El nombre Fortuna ha acompañado al Rey en todas sus singladuras desde que un adolescente llamado Juan Carlos de Borbón pasó algunos veraneos en la casa de Nicolás Cotoner, marqués de Mondéjar, y ya regateaba a bordo de un pequeño velero al que denominaba 'Fortunita'.

El nombre Fortuna, que designa a una diosa romana cuyos atributos eran un timón y un cuerno de la abundancia, ha estado desde entonces íntimamente ligado al Monarca en su relación con el mar. Porque todos los veleros con los que ha participado el Rey en las diversas competiciones de vela también han sido bautizados con este nombre.

El abandono de la vela ligera no implicó un cambio en la denominación de los barcos que patroneó Don Juan Carlos. En 1975 encargó un pequeño yate a los astilleros Viudes de Vilasar de Mar (Barcelona).

Con él navegó por la costa mallorquina desde agosto de 1976 y se trataba de un yate de recreo costero con una velocidad máxima que apenas alcanzaba los 30 nudos, veinte metros de eslora y una capacidad para que pernoctasen él no más de ocho personas.

En definitiva, una embarcación que en aquella época adquirían los empresarios catalanes y que, por su modestia, pasaba completamente desapercibida entre las miles atracadas en el puerto palmesano. Lo que no fue una cortapisa para que a bordo de ella navegaran y fueron agasajadas personalidades de la talla de los reyes Balduino y Fabiola de Bélgica o Suárez, presidente del Gobierno.

Este primer Fortuna tuvo una vida efímera ya que fue vendido en marzo de 1979 al marqués de Mondéjar y fue sustituido ese mismo verano por el segundo Fortuna, un regalo de su amigo el rey Fahd de Arabia Saudí, un precioso barco con casco de aluminio y con un sistema de impulsión sin hélices.

En 1980 se le realizaron modificaciones en los astilleros Mefasa de Avilés ampliándolo en tres metros por la popa hasta dotarlo de 33 metros de eslora e incorporarle nuevos motores diesel y más estabilidad. Un año después, volvió a pasar por los astilleros para que contara con cinco camarotes para todos los miembros de la Familia Real.

Todas estas mejoras no evitaron que este barco, por un fallo técnico, quedara a la deriva en el peor de los momentos, cuando navegaba con los Príncipes de Gales a bordo por la costa de Sóller, puerto al que tuvo que ser remolcado por un pesquero.

Esta circunstancia tan bochornosa fue la que propició que se empezara a construir un nuevo Fortuna al que el Rey acabaría renunciando en 1991 por la crisis económica del momento.

Al viejo regalo del Rey Fahd se le siguieron poniendo parches hasta que, en verano del año 2000, un grupo de empresarios mallorquines le entregó un regalo por su promoción de la isla durante sus veraneos: un modernísimo yate de 41,5 metros de eslora capaz de alcanzar los 70 nudos gracias a un sofisticado sistema de propulsión que le permitía compararse con un avión.