La prisión puede terminar de destruir a un ser humano, pero también llegar a ser el semillero de un renacimiento. La cárcel inspira, como se demuestra en el caso del escritor Eddie Bunker, o del actor Danny Trejo, carne de presidio que se redimió, uno con la literatura y el otro con el cine. Esa transformación es la que podría haber experimentado en los últimos años José Emilio Suárez Trashorras, condenado a 34.715 años de cárcel como cooperador necesario de los atentados islamistas del 11 de marzo, la masacre de 191 personas de la que se cumplen diez años en once días.

El exminero ha hecho sus pinitos como escritor, y con cierto éxito, porque participó en el cuarto concurso de relatos cortos Ángel Guerra, organizado por Instituciones Penitenciarias y la Fundación Mapfre Guanarteme, y obtuvo el segundo puesto con la narración Gritó, un viaje onírico con referencias a la muerte, que cautivó a los miembros del jurado, entre quienes se encontraba la veterana escritora Maruja Torres. El jurado premió el relato "por su sencilla y eficaz ejecución de un reto corto y difícil". El relato, que se reproduce en la parte inferior de esta página, ha sido incluso publicado en el cuarto volumen de Cuentos desde la celda, de la Fundación Mapfre en Canarias. El libro resalta, en su presentación, un agradecimiento especial a José Manuel Herráiz, educador del centro penitenciario grancanario de Salto del Negro.

La narración parece describir el bloqueo creativo de un escritor, que imagina o rememora una escena desasosegante, en la que dominan el dolor y el desamparo, e imágenes terribles, como esqueletos o una mancha roja que parece ser sangre, y se va difuminando por la lluvia, siempre presente en la narración. El relato rezuma una tristeza absoluta y se desenvuelve en la atmósfera de las pesadillas. Las frases, cortas, lacerantes, contribuyen a dotar de una mayor irrealidad a lo narrado.

No es la primera vez que Suárez Trashorras se enfrenta al papel en blanco. Como parte de la terapia para su enfermedad mental, ha escrito unas memorias, en las que explica su trayectoria. Como asegura su letrado, Francisco Miranda, del despacho Vox Legis, "José Emilio es otra persona distinta de la que era, asume sus actos y acepta su condena". Miranda está convencido de que Trashorras es un enfermo que debería estar en un centro psiquiátrico, y no en una prisión. Y lo ve muy alejado de la altanería que mostró en el juicio del 11-M, en 2007.

El renacimiento de José Emilio Suárez Trashorras tiene otra vertiente, la espiritual. Y es que se ha convertido en uno de los pilares de la comunidad evangélica en el centro penitenciario de El Dueso, después de participar durante varios años en las celebraciones semanales de este culto protestante, que al menos en la prisión cántabra atrae a más reclusos que las celebraciones católicas. La Asociación Evangélica Nueva Vida, con el pastor Julio García Celorio a la cabeza, se encarga del cuidado espiritual de los reclusos de El Dueso, y también desarrolla programas de reinserción social y laboral de los internos que abandonan la prisión. Miembros de la Asociación Nueva Vida prefirieron guardar silencio sobre la experiencia espiritual del exminero avilesino.

Suárez Trashorras se ha confesado en alguna ocasión de derechas -incluso cercano al PP-, y católico. De hecho se casó por la iglesia, el 14 de febrero de 2004, con Carmen Toro Castro, de la que se divorciaría dos años después. Trashorras ha pasado desde sus creencias católicas a la fe evangélica, cuyos pilares son la creencia en la Trinidad, la salvación sólo por medio de la fe en Cristo y la infalibilidad bíblica, con un especial acento en la evangelización y la conversión individual, denominada "despertar".

Suárez Trahorras tiene muy asumido que permanecerá en prisión muchos años. Su reconocimiento de los hechos, el haber pedido perdón a las víctimas y haber mostrado arrepentimiento (Trashorras, en realidad, no era consciente del destino que iba a darse a la dinamita de mina Conchita) le han valido la concesión del segundo grado, que le permite una vida más normalizada en la prisión de El Dueso. Dentro de diez años podría cambiársele de régimen y entonces podría empezar a disfrutar de permisos. Serían 36 días por año.

El concurso, dedicado a la reinserción social, consiguió en su edición de 2013 que el número de aspirantes al galardón se duplicase, a llegar casi a los doscientos. En la presentación que introduce las narraciones de Cuentos desde la celda, La Fundación Mpafre Guanarteme subraya el trabajo de educadores, equipos docentes, voluntarios y coordinadores de formación de todos los centros penitenciarios. "Junto al esfuerzo de cada uno de ellos está el trabajo de los autores que ponen todo su empeño en contar una historia que despierte el interés del lector y que, al mismo tiempo, tenga calidad literaria, la mayor parte de las veces desnudando el alma y exponiendo sus experiencias", destaca.