"Esto me va a cambiar la vida", asegura Ramón Estévez con la voz hecha un manojo de nervios y el brillo de la ilusión en los ojos. No le importa, ha estado esperando este momento toda una vida. Este grancanario nació con la inquietud de ayudar a los demás, de darle una oportunidad a aquellos que la tierra a la que pertenecen se las quita. Ahora, después de años de colaboración en ONG y programas solidarios, Estévez tiene ante sí el sueño que siempre ha anhelado. Gracias al Proyecto Madrasa, el isleño podrá darle un futuro a su "hijo" saharaui de acogida, Salek. Un deseo solidario que también trastocará sus planeas más inmediatos. Y es que para poder acogerse a esta iniciativa, Estévez ha tenido que mudarse a Tenerife, donde deberá permanecer hasta que el menor concluya sus estudios universitarios.

"El proyecto se ha desarrollado en Tenerife, por lo tanto es aquí donde los niños estudiarán, así que yo también tengo que trasladarme a la Isla mientras Salek esté formándose", explica Estévez. El grancario es profesor por lo que le ha sido algo más fácil poder hacer la mudanza a las Isla de en frente. "Pedí el traslado a Tenerife y por suerte daré clase en el mismo instituto -IES Virgen de La Candelaria de Santa Cruz- donde Salek está matriculado", añade este padre de acogida.

La llegada de Salek al aeropuerto de Tenerife suponía también un cambio en el rumbo de vida de Estévez. "Estoy muy feliz, si yo no le tiendo la mano y le doy esta oportunidad, las posibilidades que tiene de labrarse un buen futuro en su país son muy pocas", destaca el joven isleño. Y es que Salek quiere ser médico, para luego regresar al campamento y poder ayudar a su pueblo. "Es un buenazo de niño y tiene muchísimas ganas de aprender y de formarse", añade con orgullo el docente.

Estévez ha estado en Tindouf y por eso sabe de primera mano que el futuro que tienen los niños saharauis se resume en nada. "He visto con mis propios ojos como sus hermanos, que también han estado aquí en las vacaciones de verano, ahora apenas tienen posibilidades. No quiero que le pase lo mismo a Salek", confiesa el grancanario. Por eso, Estévez se ha armado de valor y se ha decidido a hacerse cargo del menor él solo y lejos de su hogar. "Para mí es lo más grande que me puede pasar, siempre he querido ayudar ,y darle un futuro a uno de estos niños es mucho más de lo que me podía imaginar", añade el profesor.

Salek y Estévez se conocen desde hace cuatro años. Su relación es más de "colega a colega" que de padre a hijo. "Le encanta el mar, me lo llevo de pesca y es un fantástico nadador", revela el isleño. Una de las cosas que recuerda con mayor claridad el grancanario es como Salek, en su primera visita a Tenerife, le preguntaba porque habían tiradas tantas cosas en los contenedores. "El veía una bicicleta vieja en la basura y me decía que si estábamos todos locos, que eso todavía se podría utilizar si se arreglaba", relata con nostalgia Estévez.

Tampoco hace caso de las playstation o la televisión, a Salek le gusta estar en la calle y jugar en el parque. "Le encanta el fútbol y le gustaría apuntarse a un equipo de la Isla", revela el padre de acogida. De momento, tendrá que ponerse la pilas e incorporarse al curso escolar este mismo lunes. "La verdad es que Ramón me cuida muy bien, me lo pasó genial con él", aseguraba a su llegada el menor saharaui. A su lado a Ramón, la sonrisa le iluminaba la cara. Por fin había conseguido su sueño. Qué más da en qué isla sea.