El actor Guillermo Toledo (Madrid, 1970) presentó ayer su libro Razones para la rebeldía (Ediciones Península, 2011) en el Club LA PROVINCIA, donde aseguró ser un foco para la prensa española: "Los linchamientos mediáticos han sido de tal calibre que han llegado a asustarme", dijo. Le acompañó el periodista Pascual Serrano, quien colaboró como transcriptor en la forja de la obra, "un encargo de la editorial", según Toledo.

Willy Toledo, como se le conoce públicamente, concretó que su libro muestra el origen de sus "inquietudes políticas y artísticas", y que las primeras nacieron desde la familia, en tanto "crecí escuchando y leyendo a músicos e intelectuales de la izquierda". Las segundas salen a relucir en una edición en la que su autor ha intentado "dar la vuelta a la sensación que se tiene del mundo del cine". Según aseveró, esta es lejana a la realidad de "actores y actrices que están siendo explotados igual que el resto de los trabajadores de este país incluso antes de la reforma laboral" cuando "ya sufríamos unos estatutos laborales muy parecidos", añadió; reconoció, en este sentido, que con el tiempo "he tenido mucha más suerte de la que han tenido la mayoría de mis compañeros".

Entre "dorar la píldora" a los productores de cine para conseguir un trabajo o el activismo social, Toledo aseguró que eligió la segunda opción tras la promulgación de la Ley Orgánica de Extranjería de 2000, cuando reconoció que "no me quería quedar de brazos cruzados viendo cómo perseguían y expulsaban a seres humanos". Recordó hechos que protagonizó, entre otros, su expulsión como invitado del Congreso en 2010 por posicionarse a favor de la autodeterminación del Sáhara Occidental, o la denuncia por presuntos destrozos en un bar madrileño en unos piquetes durante la huelga general del 29 de marzo. Toledo subrayó que estos hechos han sido pretexto de la fijación mediática por su persona, y que "ya sé como funcionan los medios y me resbala, aunque han logrado hacerme pensar que lo que decía era una excentricidad". Además, manifestó su animadversión a la Ley Sinde, que los artistas aceptaron "a base de mentiras", dijo.