A José María Emperador no le gusta presumir, aunque razones no le faltan. Su meritoria carrera profesional le convierte a día de hoy en uno de los aparejadores más importante de Canarias. Ajeno a los reconocimientos, Emperador vive hoy una vida tranquila en su casa de Tomás Morales, en la capital grancanaria, rodeado de su familia.

Su cara refleja la satisfacción del trabajo bien hecho. Fue el primer calculista de estructuras que hubo en Canarias en los años sesenta, época en la que tuvo lugar el boom del turismo en el Archipiélago. Ahora, precisamente, se celebra uno de sus hitos: el 50o aniversario de Maspalomas Costa Canaria.

José María Emperador Oraá fue la persona elegida por los arquitectos más prestigiosos del momento, aquellos que definieron el perfil urbanístico de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y del sur de la isla. Intervino en proyectos de Martín-Fernández de la Torre, Manuel de la Peña, Salvador Fábregas, Manuel Roca, Pedro Massieu o Suárez Valido, entre otros muchos.

Fue colaborador asiduo de los arquitectos estrella del momento, aquellos que buscaron dotar a la ciudad de carácter. "Todos requerían de su gran habilidad, de sus amplios conocimientos constructivos y de su gran capacidad de experimentación". Quien así habla es el arquitecto José Luis Gago, para quien la biografía de José María "corre paralela a la mejor arquitectura local". La actividad de Emperador Oraá traspasaba los límites de lo profesional. Anoche, el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Gran Canaria quiso reconocer su trayectoria con la entrega del Nivel del Perpendículo, distinción que le otorgan por sus 56 años de profesión.

Trabajador incansable, este aparejador recibió en su juventud una preparación "fuerte", según sus propias palabras. Recuerda como ya muy joven había cursado los estudios de Ingeniería Naval mientras opositaba a una plaza en el Ministerio de Estadística del Estado. "Lo estudiaba todo, no me costaba nada", puntualiza. Tras lograr una plaza como funcionario, José María pidió como destino Canarias. Y así fue como vino a parar a Gran Canaria.

Cursó estudios de arquitectura técnica en la Universidad de La Laguna entre 1952 y 1956. Tras conseguir el título de arquitecto técnico, y debido al escaso trabajo que en ese momento había en las islas, Emperador, alentado por su hermana, empaquetó sus cosas y se llevó a la familia a Santander, donde continuó con su labor en la estadística dedicando las tardes al cálculo de estructuras.

Al cabo de tres años, ya cansado de que no le pagaran los proyectos que realizaba, hizo las maletas y advirtió a sus jefes: "Yo me voy de vacaciones a las Islas Canarias: si no me pagan lo que me deben, no vuelvo", les dijo.

Así que volvió a embarcar a su familia y, en el transcurso del viaje de vuelta, cogió el último proyecto que le habían encargado en Santander, se asomó por la barandilla, rompió en trozos los cálculos que había realizado y los lanzó al mar. "Yo no cobré nada, pero ellos tampoco vieron el trabajo. Lo tiré todo por la borda y me vine para acá, a mi casa", confiesa ufano.

La suerte quiso sonreír a Emperador: su regreso a Canarias coincidió con el boom turístico. Nada más llegar a la isla contactó con el arquitecto Pedro Massieu Verdugo, amigo suyo del equipo de natación del Metropole, con el que llegó a realizar una de las obras más emblemáticas de la ciudad: el hotel Don Juan, conocido como Los Bardinos, y actual AC. El hotel corona el skyline de la capital desde el Parque de Santa Catalina, con sus más de 25 plantas y su peculiar forma circular. "En este tipo de edificios es importante tener muy en cuenta el viento, porque todos los edificios se mueven. No lo ves, no lo percibes, pero tienen movimiento, son cuerpos libres que por disimetría ceden un poco, y en ocasiones mucho" , reflexiona.

