Rafael Valdenebros Sotelo, artificiero de la Policía Nacional, murió en 1978 como consecuencia de la explosión en una sucursal bancaria de La Laguna de un artefacto del Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (Mpaiac), cuya desactivación le había sido en comendada. Su hermano Miguel no oculta ahora su malestar ante la posible nominación de una calle o plaza en Santa Cruz de Tenerife en homenaje al líder de la organización terrorista Mpaiac, Antonio Cubillo, fallecido el pasado día 10. "Es una barbaridad. No tengo poder para evitar que eso se lleve a cabo o no. Allá ellos con su conciencia".

Así de rotundo se manifestaba el hermano del agente, que falleció tras agonizar durante 13 días en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) al intentar desactivar una bomba colocada el 24 de febrero de 1978, en la sucursal del banco de Vizcaya en La Laguna.

Uno de los hijos del policía, que se llama igual que su padre, y que en el momento del fallecimiento tenía dos años (ahora tiene 36), habla de los autores del atentado que causó la muerte de su padre sin revelar en ningún momento odio o rencor. "Mi cumpleaños es el 28 de febrero y mi padre fue alcanzado por la bomba cuatro días antes, así que no pude celebrarlo", señala.

Rafael Valdenebros se muestra atónito. "Sorpresa es lo que me produce esta situación", confiesa. "Es algo increíble el que pretendan hacer un homenaje a esta persona", agrega, "cuando menos es sorprendente que le hagan un reconocimiento de esa clase". Para él, "la argumentación que ha empleado para conseguir sus fines le desacredita". "Con esos métodos pierde toda la razón", señala Valdenebros. He leído algo sobre Cubillo, pero la verdad es que no me interesan los postulados de este personaje. Sin embargo, después de la muerte de mi padre he vuelto a Tenerife en cinco o seis ocasiones".

La viuda del agente fallecido prefiere no hacer manifestaciones, ya que no desea volver a recordar el calvario que sufrió con la pérdida de su esposo.

Los dirigentes del Sindicato Unificado de Policía (SUP) de la provincia también evidencian su estupor al tener conocimiento de la posible inclusión de honores a Antonio Cubillo. Recordaban los sindicatos policiales que tras todos estos años, "nuestro compañero Rafael Valdenebros Sotelo no tiene ni una calle, ni una plaza, ni tan siquiera una placa recordando que dio su vida por defender la de los canarios".

El artefacto estaba compuesto por ocho cartuchos de goma 2, que reventaron cuando el policía, natural de Montilla (Córdoba) y que apenas llevaba tres meses destinado en el Grupo de Desactivación de Explosivos de Tenerife, fue alcanzado por la onda expansiva. Rafael Valdenebros Sotelo sufrió la amputación del brazo derecho, aunque se pudo evitar la de la pierna del mismo lado, pero presentaba lesiones también en los ojos y complicaciones pulmonares.

El policía dejó viuda y dos hijos varones de corta edad, Rafael, de dos años y medio, y Miguel, que en ese momento tenía siete meses. Ambos tienen hoy hijos. Rafael, un niño de un año y tres meses, y su hermano Miguel, una niña de seis años y un varón de dos.

Entierro

Los restos mortales del agente permanecieron en la capilla ardiente instalada en el Gobierno Civil desde donde fueron trasla dados a la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en la que tuvo lugar un funeral. Posteriormente, Rafael Valdenebros Sotelo fue trasladado a Córdoba donde se instaló por segunda vez la capilla en el cuartel de la Policía Armada. A mediodía del día 11 de marzo de 1978 sus restos recibieron sepultura en el cementerio de San Rafael, de Córdoba.

La bomba había sido colocada con un cebo eléctrico y un reloj sobre una ventana y fue descubierto por un radiopatrulla de la Policía Armada. Cuando Rafael Valdenebros llegó, quiso utilizar la pértiga y colocó sobre la bomba el micrófono estetoscopio, mientras a distancia trataba de detectar la posible señal de algún reloj. El agente creyó que el resultado era negativo y cuando desplazaba la bomba al centro de la calle con la ayuda de un anzuelo, el paquete se rompió. Fue en ese instante cuando explotó, alcanzando de lleno al artificiero, a quien nada más llegar al Hospital Universitario de Canarias le fue amputado el brazo derecho.

La Guardia Civil comenzó las pesquisas que acabaron por responsabilizar a los integrantes del grupo 58 de la Rama militar del Mpaiac, como los presuntos autores de la colocación de la bomba.

Según las diligencias del Servicio de Información de la Guardia Civil de la entonces 151 Comandancia de Santa Cruz de Tenerife, entregadas el 12 de abril de 1978 en el juzgado de Primera Instancia e Instrucción de la capital tinerfeña, así como en el libro Canarias de Carlos Millán Cazorla, aparecen las manifestaciones de Fernando José Domingo Valcárcel Rodríguez donde reconoce que junto con Miguelón, colocó un explosivo en el Banco de Vizcaya de La Laguna y que después supo que había causado heridas a un Policía Armada al intentar desactivarlo.

Este accidente le dejó moralmente destrozado, ya que como se ha expuesto anteriormente, su intención era únicamente la de ocasionar una impresión en la opinión pública. Ante esto expuso a sus compañeros que esta línea de actuaciones era negativa ya que en los bares escuchaba la repulsa del pueblo hacia dichos actos. Ante ello le fueron marginando en el grupo y le dijeron que ya le avisarían si lo necesitaban. Él conocía la existencia de dos pistolas de nueve milímetros parabellum, una de las cuales llevaba Miguelón cuando la colocación del explosivo en la casa Mercedes Benz.

Actualmente, desconoce quienes de los tres pueden tenerla. Suárez le dijo que además de ideología hacía falta huevos, coincidiendo con una afirmación similar que le hizo Cubillo en Argel". Estos se acogieron a la amnistía de 1978 para borrar todos sus antecedentes.