma es de su puño y letra. Se nota que es puesta con una torpe mano izquierda). También hubo intercambio de regalos. El Capitán General envió a bordo dos "tinetones" de vino canario. Fue correspondido por los ingleses con un barril de cerveza y queso. El bueno del Capitán General se vio envuelto en una desagradable situación porque sus superiores consideraron que las Capitulaciones que había aceptado eran "indecorosas" e increíble que la Plana Mayor se hubiese "acollonado" y le persuadiera para que aceptara las mismas.

En resumen: Lo escrito explica el burdo intento de tergiversar la Historia en la desnuda realidad del ataque a Tenerife de una pequeña división de la escuadra inglesa que en 1797 estaba bloqueando a Cádiz. A saber: no fue "heroica gesta" y menos una victoria de Tenerife sobre Gran Bretaña. Los ingleses lograron desembarcar, no así Nelson que no llegó a poner pie en tierra, herido por bala de mosquete, luego lo del cañón "Tigre" es una exageración con visos también de leyenda; el número total de atacantes fue de 900 de los que murieron ahogados 101 y en combate 44; no hubo rendición de los ingleses sino Capitulación pactada y los invasores se retiraron desfilando a tambor batiente e incluso hubo intercambio de regalos y el Capitán General escapó de un Consejo de Guerra por los avatares socio-políticos del momento. En definitiva, ni Nelson, en el momento del ataque a Santa Cruz tenía la importancia que luego adquirió, ni Santa Cruz tampoco? No obstante, todo queda al buen criterio del lector.