Tras trabajar con Massieu, José María Emperador decidió montar Empar 3, su propio estudio de cálculo de estructuras donde trabajó codo con codo con el acuarelista Alberto Manrique y el aparejador José Luis Rasines. "Aquí empecé realmente a hacer cálculo", destaca. En ese momento, los cálculos de estructuras se solicitaban a Madrid. Una vez puesto en marcha el estudio, Emperador se convirtió en el primer calculista de la isla. Al establecer el estudio en Canarias, agilizaron los trámites y revolucionaron el sector, pues encargarlos a la Península suponía esperar entre 15 y 20 días. "El trabajo en el estudio era desbordante. Trabajaba de diez de la mañana a dos de la madrugada, de lunes a domingo. Llegamos a tener 21 obras a la vez. Era un trabajo tremendo y así estuvimos un chorro de años", recuerda. Nada menos que 56 años, una carrera profesional forjada con el esfuerzo diario a caballo entre cálculos, andamios, forjados, vigas, hijos y familia.

Emperador construyó casas, iglesias, pequeños hoteles y grandes edificios. Entre sus obras, cabe destacar el mencionado hotel AC, el edificio Abanico de la plaza de España, el hotel Cantur, los edificios Humiaga y, más recientemente, la ampliación de la Fundación Mapfre Guanarteme de Vegueta o la Biblioteca Pública de San Telmo.

Su estudio servía además de oficina de cálculo para importantes empresas constructoras como Huarte, Agroman, Entrecanales y Tavora. Llegó a realizar casi un millar de proyectos en Canarias. Era referencia obligada para arquitectos y constructoras. De esta época, Emperador destaca su labor en el proyecto de edificación del edificio Solyvista en Escaleritas, del que estaba a cargo el arquitecto Enrique Espínola. Recuerda que, a diferencia del proyecto del Sur, en la capital grancanaria no hubo un planeamiento inicial para su desarrollo urbanístico. "Cada uno fue construyendo a su aire. Compraban el terreno, elaboraran el proyecto y los construían", señala no sin considerar que debía de haberse elaborado un planteamiento más adecuado. "Yo le habría dado una mayor amplitud a los espacios y una idea más de conjunto".

Emperador señala en cambio que el desarrollo urbanístico del sur de Gran Canaria fue mucho más acertado y respondió a un proyecto que el Conde de la Vega Grande encargó a un estudio francés. "No había nada, todo estaba por hacer". Recuerda que cuando empezó su carrera como calculista en el Sur era un campo de tomateras. Fue él mismo quien realizó los cálculos de las primeras construcciones que se llevaron a cabo en el sur: unos chalets y el hotel Costa Canaria, propiedad de los hermanos Calvo. Emperador abre mucho los ojos al recordar que el terreno de este hotel les costó a los propietarios 400 pesetas el metro cuadrado. "Imagínese lo que cuesta ahora", señala.

El calculista trabajó mano a mano con el arquitecto Manuel de la Peña en muchos de los proyectos de San Bartolomé de Tirajana. "Me llamaba para hacer los cálculos y yo le daba las soluciones", asegura. Allí, tuvo que sortear muchos obstáculos debido a los problemas de cimentación que presentaba la zona al estar situada en el fondo de un barranco. "El terreno era muy malo, flojo, y, en ocasiones, te encontrabas en las obras grietas en las que podías meter la mano". Sonríe y rememora que para todo se buscó "la solución más adecuada".

El aparejador considera que el sur contó con un buen planteamiento inicial. "Las edificaciones estaban distribuidas en zonas altas y bajas, había apartamentos unifamiliares con piscina en el centro" reflexiona y concluye que todos eran proyectos buenos en su momento. Lo que no termina de comprender es que ahora estén intentando demoler el hotel Maspalomas Oasis. "Es un disparate como un día de fiestas". El calculista sugiere a los propietarios que, si lo que persiguen es aumentar el número de camas, lo que tienen que hacer es añadir una planta más al edificio. José María Emperador propone rehacer los cálculos, revisar la cimentación por si el terreno cediera y, en el caso de que fuera necesario, recalzarlo. Considera que tirar todo un edificio singular ubicado dentro de un palmeral para hacer otro nuevo hotel "es una locura de tamaño natural". Apunta a la existencia de intereses ocultos... "Todo se sabrá, es cuestión de tiempo", sentencia.