¿Cómo se gobierna un centro con 22 titulaciones y más de 300 profesores, adscritos a 15 departamentos, que dan docencia a unos 3.000 alumnos?

Asumiendo que ésta es una escuela compleja por todas esas cifras que menciona. Es importante repartir la responsabilidad y confiar plenamente en el equipo, que es buenísimo, muy competente: desde el personal docente al de administración, pasando por el de consejería. Si esto no es una máquina perfectamente engrasada no va a funcionar.

¿Se ha hecho pequeña la Escuela?

Hay un problema pendiente de resolver y que nos obliga a hacer cada curso encaje de bolillos. La falta de espacio y de aulas es una realidad pero también es cierto que según se vayan extinguiendo las titulaciones precedentes al Plan Bolonia iremos recuperando esos espacios.

¿Le ha venido mal los nuevos criterios para designar cargos en los equipos de gobierno decididos por el Rectorado?

Bueno. Hemos pasado de tener trece a diez, que es lo máximo que se permite ahora. Este es un centro grande, pero hay que decir también que con diez se puede gestionar. ¿Si mantuviésemos los trece lo llevaríamos mejor? Por supuesto, es evidente. Aunque nos adaptamos y repartimos las tareas.

La resolución del conflicto judicial con la titulación del Grado de Ingeniería en Tecnologías Industriales es para usted tema prioritario ¿Está satisfecho con la modificación de ese título por el de Ingeniería Técnica Industrial?

Siempre hemos estado en contacto con el Rectorado. Nosotros queríamos ir directamente al cambio de Ingeniero Eléctrico, Ingeniero Mecánico, etc... porque pensamos que tenemos que estar en sintonía con las enseñanzas que se ofertan en Europa, en donde existen esas especialidades, para entendernos. Hay una sentencia del Tribunal Supremo y para cumplirla hemos decidido que la modificación sea al Grado de Ingeniería Técnica Industrial, con menciones de Mecánica, Eléctrica, Electrónica Industrial y Automática y Química Industrial. ¿Es lo mejor? Quizá no, pero ya estamos trabajando muy deprisa para intentar sacar estas titulaciones, los cuatro verifica (que son como los planes de estudios de cada una de ellas) para presentarlos y seguir los trámites preceptivos.

¿Qué deriva puede tener el cumplimiento del mandato judicial y cómo va a afectar a los estudiantes?

Queremos expresar un mensaje claro de tranquilidad a toda la sociedad canaria. Y esperamos que todos los graduados puedan salir con ese título. Antes tiene que pasar el trámite administrativo por los órganos de gobierno de la Universidad y solicitarse el cambio a nuestra querida Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). De todas maneras, está previsto en el plan de estudios que, en el caso de que se nos retrase la aprobación un año, por lo que sea, los titulados tengan la convalidación por su mención correspondiente.

¿Dónde estuvo el error con ese título: en el planteamiento de la ULPGC, en la laxitud del Ministerio, que lo aprobó, o en la susceptibilidad del Consejo General de Ingenieros, que lo denunció?

Es muy complicado decirlo. Si se toma una decisión nada exime de la posibilidad de que sea denunciada en los tribunales. La resolución que se adoptó desde la Universidad obtuvo la aprobación de todos, incluido el Ministerio, que es contra quien va el Supremo.

Hay conflictos judiciales en muchas otras universidades planteados por los colegios oficiales. ¿No se supone que debería haber más entendimiento entre el ámbito del ejercicio profesional y el de los centros que forman?

Habría que ver qué fue primero, si el huevo o la gallina. A veces es más producto de malentendidos y lo deseable es que nos pongamos de acuerdo. El Gobierno tendrá que tomar decisiones porque este reguero de sentencias afecta a las universidades, a los estudiantes. Ahora los problemas se están extendiendo a los másteres de ingeniero industrial, la antigua ingeniería superior. Hay ya muchos denunciados.

¿Siguen ocupados en la implantación del Plan Bolonia?

Sí, claro. Es otro de los asuntos prioritarios para la junta directiva de la Escuela. Precisamente, todavía no tenemos el Máster de Ingeniería Industrial, que es la continuación de los grados.

¿Qué tiene aún pendiente un centro de estas características?

No sé si se le puede llamar así o no, por que tampoco quiero hacer tabla rasa de nada, ni pretendo decir que el anterior equipo ( de la Escuela) no lo hiciera. Pero es fundamental el acercamiento claro, y ya, de la Universidad al mundo empresarial. Por ejemplo, disponemos en esta isla de un Puerto tremendo y tenemos que hacer algo. Estamos dándole vueltas a algunas ideas para aproximar la carrera de ingeniero técnico naval a La Luz. Puede ser un ejemplo para aplicar en otros casos. Y, sobre todo, necesitamos cambiar la mentalidad. No sé si me van a echar por la ventana o algo parecido (risas). Pero lo digo en el sentido de que tenemos que asumir que vamos a formar a ingenieros que, posiblemente, deban salir de aquí.

¿Tan negro lo pinta usted?

No, eso es muy drástico. Me refiero al enfoque, y no solo teniendo en cuenta la preparación con más idiomas. Hay que ofrecer una formación orientada a la movilidad, hacia la Península o el extranjero. Algunos alumnos míos ya trabajan fuera. Varias titulaciones disponen de más demanda en Canarias pero aquí, ahora, el mercado no puede absorber a todos los egresados.

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