Aramis Santiago es un joven fuerte y lleno de vitalidad. Viéndole sobre un cuadrilátero nadie diría que sufre una cardiopatía congénita y que con sólo unos meses su vida pendió de un hilo. Era 1996 y todavía no existía la Unidad de Cirugía Cardíaca del Hospital Materno Infantil, que se crearía cinco años más tarde. Aramis, con siete meses, fue trasladado en avión a Madrid para ser intervenido, pero cuando sobrevolaba las Islas se quedó sin oxígeno. En aquel momento, el médico que le acompañaba arriesgó su puesto y ordenó al piloto que aterrizara en Lanzarote.

"Estoy vivo gracias a los médicos canarios", afirma Aramis, de 17 años y campeón regional de peso gallo de boxeo. "Si a un niño lo operas aquí, puede salvarse o no, pero si lo llevas a la Península, tiene muchas menos posibilidades de sobrevivir", señala este joven de Parque Central que no entiende cómo la Consejería de Sanidad ha decidido cerrar la unidad del Materno Infantil y dejar a Canarias sin la posibilidad de operar a niños con cardiopatías congénitas.

Tras aterrizar en Lanzarote y estabilizarlo, lo trajeron de vuelta a Gran Canaria y unas horas después lo anestesiaron para que pudiera soportar un nuevo viaje hasta la capital española. "Sólo pensar en que un padre o una madre tenga que volver a pasar lo que yo pasé me aterroriza", recuerda Milagros Torres, madre de Aramis, que tuvo que dejar a sus otras dos hijas pequeñas atrás, de tres y cuatro años. "Es lo peor que me ha pasado en mi vida. Mi hijo estuvo a punto de quedarse vegetal porque no le llegaba el oxígeno". Milagros, a la que permitieron ir con su hijo en el primer trayecto de avión, todavía recuerda las palabras del médico al piloto al que ordenó aterrizar en Lanzarote: "Si fuera tu hijo, ¿qué harías?"

Afortunadamente, esa decisión salvó al pequeño Aramis, que padecía Tetralogía de Fallot. El segundo trayecto lo hizo el bebé sin compañía familiar, mientras que los progenitores fueron en un vuelo regular de Iberia. Los padres tardaron unas tres horas en llegar, Aramis tardó nueve.

"Me gustaría que el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, se pusiera en la piel de los padres. ¿Mandaría a su hijo en un avión solo a Madrid?", pregunta Milagros a la que a la vuelta de su estancia en la Península le pagaron 400 pesetas por día y los pasajes de avión. "Guardé todas las facturas y las entregué cuando regresamos, pero no me pagaron la estancia. El bocadillo más barato costaba entonces 280 pesetas y a mí me daban 400 pesetas al día". Ella tuvo que dejar su trabajo en la peluquería y su marido, pidiendo las vacaciones anticipadas de dos años, pudo por suerte mantener el suyo.

"El mayor medicamento es el apoyo familiar, si no llego a tener a mi marido conmigo, no sé qué hubiera hecho en aquel hospital, sola, sin nadie conocido", se plantea Milagros. "Me duele que cuestionen la profesionalidad de los médicos canarios, cuando son estupendos. Don Pedro Suárez [jefe de Cardiología Pediátrica] estuvo toda una noche despierto para ver cómo trasladaba a mi hijo a Madrid. Eso no se lo pagó nadie", rememora con un profundo agradecimiento.

La familia de Aramis no entiende que tras superar tanto trastorno y sufrimiento, se vuelva otra vez atrás con el cierre de la Unidad de Cirugía Cardíaca Infantil. "La unidad ya funciona, va bien, los resultados son estupendos, ¿por qué la van a cerrar? No es comprensible. Estas personas que toman las decisiones sin tener en cuenta a nadie, deberían conocer antes la realidad", reta la madre de Aramis mostrando una fotografía del pequeño entubado con sólo siete meses.

"Me operaron y me dejaron bien. Nunca más tuve que pasar por un quirófano. No quiero que otros niños pasen por lo mismo", relata el joven que, pese a que supuestamente su patología le debería impedir practicar deporte, quiere ser preparador físico.